Bolivia es uno de los pocos países donde los presos pueden convivir con sus hijos. Una situación irregular que si bien se traduce en una menor violencia en los recintos penitenciarios, conlleva no sólo serios riesgos contra la integridad de los niños, sino también peligrosas carencias (en salud, educación y alimentación) que atentan contra su normal desarrollo.

En efecto, además de tener que lidiar con delincuentes reincidentes, en un entorno contaminado por la violencia, donde muchas veces rige la ley del más fuerte, muchos de los hijos de los reclusos se alimentan apenas una vez al día. Pues no existe un monto de dinero destinado para cubrir su alimentación, y si su padre o madre no generan ingresos, entonces deben conformarse con las sobras. Por eso, los niveles de desnutrición infantil son muy elevados en la mayoría de los penales.

Por otro lado, los pequeños deben esperar en promedio dos semanas para bañarse por falta de condiciones, carecen de una atención médica de calidad, y son muchos los niños y niñas que duermen debajo de los catres de sus padres o en rincones acondicionados para tal efecto; y mejor ni hablar de espacios para la recreación y estimulación infantil o de los materiales necesarios para estudiar.

Condiciones precarias que se pueden constatar visitando cualquiera de los penales del país. Algo que hizo la actriz Carolina Zaballa y que la conmovió al extremo de impulsar una campaña de solidaridad, denominada “Por un vaso de leche”, con el propósito de proporcionar a los niños de las cárceles este importante alimento, indispensable para combatir la desnutrición que la mayoría de ellos padece.

El costo estimado para poder distribuir un vaso de leche diario a los menores de diez años, en los 15 principales penales del país, asciende a Bs 700 mil. Para conseguir esta suma, con el auspicio del Ministerio de Culturas, el Gobierno Municipal de La Paz, Entel, el BancoSol y el cine Center, Carolina y otras personas organizaron un concierto de beneficencia en el Teatro al Aire Libre. Sin embargo, no lograron su cometido, pues apenas asistieron 100 espectadores.

Más allá de las dificultades de difusión que se hayan podido presentar, cabe aquí hacer un mea culpa general por el poco apoyo que está recibiendo esta campaña, ya que en cierta medida refleja la apatía de toda la sociedad ante esta situación de riesgo y precariedad. Y es que no es justo que decenas de niños estén condenados a vivir entre la violencia, y que estén obligados a embargar su futuro por la falta de comida, pues se sabe que los efectos de una mala alimentación en menores de cinco años son irreversibles, que el retraso en el crecimiento físico y mental es muy difícil de revertir, y que terminar con la desnutrición de los niños y niñas y la violencia que los aqueja es una tarea pendiente que nos concierne a todos.

 

 

fuente http://www.la-razon.com/opinion/editorial/Ninos-carceles_0_1723027706.html