La escenografía no “es el mensaje” pero sí forma parte de él. Un encuentro de integrantes del Poder Judicial en la Biblioteca Nacional tiene un sentido. Es un ámbito de debate, bien distinto al de los cónclaves de jueces o funcionarios. El auditorio Jorge Luis Borges no bastaba para contener a la asistencia. El foyer estaba preparado con pantallas gigantes, aunque tampoco se podía estar muy confortable ahí, con gente abigarrada, mucho calor humano y la mayoría de a pie. Los organizadores, precavidos, habían colocado altoparlantes en el playón de la Biblioteca. Era grato colocarse ahí en un día soleado y primaveral, con la contra de que no se podía aplaudir ni ver los rostros de los expositores.

Una moción de orden estipuló cinco minutos para los primeros oradores, excepción hecha de la procuradora general Alejandra Gils Carbó, quien tuvo a cargo el discurso de apertura.

Primacía de hombres trajeados y mujeres con ropas cuidadas, bastante formales tod@s, redondeaba una primera imagen, bien abogadil. Con un vestuario muy diferente al que predomina en las Asambleas de Carta Abierta o en tantas charlas o conferencias sobre temas culturales.

– El momento es también el mensaje. Gils Carbó cerró su exposición con una frase tan lógica como potente: “El cambio es posible porque su tiempo ha llegado”. Ese tiempo, curiosamente, fue detonado por una solicitada flojita y vergonzante firmada sin nombre y apellido por una nutrida fracción del Poder Judicial. Alejandro Slokar, juez de la Cámara de Casación Penal, designó como “sellos” a muchas de esas entidades. Varias lo son pero hicieron bambolla y se arrogaron una representación colectiva, unanimista. Les resultó un boomerang: traspasaron un límite y patearon un hormiguero. Muchos colegas entendieron que ya era hora de mostrar que la cultura judicial no es monolítica, ni es ideal, ni está a la altura de los tiempos.

– El discurso pronunciado anteayer por el titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, también connotó la jornada. Pretendió ser una suerte de anticipo ofensivo, en términos futboleros. Lorenzetti se valió de una fecha sacada de la galera para anticipar su tradicional alocución de inicio del año judicial. El discurso podía ser, en sustancia, un copy-paste de otros anteriores. Pero la ocasión lo resignificaba. El blogger Gustavo Arballo hurgó en su biblioteca y aludió a Pierre Menard, el personaje borgeano que escribió El Quijote copiándolo textualmente del original. La ironía de Borges explicaba que ese libro, escrito por otro hombre en otro tiempo, no era para nada el mismo. El blog Todo sobre la Corte leyó parecido el discurso, aunque acudió como cita erudita a Roland Barthes. Este cronista acuerda, agregando que Lorenzetti midió más sus palabras que otras veces, lució menos desenvuelto, apeló mucho más a la lectura del discurso. Fiel a un estilo, el Supremo coló tópicos que podían ser gratos a dos tribunas opuestas. La mención al Holocausto y a eventuales perversiones de las mayorías fue maná para republicanos antipopulares. El rescate de los derechos humanos como política de Estado podía complacer a obras banderías.

Lorenzetti se valió de una imagen que quiso ser gráfica: no se pueden cambiar las reglas y el árbitro durante el partido, cuando se discrepa con ellos. Los que estaban reunidos en la Biblioteca podrían haberle replicado (lo hicieron aunque no con esas palabras) que tampoco está bien que, unos meses antes del superclásico, su referí viaje a Miami a un seminario organizado por Boca o por River, con todos los suntuosos gastos pagos.

– Slokar fue el primero que mencionó con todas las letras a Certal, el tentáculo del Grupo Clarín que paseó al camarista Francisco de las Carreras, uno de los que tiene a su cargo la sentencia en el juicio que persigue que se declare inconstitucional la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Hilos invisibles fungen a veces de símbolos. En esa primera Corte que enalteció Lorenzetti había un Francisco de las Carreras, bisabuelo del viajero tan afortunado y tan inmune a las recusaciones. Esos linajes son comunes en Tribunales, y sugieren que no es tan loco hablar de “familia judicial”. Acaso no sea puro azar que el descendiente reviste en la Cámara Comercial, que suele ser un bastión de defensa de las empresas, un escudo protector de las quiebras o concursos amañados o fraudulentos.

Lo que a Lorenzetti le pareció normal o poco interesante como mención era un núcleo convocante para jueces que no creen en las relaciones promiscuas con las partes. Alicia Ruiz, integrante del Tribunal Superior de la Ciudad Autónoma, iluminó otros espacios. Dijo que hay que poner en revisión a las “escuelas de Derecho”, a cómo se forman los abogados. Ruiz no reniega de su condición de docente universitaria, pero subrayó a su modo que es hora de que lleguen cambios también en la etapa formativa.

– Engrosó el contexto un dictamen que se conoció ayer mismo. Lo dictó el fiscal de Cámara, José María Medrano, pidiendo la confirmación de la sentencia que rechaza la pretensión de Clarín. El fiscal de Primera Instancia, en un dictamen como para recuadrar, había mocionado lo mismo. Sin prejuzgar, la Corte adelantó que las leyes antitrust son constitucionales, en principio. Y ya van dos fiscales y un juez que se expidieron en igual sentido.

Todo indica que la Cámara ralentará su decisión, dándole tiempo a Clarín. La Corte le allanó el camino con un deplorable fallo a fin de año.

El multimedios quiere evitar que haya resolución definitiva antes de las elecciones, a la espera de que el kirchnerismo sea derrotado y cambie el escenario político. Tienen coherencia, cabe admitir: quisieron lo mismo en 2009 (donde pareció resultarle bien, apenas por un ratito) o en 2011, cuando les salió fatal.

La Corte, es sabido y no fue criticado por Lorenzetti en su ponderado balance, no tiene plazos para sentenciar. Puede eventualmente tomarse años para rechazar un recurso por razones formales, sin fundamentar el planteo. Habrá que ver cómo se maneja, máxime cuando tanto predica sobre la celeridad de los pronunciamientos.

– Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, fue llamativamente invitada. Como ella misma resaltó, contrarió su estilo coloquial y optó por un texto escrito. En un tramo, rememorando crueles vivencias, dijo: “Nosotras no veíamos las caras de los jueces ni ellos veían las nuestras”. Mediaban entre ellos “abogados y papeles”. Un compañero y colega que escuchaba junto al cronista comentó que hablaba de los tiempos de la dictadura. Así era, en principio, pero la aguda observadora Carlotto ponía el dedo en una llaga que perdura. La mayoría de los ciudadanos que pleitean jamás ven a los jueces. La oralidad se aplica en relativamente pocos procesos, incluso se retacea en algunos en que es obligatoria. Las partes incomodan, transpiran, hablan de más o de menos, exigen. Sus Señorías (no todos, muchos) ponen distancia con la jerga, con los cortinados, con no dejarse ver ni forzarse a ver.

– “Estamos los de siempre y algunos más”, comentaba una jueza de intachable trayectoria y coherencia. No se hacía ilusiones exorbitantes acerca de la representatividad, que deberá medirse si hay continuidad en la movida.

Por añadidura, no había pleno acuerdo entre todos los asistentes. Una agrupación de empleados judiciales, “La Centeno”, repartía volantes cuestionando normas promovidas por el gobierno nacional (la Antiterrorista y la reforma a la Ley de Accidentes del Trabajo). También recorrían la precariedad y el acoso laboral en los juzgados. Y pedían ser parte en el debate, en su condición de trabajadores.

El cronista dialogó con jueces que comparten en general la iniciativa, pero que agregan reproches a varias designaciones (tanto como a falta de nombramientos) por parte del Poder Ejecutivo. Que exigen un trato más severo con los funcionarios acusados de corrupción, que cuestionan a los operadores judiciales del oficialismo.

Así es: cuando se abren puertas y ventanas el viento desordena los papeles, entran personas no esperadas o no investidas. Enhorabuena. Un cambio cultural se construye sin planos aprobados ni esquemas cerrados.

Sería poco serio hacer pronósticos. El cronista apenas intuye que la agenda pública se ha engrosado y enriquecido. Que la sugestiva jornada de la Biblioteca, que continuará hoy, abre instancias que en un país politizado y vivaz como la Argentina suelen ahondarse y no cerrarse. Que las polémicas ampliarán su círculo y llegarán al Agora. Que Gils Carbó y Slokar insinuaron condiciones de liderazgo (la claridad política y la voluntad entre ellas) de un movimiento aún en germen. Que lo ocurrido interpela a los tres poderes del Estado y no a uno solo: para democratizar la Justicia todos deben hacer introspección, autocrítica y ponerse las pilas. Para una primera tarde primaveral, no es poca cosa.

 

 

fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-214789-2013-02-28.html