Por estos días, el instituto de menores de Batán permanece bajo la mira de la Justicia, sobre todo, por las condiciones en las que se encuentran alojados los jóvenes y la falta de controles en el lugar.
Según trascendió, en los últimos cuatro años se fugaron del instituto -al que llegan adolescentes de 16 o 17 años que cometieron delitos graves- unos 40 menores.
«Cuando ellos se quieren ir, se van. No hay cómo pararlos», reconoció Gabriel Zibechi, asistente de minoridad y secretario gremial de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
Zibechi relató a Clarín que empezó a trabajar en Batán luego de un breve examen en el Ministerio de Desarrollo Social, en La Plata. Permaneció allí durante cuatro años.
De acuerdo con su descripción, los asistentes trabajan en turnos de 24 horas corridas por 72 de descansado. «Son 24 horas difíciles. Hay que enfrentarse a situaciones de todo tipo, de muchísima tensión», aseguró.
En ese sentido, recordó las dificultades que enfrentaba cada vez que había que trasladar a uno de los internos al hospital, que se realizan en remises. «Vas con el pibe esposado y no es que en el hospital te están esperando. Tenés que hacer la fila y esperar que lo atiendan como al resto de la gente. Es una situación de nervios y muy riesgosa», afirmó al matutino.
«Sabemos que tratamos con pibes muy peligrosos, aunque no conocemos sus causas», explicó al asumir que la tarea que desempeñan los asistentes «no es reconocida» por los jueces y los fiscales..