Un policía persigue a un joven por un supuesto problema con su hijo, le dispara por la espalda y lo mata. Otro policía espera a su ex esposa, también agente, a la salida del trabajo, le dispara y la hiere.

Hay más. Un sargento encabeza un operativo y le dispara a corta distancia a un hombre con los brazos en alto. Resultado: le vuela un ojo. Un oficial ayudante irrumpe en una pelea familiar escopeta en mano y le dispara en la cara a una mujer, que también pierde un ojo. Tres policías reducen a un joven y cuando está boca abajo, uno le dispara un escopetazo en la espalda.

Y así podría seguir la enumeración. Los casos de brutalidad policial se multiplican en Neuquén, por razones personales o en operativos supuestamente de prevención o para hacer eso que se llama “restablecer el orden”.

Las razones son múltiples, pero hay una que está en la matriz. La policía sigue siendo una institución militarizada, verticalista y autoritaria, con una capacitación deficitaria en derechos humanos y respeto por los demás.

“Para la policía es lo más normal del mundo parar a un chico por la calle sólo por su aspecto, revisarle los bolsillos, la mochila, maltratarlo. Creen que proceder así está bien. Y desde la justicia no siempre se ponen límites, tenemos que reconocerlo y hacernos cargo”, dice un juez que ha manejado algunas causas por brutalidad policial.

El nuevo plan de seguridad, que recién empieza a caminar, ya está exhibiendo focos de conflictos que antes no existían. Básicamente, el plan consiste en inundar los barrios de patrulleros. Casi todos los días hay reportes oficiales de que son atacados con piedras. Lo que no se cuenta es la contracara: ¿cuánto maltrato dispensan hacia los jóvenes de esos barrios, convertidos en los sospechosos de siempre?

Cada mañana la policía trata de exhibir los buenos resultados de su plan. Con detallados partes informativos consigna que han recuperado celulares, motos, herramientas y elementos de ese tipo que habían sido robados. Pero no se habla de bandas desarticuladas, ni se sigue el hilo de comercialización de los productos robados, ni se combate del delito más sofisticado. El plan de seguridad, hasta ahora, es un método de control destinado a un sector de la población.

A la escasa capacitación en la resolución de conflictos como no sea mediante el uso de la fuerza, se suman el bajo nivel salarial, la recarga horaria y la escasa libertad para elegir la época de licencias.

Así, los hechos se suceden uno tras otro.

Uno de los últimos, esta semana, fue tragicómico: dos efectivos acudieron a ayudar a un hombre que se había golpeado al caer de su moto.

El hombre estaba alcoholizado, según se informó, y no quiso ayuda. Es más, se resistió a que lo auxiliaran. Mordió a un policía y le fracturó la mano al otro de un puntapié.

Es preocupante que estos dos agentes no hayan podido controlar de manera no violenta ni siquiera a una persona en ese estado.

¿Cómo terminó la historia? Con los dos policías en el hospital y el hombre, golpeado por la caída de la moto, alcoholizado, que necesitaba auxilio médico y no represivo, encerrado en un calabozo.

 

Felicitaciones

El fiscal Ignacio Di Maggio le pidió a la Jefatura de Policía que “felicite” a un agente que hirió de bala a dos supuestos asaltantes. Lo hizo mediante un oficio que envió al jefe, Raúl Laserna, el 3 de agosto pasado y que se conoció ayer. El policía fue sobreseído de la acusación de “lesiones graves” el 13 de agosto.

El hecho ocurrió el 12 de julio a las 2:45 en la plaza ubicada en Albardón y Godoy. Allí estaba el agente policial de civil con su novia cuando fueron abordados por un joven y una mujer con fines de robo.

En medio de los forcejeos y según la versión del policía, el joven que lo atacaba a él sacó un destornillador, mientras la mujer le provocó cortes con un cuchillo a su novia.

En esas circunstancias extrajo su arma reglamentaria y disparó contra su agresor, alcanzándolo en la zona inguinal. Luego volvió a disparar y alcanzó a la mujer en el abdomen.

El policía fue detenido acusado de lesiones graves. Al prestar declaración indagatoria aseguró que disparó porque no tuvo otra alternativa, y porque temía por la vida de su novia.

El sobreseimiento dictado por el juez Marcelo Muñoz se basa en la versión del policía y en la de su novia para tener por acreditado que actuó con legítima defensa propia y de terceros. En las 14 carillas de la resolución no figura la versión de las víctimas (sobre las cuales, hasta ese momento, no había ninguna acusación formal), y tampoco hace mención a que se haya comprobado la existencia del destornillador.

Además de pedir el sobreseimiento del agente y de acusar por tentativa de robo agravado a los heridos, el fiscal Di Maggio (quien tomó el caso luego de la feria de invierno) le envió una nota a la Jefatura de Policía en la que señala: “es de mi interés destacar la intervención que le cupo al funcionario en la represión de un delito grave, por lo que corresponde felicitarlo dejando constancia de ello en el legajo personal a sus efectos”.

A su vez el abogado de la Jefatura, Gustavo Lucero, le envió una nota al fiscal del Tribunal Superior, José Gerez, en la que destaca “la actitud calificada y ejemplar” de Di Maggio, ya que “hace a la construcción de la política criminal de un estado de derecho y a la legitimación de los buenos funcionarios policiales”.

 

fuente http://guillermoberto.wordpress.com/2012/08/31/la-policia-que-tenemos-la-policia-que-queremos/