Juan Manuel Casolati (*) | Quienes desempeñamos funciones en el Poder Judicial y conocemos verdaderamente la dinámica en la que se desenvuelve esta tarea, celebramos la discusión que se ha montado sobre los proyectos enviados por el Ejecutivo Nacional en el marco de lo que se ha dado en llamar “Democratización de la Justicia”.

Sin perjuicio de estar de acuerdo en un todo o de forma parcial con los seis proyectos enviados al Congreso Nacional, importa sustancialmente el debate generado y la cantidad de ideas y discusiones que nuestra sociedad y sus componentes han planteado, generando una formidable agenda pública de esta cuestión.

Adelanto mi posición a favor de la reforma judicial y de  los seis proyectos, aunque creo que estos debieran ser la punta del iceberg que debemos destruir, y sobre el cual construir una nueva justicia en la Argentina.

Urge generar dispositivos, procesos y reformas que humanicen a los jueces y al Poder Judicial.

Siempre hemos concebido a la Justicia como una bella dama que porta en su mano derecha una balanza y en sus ojos un vendaje que no le permite ver a los actores, resolviendo los entuertos sometidos a su jurisdicción merced a esa balanza que se inclina a un lado u otro, sopesando de modo objetivo las pruebas que las partes logren presentar en el proceso.

Esta justicia ciega, es sólo un modo eufemístico de argumentar que los jueces deciden sin mirar a las partes y que aplican la justicia de las pruebas; de modo que, quien aporte más elementos, quien sufrague mejores abogados, quien escriba mejor se hace merecedor del fallo favorable.

Puro darwinismo social, refrendado por la sociedad de los más fuertes y ricos en detrimento de los sectores postergados, periféricos de la economía y del poder.

Propongo correr urgentemente esos vendajes, romper esa imagen ROMANTICA DE LA JUSTICIA y prohijar que los magistrados, miren, sientan, escuchen, toquen y huelan a las partes;  y al aplicar la ley y las normas sobre las que esta se funda, aplican el concepto de justicia social, como aquel dispositivo que equilibre las desventajas de unos y otros.

Se argumenta, -erróneamente a mi modesto entender-, que los magistrados no deben tener ideologías y que sus decisiones son eminentemente jurídicas; falso nuevamente.

Los jueces, al igual que el ciudadano común cimenta sus decisiones en ideologías y aspectos filosóficos que forman parte del contexto y la formación académica en la que se han preparado.

Propongo entonces que lejos de pretender suprimir las ideologías de los magistrados, -pues en realidad las tienen-, aunemos esfuerzos para conocerlas y que al conocerse, estas formen parte LIBREMENTE de sus decisiones; siempre claro está ajustado a la ley y a las normas vigentes.

Hoy nuestra justicia se encuentra lejos de la gente y al amparo de los grupos concentrados de la economía. Se explica entonces que esta reforma signifique para  algunos el FIN DE LA REPUBLICA, pues sin dudas puede significar el fin de una república de pocos, con instituciones añejas y corrompidas, que otrora cimentaron su derrotero en el voto calificado, el fraude, la mentira y la nefasta desigualdad de unos pocos sobre otros muchos.

Celebro la reforma y anhelo la paz  que traerá para el futuro de nuestra  sociedad en su conjunto, discutir una nueva justicia que se ajuste a estos nuevos tiempos.

Jueces verdaderamente humanos, con ideologías y militantes del derecho; jueces de barricada para nuevos tiempos; y por un nuevo tiempo más justo e igualitario.

Y como siempre acontece en este tipo de debates, termina siendo la cultura quien zanja y aporta miradas superadoras de discusiones acaloradas como la presente. Finalizo  pues, con el comienzo y el final de un poema de María Elena Walsh…

Señora de ojos vendados

que estás en los tribunales

sin ver a los abogados,

baja de tus pedestales.

Quítate la venda y mira

Cuánta mentira.

Señora de ojos vendados,

con la espada y la balanza

a los justos humillados

no les robes la esperanza.

Dales la razón y llora

porque ya es hora.

 

(*) Secretario de Ejecución Penal de San Martín

 

 

fuente http://www.agepeba.org/Lectura.asp?id=5022