Cuando estaba en cuarto año de abogacía en la Facultad de Derecho de la UBA, un profesor de Derecho Procesal Penal le dijo: “vos sos abolicionista”. Fue durante la corrección de una monografía y Maximiliano Postay no sabía de qué estaba hablando. Pero le interesó el tema, resultado de un abordaje sociológico y filosófico de la cuestión penal. Estudió, se especializó en España, y ahora comanda Locos, Tumberos y Faloperos, un grupo de choque que apunta contra las instituciones que proponen el encierro como respuesta al delito: cárceles, manicomios, comunidades terapéuticas, institutos de menores. Con la dulce voz de Amy Winehouse de fondo en un desolado bar del microcentro porteño, hablamos con Postay de drogas, abortos, Zaffaroni y presos.
¿Qué es el abolicionismo penal?
Es muy difícil de explicar, incluso para los propios militantes de esta corriente. Es complicado porque hay una lógica resultadista a la hora de hacer política y el abolicionismo no propone nada concreto sino que cuestiona lo que está, en este caso la cárcel como respuesta a un delito, y busca ver qué se puede hacer. A veces aparecen respuestas y a veces no. El tema es cómo te posicionás ante eso.
¿Pero, a grandes rasgos, no hay una propuesta concreta más allá de establecer que lo que funciona hoy no sirve?
Mirá, a la hora de hacer militancia hay veces en que uno se acerca a un lugar porque te identificás con lo que propone, pero a veces te identificás con las dudas. Es decir, o comprás el paquete armado o sos parte del paquete. Lo que pasa es que es más difícil hacer el paquete. Es más fácil identificar a personas con un paquete armado, como todos los “ismos”.
¿Cómo nace Locos, Tumberos y Faloperos?
Después de la UBA me fui a España a especializarme con un máster en esta visión no jurídica del derecho. Estoy un año en Barcelona y me formo en todo lo que es la criminología crítica, sociología jurídico penal y me especializo en abolicionismo penal. Cuando vuelvo busco armar un equipo de trabajo para plasmar todo lo que aprendí, pero no pude. Es bastante difícil desde el punto de vista político hablar de abolicionismo, porque los resultados no aparecen casi nunca; son pequeñas batallas y ¿cómo haces que la gente se interese en algo que no tiene resultados? En un momento, aprovechando la ley de Salud Mental, y que estaba conectado con Leonardo Gorbacz, que es el autor de la ley, también hablando con grupos de despenalización de drogas, y yo desde el costado penitenciario, nos dimos cuenta que decíamos lo mismo. Había un denominador común que atravesaba todas las problemática, y también desde el punto del marketing político, para abrir el juego y ser más masivos, decidimos armar algo como Locos, Tumberos y Faloperos, ya no focalizado en el abolicionismo penal, cuestionando la cárcel y el sistema penal, sino cuestionando la lógica de control social donde la respuesta frente al conflicto sea el encierro. Y ahí entra la salud mental con los manicomios, las adicciones con las comunidades terapéuticas; también los geriátricos, los institutos de menores. Entra todo lo que sea encierro.
Ok, vos estás en contra de la cárcel, pero ¿qué se hace entonces con alguien que comete un delito?
La primera cuestión es cuestionar el status qúo. Hay que instalar que se puede hacer algo diferente a la cárcel, y ¿qué es lo que se puede hacer? Bueno, las respuestas no son iguales para todos los casos. Lo más cerca que estuvo el abolicionismo de ser realidad fue en Holanda, a través de la intervención de uno de los abolicionistas más importantes como Louk Hulsman. Allí se logró tener una tasa de 19 presos cada 100.000 habitantes, y ¿qué se hacía? Se iban descriminalizando progresivamente conductas, empezando por la cuestión de las drogas. Toda la política de tolerancia en materia de drogas que conocemos en Holanda tiene que ver con el abolicionismo penal de este tipo, y de otros. Después está trabajar en proyectos de inclusión social, en darle a los delitos de la propiedad una salida civil, porque si hay un daño hay que resarcirlo. Si te robo la mochila, en vez de terminar preso, como mucha gente está presa por robar una mochila, o por algo más importante, buscar la manera de que te repare el daño que te ocasionó. Es decir, hay una desproporción muy grande entre la propiedad, que es la mochila, y la libertad, y cuando uno va a las estadísticas, no solo en Argentina sino en la mayoría de los lugares del mundo, la mayoría de los presos están por delitos contra la propiedad.
¿Y en Argentina cómo es la situación?
Hoy tenemos aproximadamente 65.000 presos, entre el sistema federal y el provincial. De los cuales los muy malos que te pueden venir a la cabeza, los homicidas, violadores, genocidas y hasta secuestro extorsivo, llegarán a 10 o 15 mil, algo así como el 25 %. Es decir, tenés un abanico de 40.000 tipos con los que se puede hacer algo, para que la situación sea distinta. El tema de las drogas claramente no es algo que tenga que ver con lo represivo; en el caso que exista una adicción, corresponde con lo médico social y lo sanitario.
Bueno, en ese sentido va el fallo de la Corte Suprema de Justicia a instancias del juez Eugenio Zaffaroni en materia de despenalización…
Claramente, esa es una propuesta abolicionista. En un sentido progresivo, como lo entendemos nosotros. Pero vuelvo con el tema de la propiedad: no se puede juzgar con la libertad a una persona que te roba un bien. Cuando hay un delito se abren dos instancias, la penal y la civil, y en la gran mayoría la segunda es más importante que la primera. En la mayoría de los casos, la víctima nunca se ve reparada por el daño. Acá lo que se puede llegar a hacer es fortalecer la vía civil y dejarle de dar importancia a la penal para estos casos; ver cómo reacciona la sociedad frente a esta sustitución e instalar la idea de darle respuestas no punitivas a lo que hoy creemos que siempre se tiene que resolver con la cárcel.
Y con ese 25% de la población carcelaria más peligrosa, ¿qué se hace?
Lo primero que hay que hacer con esos casos es lo que el mismo Zaffaroni denomina “criminología de campo”: hacer estudios concretos, como el que se hizo en materia de homicidios, donde la Corte Suprema sacó un informe sobre lo que está pasando en algunas ciudades del conurbano y la Capital Federal. Eso mismo se puede hacer con los violadores, y así se empiezan a derrumbar mitos. En este tipo de casos tan complejos, hay que estudiar de qué se trata, porque eso que los medios y las personas pueden intuir, se termina comprobando que no es tan así. Por ejemplo, se creía que los pibes de 15 o 16 años tenían una tendencia mayor que el adulto a matar, y se demostró que de los 180 homicidios, solo 5 habían sido cometidos por menores de edad. Otra cuestión, se piensa que cada vez es más peligroso circular y que los delitos pasan en todos lados, y es mentira. Se demostró que el 70% de los crímenes suceden en villas, son intravilla, entre los habitantes de los asentamientos.
Está bien, pero insisto, planteas que la cárcel es obsoleta, ¿incluso para asesinos y violadores?
Es obsoleta para todos, incluso para los genocidas. No tiene ningún sentido el castigo; sí el juicio, la reivindicación histórica. ¿Qué efecto práctico tiene el castigo? ¿Qué consecuencia positiva tiene tener a alguien encerrado? Es muy difícil meterse con estos casos tan graves, pero en definitiva se reivindica algo que tiene mucho que ver con el terrorismo de Estado, como la cárcel. Ahora, claro que entiendo el planteo de las personas que quieren ver a esta gente presa de por vida. Por eso, para decirlo en términos figurados, si fuese una negociación y me dicen que sí al abolicionismo que planteo, pero con la condición de tener encerrados a los más jodidos, firmo ya. ¿Cuántos Videlas tenés en la cárcel? ¿50, 70? Si se reduce la población carcelaria a esta gente ya es otra cosa, la cárcel deja de significar lo mismo que ahora: una estructura gigantesca que está destinada a que todos los conflictos que alteren el orden tengan la misma respuesta.
Antes hablamos de despenalización, ¿qué otras medidas pueden ser consideras abolicionistas?
Claramente la despenalización del aborto. Las mediaciones, la probation, el trabajo comunitario, las indemnizaciones, las reparaciones, compensaciones. También lo que trabajamos nosotros de abolir el certificado de antecedentes penales.
¿Cómo sería eso?
El 50% de la población que está presa, lo está porque reincide. Nosotros proponemos generar alternativas para evitar esto, por eso, en una línea que favorezca la salida post penitenciaria, pensamos en el trabajo como elemento primordial de inclusión. Pero pensá esto: en el actual sistema, cuando el tipo sale y viene a buscar trabajo acá, a este bar, el empleador, en todo su derecho, le puede pedir el certificado de antecedentes penales. Queremos cambiar esto, que es una clara contracción del sistema, que por un lado te dice hay que resocializar y, por el otro, a la hora de resocializarte, te dice vos no podés trabajar porque tenés antecedentes. Los cambios culturales pueden tardar un montón, lo que hay que hacer desde la hora del armado político es diseñar cuestiones que ayuden al cambio cultural. En este sentido, si no podemos hacerlo como nos gustaría, que es cerrar el registro, busquemos una vuelta. El abolicionismo que estamos generando nosotros es político y más interesante que el abolicionismo meramente teórico, de los nórdicos o los holandeses. Decimos que siga existiendo el certificado, pero que el contenido sea otro: es decir, allí figura si pasaste por una cárcel, si cumpliste una condena, si fuiste sobreseído. En pocas palabras, te escracha. Proponemos que se llame Certificado de Información Penal Socialmente Relevante, y diría no lo que cumpliste sino lo pendiente. Es decir, si vos tenés una orden de captura, si no tenés cumplida una pena o si fuiste declarado rebelde en una causa judicial. Y que a un diputado le haya interesado para hacer un proyecto y discutirlo en el Congreso, es fuerte.
Desde los medios, y desde hace varios años, se puso foco en lo marginal, y en lo que sucede en las cárceles en particular, ¿qué opinás sobre eso?
Es todo circo. Por lo menos lo que yo vi. Hay toda una cosa muy teatral de la cárcel que no tiene nada que ver con la realidad. El que conoce una cárcel sabe que el preso hace cualquier cosa sólo por matar el tiempo, para terminar con la lógica del encierro. También se lo muestra desde el ángulo donde se lo ve más malo, y se le agrega una videograph contando su caso, se los cosifica.
¿A qué le decís ni a palos?
A resignarme a que la cárcel es la única alternativa. Estoy convencido de que se puede hacer otra cosa. A mi me gusta hablar mucho de imaginación no punitiva. Aunque la propuesta total no esté, aunque la propuesta cerradita para que la compre cualquiera todavía no esté, yo le digo ni a palos a resignarse. Pienso, ok, no está todo, pero tenemos algo y vayamos adelante con ese algo.
Todas las actividades de Locos, Tumberos y Faloperos quedan registradas en un blog, además de textos y reflexiones de diversos autores. Por otro lado, se encuentra en etapa de posproducción el documental “Rejas, suspiros y llaves”, co producido por Ezequiel Altamirano (espacio Ojota con Medias) y Maxi Postay. “Es sencillo, pero cuidado, y tomamos la determinación de no mostrar la cárcel. Hablamos de ellas pero no las mostramos, como una metáfora para tratar de asimilar la idea de vivir sin cárceles. Se va a difundir en San Luís, Mar del Plata, Río Negro. También en Barcelona”, asegura Postay.
fuente http://www.niapalos.org/?p=10553#.USVF6rvH4pU.facebook