1. Porque la mayoría de los violadores son conocidos por las mujeres violadas. Están dentro de sus hogares, escuelas, oficinas, clubes, comisarías, parroquias, juzgados, vecindarios. Conocemos sus rostros porque violan a cara descubierta. Y aun denunciándolos a cara descubierta prevalece la indulgencia, la sospecha hacia las víctimas y la impunidad.
2. Porque debilita la credibilidad de las mujeres: asume que la prueba material (el dato genético) es imprescindible/necesario/determinante para hacer valer nuestro derecho a la integridad.
3. Porque no tenemos esperanzas de que los curas o los violadores de prostitutas y travestis estén en el registro. Tampoco nos ilusionamos con que el registro considere violadores a los varones que fuerzan a sus legítimas esposas dentro de una relación matrimonial.
4. Porque alimenta el mito del violador serial y crea un nuevo sujeto: el “violador de baldío”. No promueve cambios sociales, simbólicos ni políticos para reducir la violencia sexual.
5. Porque confiere poder a la policía y no garantiza que los violadores vayan a la cárcel. Al incluir delitos contra la libertad (secuestros) y registrar datos genéticos de “todas las investigaciones penales”, se devela el verdadero deseo que impulsa la ley y que ésta disfraza con argumentos de “protección a la mujer”. Intuimos que seremos la excusa para criminalizar a los sujetos vulnerables de siempre.
6. Porque si consideran que es un delito tan grave, promoverían cambios en las condiciones que hacen posible una violación. Los violadores son varones que se exceden en el ejercicio de poder que el patriarcado pornocapitalista les otorga; poder que ningún juez, periodista, policía, cura o padre de familia cuestiona.
7. Porque la sociedad educa a los niños para que sean violadores y a las niñas para que sean violables, y después los culpabiliza apelando a la responsabilidad individual.
8. Porque penaliza a las personas y no a las acciones, y esto es inconstitucional. Al etiquetar a alguien de por vida se le quita la posibilidad de modificar sus conductas.
9. Porque supone que la sobreviviente de una violación no puede jamás reponerse del trauma, con lo cual sería justo marcar al violador de la misma manera, de por vida. Pero la violación no es un estigma, ni para la víctima ni para el violador. Es un abuso de poder de los más violentos que puedan imaginarse, y uno de los pocos que están penados por ley.
10. Porque nunca fue un objetivo feminista tener un registro de este tipo.
* La construcción de este artículo no hubiera sido posible sin la colaboración invalorable de las personas que forman el Colectivo para la Diversidad, que transformaron nuestras intuiciones políticas en argumentos más o menos jurídicos.
* La revista Baruyera, una tromba lesbiana feminista, puede adquirirse en la Librería de las Mujeres (Hipólito Yrigoyen 1536) o en Librería La Mancha (Corrientes 1888). Otros puntos de venta se pueden consultar en:baruyoaldia.blogspot.com