Con el avance de la tecnología y la posibilidad del acceso a internet desde casi cualquier lugar del mundo, los llamados “ciberdelitos sexuales” han dejado de ser una posibilidad lejana para convertirse en un peligro real, del que no están exentos los menores de edad catamarqueños, muchos de ellos usuarios de redes sociales sin ningún tipo de control parental, lo que los deja completamente expuestos a ser víctimas de un ataque virtual por parte de un pedófilo, que encuentra en la web una herramienta no tan sólo fácil de usar, sino gratuita para acceder a sus víctimas.
La pedofilia en Internet, además, no se circunscribe al uso privado de las computadoras personales, sino que se trata de un negocio que por año genera 20.0000 millones de dólares en el mundo, que es el resultado del tráfico y la comercialización de imágenes con contenido sexual.
En este sentido, y específicamente para tratar de hacer prevención en cuanto a esta problemática, el juez de Menores, Rodrigo Morabito, brindó una charla en la Escuela de Capacitación Judicial este martes, para explicar las condiciones que son propicias para este tipo de delitos, cuáles son y cómo prevenir que sucedan. Morabito explicó que este tipo de delitos “no cuentan con una regulación legal”.
Peligros
El juez, asimismo, trató de advertir sobre prácticas como el “sexting”, que es el intercambio por la web de imágenes eróticas o provocativas, que en sí, no consisten en un delito una vez que el mismo menor es el que las pone a disposición del público, pero en manos de un pedófilo, este mismo material pasa a tener otra finalidad y significado.
El “toothing”, por otra parte, es el intercambio de material con contenido sexual vía bluetooth. A través de cualquiera de estas herramientas, el pedófilo es capaz de obtener imágenes que se utilizan para la pornografía infantil o, incluso, para la trata de personas. Una de las modalidades más complejas y temibles utilizadas por este tipo de personas, es el “child grooming”, que consiste en acosar a un niño a través de una red social y luego extorsionarlo para tener un encuentro sexual con él.
Morabito explicó, en este sentido, que bajo esta modalidad, los llamados “boylovers”, que es el término acuñado para señalar a los pedófilos, se ponen en contacto con su víctima a través de internet, en muchos casos utilizando “nicks” o apodos atractivos (como Justin Bieber, Messi o Dragonball). Una vez que captaron la atención del menor, lo que hacen a través de la simpatía y hablando en el lenguaje utilizado por los menores, logran obtener la confianza suficiente para “tantear el terreno”. En esta etapa, el pedófilo tratará de conocer si su posible víctima vive con sus padres, qué actividades realiza y si cuenta con supervisión adulta.
Una vez establecido esto, el “boylover” comienza a enviar imágenes con material explícito y a través de la manipulación psicológica del menor logra que éste le envíe, a su vez, imágenes o filmaciones en donde se está tocando o se vean sus partes íntimas.
Cuando el pedófilo tiene ese material en su poder, el paso próximo es extorsionar al niño, diciéndole que expondrá este material si se niega a hacer lo que le pida y propicia un encuentro en el que concretará el abuso sexual y, posiblemente, obtendrá material de pedofilia para distribuir o intercambiar entre sus pares.
Perfil
Rodrigo Moraito explicó que no hay un perfil definido que ayude a detectar a un pedófilo, pero en el 99% de los caso se trata de hombres jóvenes que buscan a niños de sexo masculino. “El consumidor de pornografía infantil llega a tal grado de adicción hacia esto, que después trata de generar su propio material”. Sobre esto, el juez aseveró que hay redes mundiales que defienden este tipo de prácticas, y algunas de ellas tienen un costo de membrecía bastante alto y el usuario debe poseer un mínimo de 10.000 imágenes pornográficas para que se le permita ser socio.
La clave
Con respecto a estos peligros latentes cada vez que un niño de manera inocente ingresa a internet, Morabito dijo que, sencillamente “la clave está en el diálogo”. Los niños deben saber que este tipo de peligros son reales y los padres, a su vez, deben estar al tanto en todo momento de la actividad que los menores llevan a cabo en la red.
“Los padres tienen que saber cómo funciona la tecnología, las redes sociales que utilizan sus hijos y controlar con quiénes mantienen contacto a través de éstas. Es importante que los niños no publiquen detalles sobre sus actividades y que sus perfiles sean privados”, indicó, asegurando que hay programas que escanean los chats de los menores para detectar patrones de conducta de esta naturaleza y prevenir los ciberdelitos, pero no están al alcance de todos por ahora.
http://www.elesquiu.com/notas/2013/6/20/policiales-285498.asp