La discusión había pasado a mayores. Toda posibilidad de acuerdo estaba taponada; era un punto de no retorno. Era el final. Él agarró una botella y la roció a ella con alcohol, entre gritos y forcejeos desesperados. El ardor se expandió velozmente por su cuerpo. Los vecinos oyeron los alaridos; escucharon el dolor. Llamaron al servicio de emergencias, mientras intentaban auxiliarla tras apagar las llamas. En el hospital de San Martín de La Plata, con las tres cuartas partes de su cuerpo calcinadas, y tras una semana de agonía, hoy murió Aldana Torchelli. El fuego apagó su vida.

Esta adolescente se suma en la Argentina a otras víctimas de muertes por incineración perpetradas por sus parejas: hace exactamente dos años, el 21 de febrero de 2010, falleció Wanda Taddei, esposa del ex baterista de la banda de rock Callejeros, Eduardo Vásquez. A los pocos días murió Verónica Medina tras seis días de sufrimiento. Cinco meses después, Alejandra Céspedes, cuyo cuerpo estaba carbonizado en el 80%. Y al mes siguiente, Fátima Guadalupe Catán, que padeció quemaduras en el 85% de su cuerpo y estaba embarazada.

Del desenlace aciago de estas relaciones surgen interrogantes, tales como cuál es el móvil que conduce a una persona a disponer un ataque tan brutal y nada menos que a su cónyuge. El médico psiquiatra y psicoanalista Alfredo Grande apuntó que una relación no implica necesariamente un vínculo amoroso. “Puede ser tiránico, simbiótico, ambivalente. Pareja no es igual a amor. Entre la convivencia y el asesinato las cosas no cambian tanto, sino la apariencia”, explicó, en diálogo con INFOnews.

Grande señaló que el método del crimen, la incineración, es un elemento del medioevo. “El fuego está asociado culturalmente a la idea de una purificación. El fuego, como el agua, se lleva todo. La Inquisición, la organización terrorista de la iglesia Católica, era muy adicta al uso del fuego, porque odiaba la sangre, y la sangre es la prueba del delito. Y, a su vez, hoy sigue siendo la mujer la víctima. La mujer es la cuna del mal, según los sectores más reaccionarios de la iglesia Católica, que dispuso la muerte en la hoguera de cientos de mujeres acusadas de brujería, aunque el trasfondo era la misma condición de la mujer, su cuerpo femenino, un cuerpo erógeno. Ahora, siglos después, estos hombres, supuestamente ofendidos, insisten en estos métodos. Es un elemento de un inconsciente histórico que da cuenta de que el desarrollo cultural es inferior al que suponemos, pese al desarrollo tecnológico”, planteó.

A su vez, Miguel Espeche, director del Programa de Salud Mental Barrial (PSMB) del Hospital Pirovano dijo que el fuego supone la consumación del deseo de apoderamiento de la pareja. “El fuego le garantiza al victimario que, si no muere, la mujer quedará estéticamente imposibilitada de ser deseable para otros”, aseveró a INFOnews.

Los celos constituyen un elemento común en este tipo de ataques, a juzgar por los casos más resonantes. Según Espeche, provocan una confusión entre amor y apoderamiento del otro. «El dominio es un concepto que circula epidemiológicamente en nuestra sociedad. Y en los casos de mayor fragilidad, de estructuras psicológicas más precarias, puede derivar en un hecho delictivo trágico”, sostuvo.

La solución final. Grande dijo que las muertes provocadas por incineración en ámbitos domésticos no atañen a una clase social en particular. “La violencia de género es transversal a las condiciones sociales, lo que, sin embargo, no quiere decir que las formas de reprimir, de asesinar, sean similares en todas las clases sociales. En una clase social alta puede estar de moda un tipo de arma o droga más costosa. A María Marta García Belsunce, por ejemplo, la mataron a balazos. De todas maneras, aunque hubiera diferencias en cuanto a las formas, lo que se debe tener en cuenta es que la solución es el homicidio. La solución final, que es el pensamiento nazi. El exterminio, ya sea de un pueblo o de mi pareja”, planteó Grande.

Los conclusiones fatales son las que conmueven a la opinión pública e invitan a una reflexión colectiva, pero en el medio hay cientos de denuncias. Según la Oficina de Violencia Doméstica, que depende de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre octubre pasado y el mismo mes de 2010 -la última estadística disponible- los casos se incrementaron en el país un 7%, de 671 a 719. Y en un 85% los denunciados son varones.

Sin embargo, es común que la relación de pareja continúe pese a sucesos violentos y con riesgo de muerte. Grande entiende que esto es consecuencia de que a la mujer le han expropiado sus mecanismos de defensa. “Las mujeres cargan con una hoguera psíquica propia, que les impide defenderse, en el marco de una cultura patriarcal, represora. Víctima y victimario son dos personas diferentes. La única forma es entender a ambos. Pero si uno quiere entender a la víctima esto no significa exculparla. Hay una especie de prejuicio respecto de que tratar de entender los mecanismos de la víctima es culpabilizarla. En realidad, es ayudarla a comprender por qué no puede salir de su lugar de víctima”, sostuvo.

Los asesinatos por incineración se provocan en parejas jóvenes: Wanda Taddei tenía 29 años; Alejandra Céspedes, 27; Verónica Medina y Fátima Guadalupe Catán, 24; y Aldana Torchelli, 17. Espeche explicó que la cuestión pasional y la exacerbación del sentimiento, en endiosamiento de la sensación intensa de deseo, es propio de los jóvenes que, según dijo, confunden intensidad con profundidad. “El fuego simboliza todo eso. Los jóvenes prefieren el fuego, que se apaga rápido. La tranquilidad es signo de aburrimiento para los jóvenes de hoy. Y este pensamiento es común en las estructuras más lábiles, más perturbadas”, dijo.

La ley del mundo. Tanto Grande como Espeche coincidieron en que los homicidas son perfectamente imputables, a menos que se diagnostique que sufrían una patología. “Dicen ‘la violó porque estaba borracho’, cuando en realidad es al revés: se emborrachó para poder violarla. La emoción violenta es la figura utilizada para justificar que hizo lo que quiso hacer. Si yo rocío a una mujer con alcohol tengo que tener la conciencia de que se puede quemar viva. Son imputables”, afirmó Grande, sin dudar.

Espeche indicó que se trata de psicópatas, cuyo propio deseo es la ley del mundo. “Se atribuyen potestades absolutas. Inventan una lógica que les da una supuesta razonabilidad a sus conductas. La complacencia y la inmadurez de alguna de las personas fomentan la crispación. Lo saben a esto muy bien los padres de los jóvenes, pero poco pueden hacer si no han generado un vínculo de confianza intensa con sus hijos. La psicopatía, las perversiones, son más estructuras que patologías. En estos casos el tipo es psicópata y eso se cura con cárcel”, planteó.

Fuente: http://www.infonews.com/2012/02/21/sociedad-11360-el-femicidio-con-fuego-un-crimen-del-medioevo-en-nuestros-dias.php