Sebastián se levantó el miércoles pasado a la mañana y, como todos los días, empezó a ver con sus hermanos quién se bañaba primero. “Mami me puso el calefón a mí, gato”, le decía al hermano. Tiene 15 años y es el menor de cinco: tres varones y dos chicas. Su papá murió de cáncer cuando él tenía un año y medio. «Yo me puse a limpiar, a barrer el patio. Al rato, después de las 11 más o menos, sonó el teléfono y me dijeron que le habían disparado a mi hijo en 8 y 72”, dijo la madre, Eugenia. “Pensé que no podía ser, que él todavía estaba en casa. Para mí esa mañana se fue como una luz».
A Eugenia la llevó un vecino hasta el lugar. Estaba lleno de policías y cuando se acercó encontró a su hijo tendido en el asfalto, con los ojos cerrados. Logró atravesar el cerco policial y pudo acercarse al muchacho.
−¿Qué te pasó Sebastián?
−Me pegaron un tiro, má.
Y atrás llegó la ambulancia. Eugenia subió adelante. En cuanto llegaron al Hospital San Martín de La Plata, Sebastián fue llevado al quirófano. Los médicos no pudieron explicarle a Eugenia qué recorrido hizo la bala, pero sí que había roto el hígado y sus intestinos.
Hasta acá parece una historia más de las encuadradas en la sección «policiales», sino fuera porque desde hace un tiempo vienen apareciendo una serie de casos calcados. Policías vestidos de civil que se movilizan en motos, jóvenes que intentan robárselas a punta de pistola, policías que disparan a matar “en legítima defensa”. Esta es la versión que da la policía en los casos de Omar Cigarán, Maximiliano de León, Axel Lucero, los tres asesinados. Y ahora en el de Sebastián. La diferencia radical y la importancia de este caso es que Sebastián sobrevivió y podrá dar testimonio.
De momento está imputado el sargento Juan Carlos Noguera, autor de los tres disparos de esa mañana del 19 de junio. Uno dio en la moto del joven, otro en una zapatilla y el último en el torso. Noguera dijo haber disparado luego de escuchar al acompañante de Sebastián –supuesto cómplice− decir que “lo matara”, pero no se encontraron en el lugar más casquillos que los de la pistola del policía.
Julián Axat, defensor del Fuero Penal Juvenil de La Plata vincula, este caso con los asesinatos de menores que motivaron su pedido de investigación a la Suprema Corte bonaerense. La clave de este caso, que puede iluminar los anteriores, es lo que comenzó a contar Sebastián, lo que cuenta la madre, algunos testigos y los amigos. “Es importante esperar. Este caso va a demostrar si en realidad esta circunstancia que el policía siempre cuenta como legítima defensa es así o si en realidad detrás de esto hay una búsqueda y un hostigamiento, y en todo caso un intento de ejecución sumaria de chicos que son perseguidos y hostilizados por la policía”, señaló Axat. Su hipótesis es que atrás de esto hay un ejercicio de prontuario y prácticas de eliminación social.
Los amigos de Pacho, como le dicen a Sebastián, cuentan que andaba rápido en la moto, que nadie podía alcanzarlo. Que si veía un auto de la policía hacía zigzagueos a toda velocidad y se esfumaba, algo que hacía sentir a los uniformados un tanto humillados. Se cree que la policía se la tenía jurada, ¿solo por eso? En la familia temen otra cosa: que además fuera un chico “reclutado”, no se dice por quién, como otros del barrio. “Que alguien lo mande”, dice Eugenia.
La familia recibió amenazas ayer por la mañana en el hospital. Dos personas, una policía y alguien vestido de civil, intentaron ingresar en la terapia de manera violenta. El chico está fuera de peligro, pero todavía su estado es delicado. El personal de seguridad y su mamá impidieron que se acercaran al joven.
Axat lo explica de este modo: “Tiene que ver con que se está recuperando, entonces de alguna manera el personal policial que va a estar implicado y que está implicado en esta causa, se las ve venir. De alguna manera tratan de amordazar a esta familia y al chico, amedrentarlos para que no hable. Hoy nos presentamos como particulares damnificados y vamos a avanzar en la causa. Le pedimos, además, al fiscal Romero una protección personal para la mamá y el chico. Espero que no sea de la Bonaerense, sino de la Gendarmería o de otra fuerza de seguridad”.
El muchacho no está imputado. Lo primero que pudo decirle a su mamá luego de la operación y de salir de un coma inducido es “me dispararon y yo no hice nada”. Lo inédito del caso es su excepcionalidad: que Sebastián viva para contarlo.