Como si la privación de la libertad no fuese suficiente condena, los presos de la cárcel de Río Cuarto se ven obligados a convivir apretujados en vetustas celdas pensadas para una población carcelaria sensiblemente inferior a la actual y, lo que es más grave, en críticas condiciones de salubridad.
A falta de la mínima comodidad, las decenas de detenidos alojados en los pabellones uno y dos, destinados a procesados sin condena firme, dormían sobre delgadas lonjas de goma espuma que hacían las veces de colchones y estaban a merced de una plaga de insectos conocidas como “chinches del colchón”.
La presencia en cantidades asombrosas de ese dañino insecto que, a diferencia de la chinche común, tiene una coloración marrón y se alimenta de la sangre de aves y mamíferos pudo ser constatada por los propios magistrados de la ciudad, durante la última visita de rutina a la cárcel local y originó un urgente reclamo a las más altas esferas judiciales de la Provincia.
Desafiando el viejo código carcelario que indica que “los trapos sucios se lavan en casa”, el viernes 22 de marzo los internos entrevistados por los jueces Emilio Andruet y Nora Sucaría se animaron a denunciar las condiciones infrahumanas en las que viven.
Para demostrar que no se trataba de una queja infundada, los propios presos atraparon con sus manos decenas de insectos y exhibieron en sus extremidades numerosas picaduras.
Entre asombrados e indignados los jueces decidieron ampliar la visita. No se limitaron a entrevistarse con los internos para discutir sobre sus situaciones procesales en un recinto facilitado por las autoridades, sino que recorrieron personalmente los pabellones cuestionados. De ese modo, pudieron comprobar la falta de higiene en los baños, las planchas de goma espuma que se utilizan como camas y el reducido espacio destinado a cada preso que, durante las visitas femeninas, los obliga a mantener relaciones protegidos por colchas y a escasa distancia unos de otros.
El preocupante panorama carcelario motivó que los magistrados redactaran sendas notas al Tribunal Superior y a la jefatura penitenciaria de la provincia, en tanto que el fiscal de Cámara, Alejandro Cabrera, puso sobreaviso a la Fiscalía General.
Del mismo modo, hicieron un enérgico llamado de atención al alcaide de la cárcel local, arquitecto Eduardo Ruiz para que en el término de 72 horas tome drásticas medidas de higiene y desinfección. Para fundar el pedido, los jueces invocaron el párrafo del Artículo 18 de la Constitución Nacional que sostiene que “las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice”.
La reacción en el penal
La visita trimestral de los magistrados a la cárcel generó un tembladeral en el penal.
Cinco días después, al despacho de los jueces llegaba la respuesta oficial del alcaide de la cárcel donde informaba que “por expresas directivas de la Jefatura del Servicio Penitenciario de Córdoba se efectuó desinfección y desinsectación general” en tres oportunidades el día 25 de marzo y otras dos el día siguiente.
El parte aclara que esos controles de insectos se repetirán, en adelante, quincenalmente y agrega, que en aquellos casos en los que consideraron necesario, reemplazaron colchones usados por nuevos.
Como medida preventiva, también blanquearon paredes en los dos pabellones afectados por la plaga