Es martes, hace frío y la banda de sonido en el Barrio Villegas de Ciudad Evita son los estampidos secos de una nueve milímetros. Los vecinos se acurrucan para la foto y miran de reojo hacia el descampado que da a la Avenida Crovara, donde se oyen los pasos de los improvisados pistoleros de uno de los monoblocks más peligrosos del Conurbano Bonaerense. Todos lucen acostumbrados a vivir esquivando balas; no les importan las persecuciones policiales ni los enfrentamientos entre bandas por el territorio. Se juntaron para pedir la liberación de Leonel Benavídez, que tiene 25 años y desde hace 20 meses está detenido en la Unidad 48 de San Martín, acusado de ser el coautor del homicidio del sargento inspector Federico Adrián Francia, ocurrido el 29 de noviembre de 2010.
Esa noche, «Leo» había recuperado la libertad, luego de pasar seis días en una comisaría por intentar robar con un arma de juguete. Como no tenía antecedentes penales y reconoció ser culpable de ese crimen, el joven acordó una pena de un año y medio de prisión en suspenso y fue liberado. Salió de la comisaría alrededor de las 22;15 y volvió a su casa en colectivo. El asesinato del policía ocurrió cerca de las 23:30. El sargento Francia volvía del gimnasio en coche y frenó a comprar cigarrillos en un kiosco ubicado en Crovara y Cristanía, frente al complejo habitacional. Se bajó, dejó su Volskwagen Gol en marcha y cuando caminaba hacia la ventanilla del comercio, dos ladrones se le acercaron y lo amenazaron. El agente –que tenía 25 años y pertenecía a la custodia del entonces vicegobernador Alberto Balestrini– luchó con uno de ellos y recibió un disparo. El crimen causó un gran impacto y una vez más los encargados de esclarecer el caso fueron los agentes de la DDI La Matanza, una de las brigadas provinciales más cuestionadas por su dudoso desempeño.
Unas 48 horas más tarde, Leo Benavídez era detenido en su casa de tres ambientes de la calle 1002. Dormía junto a su madre Olga, su hermana Melina y su sobrina cuando más de 200 policías rodearon la vivienda, sacaron a las mujeres a la calle, las encapucharon de rodillas y les colocaron los precintos en las muñecas. Él quedó sólo en la pieza, boca abajo mientras los agentes revolvían todo en busca del arma homicida. Pero no hallaron nada, sólo una bermuda negra con tres líneas amarillas a los costados, similar a la que llevaba puesta uno de los asesinos de Francia. Horas más tarde, el ministro de Seguridad y Justicia provincial, Ricardo Casal, señalaba: «Nos alivia que la investigación haya progresado y tengamos a un detenido. Este hombre sería el autor material del hecho.» Pero el optimismo de Casal no pudo ser sustentado con sólidos elementos probatorios. Leo jamás tuvo rueda de reconocimiento ni tampoco fue sometido al dermotest, el estudio que permite hallar rastros de pólvora en las manos de los acusados de disparar un arma de fuego. La principal prueba que lo incrimina en la causa es el testimonio de una vecina que dijo haberlo visto correr minutos después del asesinato. Sin embargo, esta señora luego fue a la casa de Olga para aclarar que no había involucrado a su hijo en el hecho sino que había sido influenciada por los agentes de la DDI La Matanza. Además otros diez vecinos declararon que el muchacho estuvo en su casa mientras ocurría el asesinato. El 27 de agosto, comienza el juicio en el TOC N º2 de La Matanza. También está procesado otro joven apodado «Lea» (ver recuadro), quien sí reconoció haber participado en el hecho, y señaló que quien lo acompañaba esa noche no era Benavídez sino otro joven de nombre Ariel.
«La testigo de identidad reservada –dice Melina, hermana de Leo– no vio a mi hermano en el lugar del hecho. Nos dijo que los agentes de la Brigada la obligaron a firmar la declaración. Ahora dice que tiene miedo de ir al juicio y quedar presa por falso testimonio.» Sentada en el otro extremo de la mesa, una vecina que se acercó hasta la casa de la familia Benavídez para dar su testimonio, pregunta: «¿Cómo un pibe que fue a robar con un arma de juguete y se declaró culpable, va a salir y a las dos horas va a matar a un policía? Lo agarraron porque era la más fácil para resolver el crimen.» «En el auto del policía –agrega Melina– tampoco encontraron ni una huella de mi hermano.»
La teoría que manejan los vecinos del Barrio Villegas es que ante la presión mediática por la seguidilla de asesinatos de policías, los agentes de la DDI La Matanza fueron a buscar a Leo porque era el engranaje perfecto para cerrar rápidamente el caso.
«A él le tocó la misma jueza que lo había liberado. ¿Vos creés que se va a arriesgar a perder el trabajo y quedar expuesta? El slogan televisivo era: ‘Salió y mató.’ Esa mujer ni lo pensó, lo metió en cana por las dudas. Qué tipo que mató a un policía a 400 metros de su casa se va a quedar a dormir a sólo 48 horas del crimen?», dice otro hombre, de pelo gris y camperón deportivo negro.
Finalmente, la mujer que vive frente a la casa de los Benavídez, revela: «Los policías que estaban en mi ventana mientras los otros hacían el allanamiento decían que se habían equivocado de vuelta, que esta no era la casa de Lea.» «

«no soy un asesino»
Leonel Benavídez habló por teléfono con Tiempo Argentino y juró ser inocente. El muchacho está estudiando Sociología en la sede que la Universidad de San Martín tiene dentro de la Unidad N° 48 y también asiste a talleres extracurriculares.
–¿Dónde estaba cuando ocurrió el crimen?
–En mi casa. Con mi mamá, mi hermana y el marido de mi tía.
–¿Qué pruebas tiene para sostenerlo?
–Tengo llamadas de mi novia al teléfono de línea. También están los vecinos y mi familia.
–¿Por qué cree que lo acusan?
–Para resolver rápido el caso. No tenían a nadie y me involucraron sin pruebas. No participé en ese hecho.
–¿Lo conocía al autor del crimen?
–Sí, del barrio.
–¿Pudo hablar con él?
–Sí.
–¿Qué le dijo?
–Que se iba a hacer cargo de todo
–¿Qué espera del juicio?
–Salir libre de culpa y cargo. Esto es muy injusto para mí y para mi familia. Tengo una hija, no soy un asesino.

el presunto autor
A Leandro Huet de Baselar le dicen “Lea” y está alojado en la Unidad N° 43 de González Catán. Fue detenido en enero de 2011 en una granja para rehabilitación a las drogas, en la que estaba oculto bajo el apellido materno. Durante dos meses Huet de Baselar escapó de la policía, se tiroteó con los agentes que fueron a buscarlo a su casa y hasta se escondió bajo un tanque de agua mientras los oficiales recorrían el barrio para detenerlo. Sin embargo, a Lea lo traicionó la lengua: durante una salida de la granja le dijo a un vendedor ambulante que había participado del asesinato de Federico Adrián Francia. De esa forma dieron con él y fue imputado en la causa.

 

fuente http://tiempo.infonews.com/2012/08/04/policiales-82700-un-barrio-pide-la-libertad-de-un-joven-acusado-por-el-crimen-de-un-policia.php