CIPOLLETTI (AC).- La vida en la cárcel de Cipolletti comienza a encaminarse a un mes del motín que desencadenó una pelea que terminó con el asesinato del interno Víctor Tapia. Las actividades se reanudaron, se ordenaron y repararon los elementos destruidos y se colocó un generador para iluminar los pabellones. Y si bien todavía no hay servicio de energía, las autoridades estiman que en una semana quedará restablecido.
El de septiembre fue el primer levantamiento que ocurrió en el penal inaugurado en diciembre de 2010. El motín dejó como saldo cuatro pabellones sin iluminación ni calefacción y daños en las rejas y esclusas.
El sábado 8 del mes pasado un grupo de internos se amotinó disconforme con las situaciones que se estaban viviendo rejas adentro. Cuestionaron la llegada de condenados de otras unidades con perfiles más violentos y que generaban constantes problemas. La situación fue tensa y el levantamiento se extendió por más de diez horas. Cuando sobrevino la noche y en medio de las oscuridad, familiares de los presos aguardaban afuera las novedades. Se escuchaban gritos, pedidos de auxilio y preocupaba aún más el humo que salía de los pabellones. Esa noche se rumoreaba que había una persona sin vida y la gente quería tener novedades sobre sus hijos, esposos y hermanos que estaban detenidos. Uno de los presos, ya mayor de edad, tuvo que ser retirado por el estado de conmoción en el que se encontraba a raíz de la atmósfera de descontrol y zozobra. Los jueces y el fiscal trabajaron en el lugar. Lo mismo hicieron las autoridades del penal hasta que lograron controlar la situación.
Pero el saldo fueron daños que demandarán una inversión superior a los 40.000 pesos. Sólo el tablero eléctrico dañado cuesta 30.000 y también se tuvieron que reparar las celdas y algunas cerraduras y el sector de los celadores. Después deberán pintar para borrar las marcas que dejó el humo negro de los colchones quemados.
Al día siguiente del motín, los presos –aún descontentos– atacaron e hirieron al interno Víctor Tapia, quien murió camino al hospital. Se inició una investigación y se imputó a los cinco agresores que fueron procesados por «homicidio agravado por ser cometido con el concurso premeditado de dos o más personas», que se castiga con prisión perpetua.
Todas las actividades fueron suspendidas después de la rebelión y del posterior asesinato. Con el transcurso de los días, las autoridades fueron ordenado y reparando los elementos destruidos. Se consiguió un generador de energía con el que iluminan los pabellones hasta que quede restablecido el servicio de energía eléctrica. También repararon los sistemas para prevenir incendios y algunas de las calderas.
Las clases de la escuela secundaria se reanudaron y los docentes y preceptores volvieron a recorrer los pasillos del penal. La semana pasada se entregaron los boletines a 15 presos que están cursando el primer año.
En total, la cárcel aloja a 96 reclusos. Todos son varones.
Uno de ellos es de nacionalidad norteamericana. Se llama Tansy Camplin Patrick y tiene 47 años. Nació en California y emigró a Argentina. En Bariloche protagonizó una pelea con su mujer y fue condenado a diez años de prisión por el delito de tentativa de homicidio. Según la acusación, el hombre convenció a su esposa para que se suba a un Jeep, le colocó el cinturón de seguridad, la roció con combustible y la prendió fuego. Ahora colabora con los profesores y les enseña el idioma inglés al resto de sus compañeros, aunque tiene algunas dificultades para expresarse en castellano, tanto que hace un tiempo la Fiscalía tuvo que convocar a un intérprete para que el hombre radique una denuncia. Por medio del traductor declaró que había sido víctima de un robo en una de las celdas del penal. Aseguró que cuando fue trasladado al hospital de Cipolletti por un problema de salud, sus compañeros le llevaron una netbook, un conversor para poder ver televisión americana y un control remoto, entre otras pertenencias.
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