La cárcel de Bastøy está situada en una pequeña isla del fiordo de Oslo, a 75 kilómetros al sur de de la capital noruega, y goza de unas vistas privilegiadas de la hermosa costa de Vestfold. Sus 115 reclusos no viven en celdas, sino en tradicionales casas de madera. Pueden pasear en bicicleta, ir a la playa o practicar el tenis, el esquí y la equitación. También mantienen una granja que contribuye a que la suya sea, en palabras del alcaide, “la primera prisión ecológica del mundo”.
Sin rejas ni alambradas, con solo cinco guardas de noche y la constante visita de turistas, esta cárcel insular se ha vendido durante años como la joya de la corona del sistema penitenciario noruego, considerado uno de los más progresistas del mundo. Incluso el activista Michael Moore utilizó el ejemplo de este pequeño Alcatraz nórdico en su documental Sicko, para ejemplo de que en Noruega, el bienestar social escandinavo es un derecho al tienen acceso hasta los más abyectos criminales.
Una ‘jaula de oro’
Pero la confianza de la opinión pública noruega en su sistema penitenciario ya no es lo que era. Con el comienzo del juicio a Anders Breivik, que perpetró la mayor matanza en el país desde la II Guerra Mundial, se ha sabido que el ultraderechista disfruta en su arresto de una serie de comodidadesque muchos juzgan demasiado confortables para alguien que se enorgullece de haber asesinado -y que afirma que “volvería a hacerlo”- a 77 inocentes, la mayoría menores de 20 años.
El asesino de Utoya está aislado del resto de presos para proteger su integridad física
Breivik no ha pasado los últimos meses en celda alguna, sino en un módulo de aislamiento de la cárcel de Illa, en las afueras de Oslo, que en realidad son tres espacios distintos: una habitación, un gimnasio y un pequeño estudio privado. Entre otras prebendas, dispone de una televisión con decenas de canales, un ordenador y una completa colección de DVDs, y juega diariamente con videojuegos. El tristemente conocido como asesino de Utoya lee los periódicos por las mañanas, pasea antes de comer y escribe todas las noches. También recibe cientos de cartas de admiradores, que los funcionarios le hacen llegar cumplidamente después de que las autoridades penitenciarias decidiesen hace unos meses levantar el embargo que pesaba sobre su correspondencia.Medita, hace ejercicios de relajación y practica el bushido japonés. Según su psiquiatra, Randi Rosenqvist, Breivik habría reiterado en varias ocasiones que su estancia en la cárcel a la espera de juicio ha sido como estar “en una guardería”.
Es el modo desafiante con que se expresa este fundamentalista, que incluso ha podido escribir y hacer llegar una carta abierta al pueblo noruego, difundida hace unas semanas por varias webs escandinavas. En ella se denomina “activista político” y se enorgullece de los asesinatos, que juzga necesarios para frenar la “invasión islámica” y atajar el “marxismo cultural”.
Cumplirá 21 años en la cárcel “más humana del mundo”
Es más de lo que muchos noruegos parecen dispuestos a tolerar, especialmente a sabiendas de que Breivik no pasará más de 21 años en la cárcel -el máximo legal en el país- y de que, con toda probabilidad, no irá a la prisión de máxima seguridad de Noruega, la de Ringerike, destino habitual de los criminales más violentos. El azar quiso que esta prisión esté a orillas del Tyrifjorden y tenga unas magníficas vistas de la isla de Utoya, donde Breivik perpetró su matanza. El asesino, de hecho, fue internado allí en un primer momento, pero después sería trasladado a la cárcel de Illa a la espera de juicio. El responsable de la autoridad penitenciaria noruega, Knut Arme Svenkerud, declaró entonces a la prensa que “sería éticamente censurable tenerlo detenido en Ringerike, donde tendría vistas de Tyrifjorden”.
Por esta razón, se especula con que Breivik pudiera ser destinado de forma definitiva a la prisión de Halden, la segunda más grande Noruega. Inaugurada en 2010, es la que ofrece más seguridad, pero también ha sido descrita en más de una ocasión como “la cárcel más humana del mundo”. Cuenta conbaños individuales y monitores de plasma en cada celda, cocinas compartidas, un estudio artístico, clases de cocina, música y pintura y hasta una pared de roca artificial para practicar la escalada. El día de su inauguración, el arquitecto Per Hojgaard Nielsen aseguró a la prensa que “muchos de los prisioneros vienen de hogares conflictivos, por lo que hemos querido crear una sensación de familia”. Los guardas de la institución son por igual hombres y mujeres, van desarmados -para no dar lugar a una “intimidación innecesaria”- y hasta participan en el coro del presidio. Los prisioneros, por su parte, tienen libre acceso a la mayor parte de las instalaciones y rellenan periódicamente un cuestionario para informar de cómo podría mejorar su experiencia en la cárcel.
Una historia que se repite
Muchos se dicen poco dispuestos a que Breivik repita la experiencia deArnfinn Nesset, el que fuera, hasta él, el mayor asesino en serie de la historia noruega. Nesset asesinó a 22 ancianos en la década de los 70 y fue destinado a la paradisíaca cárcel de Bastøy, en la isla homónima del fiordo de Oslo, donde cumplió su pena paseando en bicicleta, practicando la equitación y atendiendo la granja comunitaria. Al final, se le conmutó un tercio de su condena por buen comportamiento y salió a la calle tras cumplir 14 años de cárcel. Poco más de siete meses de confinamiento por cada una de las personas a las que asesinó.
Noruega tiene unos de los niveles de criminalidad y reincidencia delictiva más bajos del mundoEn el caso de Breivik, y cuando sólo se ha celebrado una semana de juicio -de las diez previstas-, el rigor garantista del sistema judicial noruego parece, de momento, estar inclinando la balanza a su favor.Uno de los miembros del jurado ha sido apartado después de saberse que, el día de la masacre, escribió en su perfil de Facebook que lo único que merecía Breivik “es la pena de muerte”. Y el primer peritaje psiquiátrico al que fue sometido el asesino lo diagnosticó de esquizofrenia -lo que impediría que vaya a prisión-, aunque un segundo haya concluido que el asesino es un individuo perfectamente sano. También se le ha permitido leer un delirante discurso de más de una hora de duración -pese a que sólo tenía derecho a 30 minutos- y elegir como abogado a un célebre letrado sueco especializado en la defensa judicial de neonazis y criminales ultraderechistas.
Y es que “en Noruega, todos y cada uno de los internos serán liberados algún día”, explica a la prensa uno de los responsables de la prisión de Bastøy. “Es una de las razones por las que tenemos un sistema así. En algún momento, el preso se convertirá en el vecino de alguien”. El principio resocializador parece funcionar en un país que no sólo tiene uno de los niveles de criminalidad más bajos del mundo, sino también una reducidísima tasa de reincidencia: sólo un 20% de los reclusos noruegos acaba de nuevo en prisión en los dos años después de cumplir su condena,frente al 50-60% de media en Reino Unido o Estados Unidos. “En las prisiones noruegas ponemos el foco en el respeto y los derechos humanos”, explicaba en 2010 Are Hoidal, alcaide de la prisión de Halden. “Nada de esto nos parece inusual”.
El primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, aseguró poco después de la matanza que Noruega respondería con “más apertura y más democracia” y que las atrocidades de Breivik no cambiarían al país. Casi un año más tarde, muchos noruegos cuestionan si su sistema judicial y penitenciario no necesita, en efecto, una transformación. Sólo el tiempo dirá su Breivik conseguirá, a fin de cuentas, su ambición de “cambiar Noruega para siempre”.Enlace patrocinado: