El número 10458 blanco, sobre la pared de lata herrumbrada, identifica al obsoleto camión de traslado de detenidos de la Bonaerense. Muy probablemente, el 10458 haya sido el último número que haya visto en su vida Oscar Chaparro, un detenido de 26 años trasladado en ese camión desde la comisaría 1ª de Avellaneda hasta la seccional de la policía distrital de Coronel Dorrego, en enero pasado. A Chaparro lo subieron a las 7 de la mañana del 14 de enero. El viaje, que normalmente demoraría en auto 5 horas, al 10458 le demandó un día. Después de haber sido guardado en una de las celdas del camión, cerradas como una caja de zapatos (lo de los zapatos viene a cuento), con orificios por los que ni un hamster podría respirar, con el aparato de ventilación descompuesto, soportando temperaturas mayores a 40 grados, sin que le dieran una gota de agua ni un mendrugo, Chaparro llegó a Coronel Dorrego a las 7 del 15 de enero. Sorprende la sorpresa de quienes abrieron la puerta de su celda y lo encontraron muerto.
Oscar Chaparro estaba detenido acusado y procesado por robo calificado. Le habían dictado la prisión preventiva bajo el argumento de no ser inocente hasta que se demuestre lo contrario. Una decisión judicial tras un hábeas corpus ordenó desalojar los calabozos de la comisaría 1ª porque los detenidos allí dentro se encontraban en condiciones deplorables. Y el 14 de enero, la Bonaerense se dispuso a cumplir lo ordenado por el juez. Esa mañana, bien temprano, el camión 10458 de la División Custodia de Objetivos y Traslado de Detenidos estacionó contra la puerta de la 1ª, mientras los presos, numerados, custodiados, revisados por un médico policial que constató su estado “saludable”, subieron o fueron subidos al camión.
De haber estado allí nadie se hubiera podido explicar el escaso futuro que tenía Chaparro sobre sus hombros si no conociera los detalles técnicos del vehículo. Camión es un decir: antiguo, destartalado a simple vista, en su interior está recorrido por un pasillo central a cuyos costados se abren doce celdas, seis de cada lado. Cada una de las celdas está herméticamente cerrada del lado del pasillo. La respiración se abre hacia el exterior.
–¿Qué tamaño tiene el respiradero?–-quiso saber este cronista.
–¿Respiradero? ¿Qué respiradero? –respondió sorprendido el ducho comisionado–. Si un hamster viera las ranuras le darían claustrofobia.
Para colmo, el aparato era de aire condicionado: de haber funcionado no habría proporcionado aire frío, sino que simplemente habría ventilado, pero además no funcionaba. Con lo que el camión 10458 de traslado de detenidos era una lata en la que los presos hacían de sardinas. Delante, la guardia viajaba separada de la caja de lata, en un habitáculo doble, con ventanillas y todo. Para el caso, en su viaje a la dimensión desconocida, el 10458 contaba con dos integrantes de la División Traslados, y dos uniformados de la 1ª de Avellaneda.
Por la ruta 3, Coronel Dorrego se encuentra a menos de 590 kilómetros de la comisaría 1ª. Pero en el camión había sardinas para distribuir en varias comisarías del interior bonaerense. El viaje, que debía demandar cinco horas en auto, siete u ocho en camión, quizás 10, en el 10458, llevó un día porque en el camino fueron repartiendo presos por Saladillo, Trenque Lauquen, Tres Arroyos y González Chaves, antes de llegar a Coronel Dorrego, con lo que la distancia se multiplicó. Para colmo, el 14 de enero fue uno de los días más calurosos de la temporada estival, con casi 40 grados de sensación térmica a la sombra. En el exterior de la lata. Dentro, la temperatura debe haber aumentado varios grados, data que se supone que surgirá de las pericias encargadas a la Gendarmería.
Junto a Chaparro llegaron otros dos presos, pero vivos, y que ya testimoniaron en la causa ante el fiscal Gustavo Zorzano. Según fuentes de la investigación, los dos detenidos sostuvieron que Chaparro se quejó toda la noche, dijeron que no recibieron ni agua ni comida durante todo el trayecto, y que en algún momento de la madrugada lo dejaron de escuchar.
Según revelaron fuentes de la investigación, la autopsia dio como resultado muerte por asfixia, pero no porque alguien hubiera tapado la boca de Chaparro, sino porque ni siquiera había aire para impedir su entrada. El detenido, que según las fuentes, tenía problemas de salud, multiplicó su complicación y murió. Quizá por estar un poco más sanos, los otros dos no murieron.
Por si acaso, Chaparro recibió alguna ayuda previa, que no lo llevó a la muerte, pero que quizá le haya indicado el camino. Al abrir la puerta de la celda, lo encontraron enrollado sobre sí mismo, en el exiguo espacio de 60 centímetros cuadrados que había tenido para caerse muerto, con signos de haber sido zapateado en el rostro, la cabeza, la espalda. Podría argumentarse que se golpeó contra las paredes de la celda desesperado ante la ausencia de oxígeno. En ese caso, la desesperación debe haber sido terrible: se habría autogolpeado los genitales.
El 10458 de la Bonaerense, falto de responsabilidad, ya fue liberado y seguramente sigue cometiendo traslados.
http://horaciocecchi.wordpress.com/2009/03/03/traslados-bonaerenses/