En su cuento “Ante la ley”, Kafka relata una escena inquietante y famosa, que resume su visión de las leyes (Kafka, además de un gran escritor, era un gran abogado, él también construyó una visión del Derecho a través de la palabra). La escena sobre el final del cuento (que sirve para pensar la democratización) es una metáfora sobre los guardianes de la ley. Sobre los que se presentan como guardianes del derecho (que en la visión de Kafka no lo son, son los dueños del derecho, los guardianes privados de un tesoro personal, al que el pueblo, ignorante, no tiene acceso, un castillo de naipes, un tesoro oculto con palabras difíciles, incomprensibles, ya que es cosa de jueces y abogados con sus togas y bibliotecas elegantes “interpretar” el “espíritu” de la ley, develar el “sentido”). Un campesino humilde (qué puede saber de derecho) llega a las puertas de la Justicia, las grandes, pesadas, tantas veces mencionadas, jamás franqueadas, puertas del Derecho. Cuando el campesino está por atravesar esa puerta, aparece un guardián. El campesino se detiene. Hablan. El campesino siente miedo.
Descubre que no hay una relación directa con sus derechos, están también los mediadores: los abogados guardianes de la ley. Ante ellos debe presentarse. Pedir permiso. Decide no pasar. No entrar (al Derecho). Prefiere esperar. Se queda en un costado. Pasan las horas, los días, los años. El campesino ve su vida diluirse, sin atreverse a pasar la puerta, franqueada por el enorme guardián, que le advierte: detrás mío hay otros guardianes, cada uno más grande e intimidante que el anterior. Son los guardianes del Derecho. De la Justicia. El acceso al derecho debe ser libre. Justo. Pero no. Pasan más años. El campesino ha envejecido. Respira con dificultad. Cuando está a punto de morir, el guardián se acerca. El campesino, intimidado, le pregunta: ¿por qué, si ésta es la puerta de la Justicia, nadie más que yo ha venido a cruzarla, porque he estado siempre solo? El guardián, subiendo la voz para que el campesino escuche bien, le contesta al oído: porque nadie más que tu podía cruzarla. Esta puerta estaba abierta solo para ti. Ahora voy a cerrarla.
Era la puerta de la Justicia. El campesino encarna al pueblo. El guardián es el abogado. O el juez. O el profesor de derecho. O la asociación de magistrados: los guardianes de la ley. Sus intérpretes.
La metáfora del guardián del derecho de Kafka es famosa. Es una ironía con los que se dicen guardianes de un Derecho que no fue defendido con el mismo ahínco cuando los golpes de Estado se hacían en nombre de la Constitución y la democracia. O cuando solo las madres salían a la calle a denunciar el secuestro y asesinato de sus hijos. No había guardianes. Defender la Constitución es defender las garantías. Defender la Constitución es defender el Derecho. Los derechos. La identidad. Que durante muchos años no podía ser conocida.
La metáfora de Kafka apunta a un derecho esencial: el acceso a la Justicia. Que es el acceso a la palabra. Acceder al derecho es tener identidad. Esto es lo que ha hecho, durante muchos años, el derecho argentino. Devolver la palabra. Abrir las puertas. Tener memoria. Atreverse a pensar (lo que no podía ni debía ser pensado: el propio Derecho). Jerarquizar el derecho es acabar con los juicios simbólicos y empezar con los juicios reales; jerarquizar e independizar la Justicia es atreverse a pensar. La Justicia independiente no hacía un solo juicio de derechos humanos hasta que la política, la tan denostada y vapuleada política, le mostró el camino de la independencia al Derecho. Ayudó a dar ese paso (que el Derecho, por sí solo, no daba).
Cuando se denuncia el control político, donde política es Res pública, lo que se defiende, por oposición, entonces, es un control privado de la Justicia que debe quedar callado detrás de bambalinas, digitando. Lo que no quiere ese poder es que lo nombren (de allí su temor a la palabra). Precisamente eso es lo que quiere la democratización: democratizar. Desprivatizar el Derecho. Rancière, que rescata lo político, sostiene que la política es la revancha de los silenciados. La democratización sería, en el plano judicial, acabar con el silencio. En los términos de Kafka, terminar con los Guardianes del Derecho. Democratizar es visibilizar intereses que se presentan como “independientes”. Politizar es obligar a decir lo que se esfuerza en quedar callado. Como neutral. Esta es la misión de la memoria. Politizar es poner todas las cartas sobre la mesa. Es utilizar la palabra política en su sentido genuino, original, elevado. (La política está en los orígenes de la Justicia, hoy se usa la palabra política como antónimo del Derecho.) Recuperar ese sentido (de la política) es, precisamente, el sentido de la democracia.
La República está en peligro cuando a un pibe lo torturan. Son chorros. No son personas. “A ver si así aprenden” (ese lenguaje policial cultural–judicial argentino puede parecer casual, no lo es, es la encarnación milenaria del pathei mathos, que aún subsiste en nuestro derecho, pero que viene de la tragedia en la Antigüedad, donde nació, a su vez, la democracia). Los delincuentes no tienen derechos humanos. Que sufran. Los que cuestionan el garantismo de la Constitución se alzan de repente en defensa de la Constitución y sus garantías, los que callaron mientras la República desaparecía dicen con cinismo y falso humanismo que con la democratización del Derecho y la Justicia “la República desaparece”, que la memoria no es derecho sino “venganza”. El debate por el Derecho y el funcionamiento de la Justicia argentina no empezó ahora. Hace diez años que, con altos y bajos (garantismo-antigarantismo, matrimonio igualitario, Ley de Identidad de Género, memoria-impunidad, nueva ley de salud mental vs. modelo tutelar manicomializante. Todas estas discusiones esconden la democratización del Derecho, la idea de ver como nuevos sujetos con palabra donde antes se veía objetos a “tutelar”, sin derechos, “enfermos”, “locos”) se viene dando todos los días.
La Memoria es el debate por la democratización y la palabra. La democratización pone en peligro el negocio de los guardianes (curadores–jueces-fiscales). Su secreto mejor guardado. La idea de “curar”, en vez de escuchar. La idea de “representar”, en vez de dejar que el otro hable. La idea de dar –e imponer– sentencias. En vez de hacer derechos.
* Defensor juvenil.
** Asesor de la Secretaría de Derechos Humanos.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-219945-2013-05-14.html