NUEVA YORK.- No todos los asistentes a una reunión reaccionan igual ante la presencia, o más bien ante el punzante olor, de la marihuana.

No existe un código de etiqueta establecido sobre cuándo se puede fumar cannabis en una situación social y cuándo no. Pero el mundo necesita de una Eugenia de Chikoff que marque el camino a través de ese matorral para que no andemos a los tumbos, sobre todo ahora que está cada vez más presente y en las situaciones más convencionales. El uso recreativo de la marihuana ya es legal en dos estados norteamericanos, así como lo es su uso medicinal en 28 estados y en el Distrito de Columbia. En 2010, se publicó The Cannabis Closet(Los tapados del cannabis), una colección de testimonios de amantes de la marihuana, desde altos ejecutivos y funcionarios de gobierno hasta padres responsables, que habían aparecido en el blog del escritor y comentarista Andrew Sullivan. Y el matorral siguió creciendo?

Si no hay chicos presentes, ¿es apropiado que el anfitrión les pregunte a sus huéspedes si quieren fumar? Algunos piensan que hacer eso es poner al invitado en una situación incómoda. «Yo tengo una pipa de agua como decoración en el living, con eso alcanza -dice Rick Steves, de Edmonds, Washington, y conductor del programa de televisión pública Rick Steves’ Europe -. Si alguien me hace algún comentario sobre la pipa, aprovecho para sacar el tema.» Al evaluar si el alcohol es un mejor lubricante social que el cannabis, agrega: «Me parece grosero interrumpir una fiesta sacando un porro. Puede ser una situación incómoda, sobre todo para los que no fuman. Si uno de los integrantes de una pareja fuma y el otro no, entran en frecuencias distintas y chau, se acabó la fiesta».

Otros adeptos a la marihuana creen que la opinión de Steves sobre ese desacople es una exageración. Bill Maher, conductor de Real Time With Bill Maher , dice: «El alcohol es la sustancia que más incómoda pone a la gente que toma cuando el otro no está tomando también. Miles de veces me han dicho: «No, si vos no tomás, yo tampoco»».

A los «fumones» y sus amigos, por el contrario, no les molesta ese desacople, dice Maher. «Hace poco estuve en casa de una megaestrella, y como sabe que yo fumo, después de la cena, vino y me dijo: «Si querés fumar, podés ir al balcón».»

De hecho, invitar a los fumones a ausentarse momentáneamente de la habitación para hacer su fumarola puede aliviar las conciencias de los otros. «Mi madre tiene 90 años y mi suegra, 87 -dice Valerie Corral, directora ejecutiva y cofundadora de un dispensario de cannabis llamado Hombres y mujeres a favor de la marihuana medicinal , en Santa Cruz, California-. A ellas no les importa que fumemos en casa, porque vamos a otra habitación.»

Shane Kingery, un vecino de Atlanta que está a punto de recibirse de diseñador gráfico, llevó a su esposa a una fiesta en la casa de uno de sus compañeros de camada. Poco después de que los invitados empezaran a echar humo por la puerta del balcón donde estaban parados Kingery y su mujer, el matrimonio abandonó la fiesta: como Kingery es enfermero y su mujer trabaja para el Centro de Control y Prevención de Enfermedades, a veces son sometidos a análisis de uso de drogas realizados al azar.

«Parece que todos sintieron que éramos antihierba o que nos creíamos más que los demás, cuando en realidad no es lo nuestro», explica Kingery. La situación fue incómoda porque después, hablando con otra gente que asiste a fiestas, Kingery dijo: «Sentí que tenía que encontrar el modo de deslizar en la conversación las razones por las que no fumamos, cuando en realidad es ilegal. Pero como ahora esos límites legales son más ambiguos, la gente debe poner los suyos propios».

A pesar de que la marihuana es ilegal en la mayor parte de Estados Unidos, muchos fumadores consideran que esos límites son actualmente más permeables. Más allá del consenso casi universal sobre la inconveniencia de fumar porro donde hay niños, el tema no es tan claro cuando esos menores se acercan a la edad universitaria. Mitch Nash, director de arte de Lenox, Massachusetts, cuenta: «Un par de inviernos atrás, para Nochebuena, hicimos una cena para nuestros mejores amigos y sus hijos, ya en edad preuniversitaria. Después de comer, una de mis hijas me dijo: «Papá, nos vamos afuera a fumar una seca», y me pareció que lo mejor era que lo hiciéramos todos juntos en la mesa. Uno de los chicos comentó: «¡Hace años que esperaba esto!»»

Pero lo que funciona en la mesa de los Nash puede no funcionar en el living de uno: cada situación tiene su ADN que debe ser decodificado. Si en una reunión hay gente que se opone a la marihuana, hay que tener especial cuidado. «Uno sabe cuándo hay onda y cuándo no -dice Maher-. Hay que estar atento y ubicarse.» En el fondo, se trata de una ironía: para experimentar esa sobrecarga sensorial que produce la sustancia en cuestión, primero hay que poner en práctica una buena cuota de empatía social. O estar dispuesto a pagar el precio.

 

 

fuente http://www.lanacion.com.ar/1559287-cuando-las-senales-de-humo-de-la-marihuana-incomodan