En apenas dos semanas a Ángeles Rawson la violaron en la calle, fue una víctima más de la inseguridad, se sospechó primero de algunos vagabundos o habitantes de casas ocupadas, también del padrastro, luego detuvieron al portero, se habló de un ataque sexual, después de una pelea en el palier, de un ataque en el sótano con la participación de varias personas, y más. La chica no fue vejada en vida, eso lo comprobaron las pericias, pero sí post mortem. Todo bajo la impiadosa luz de las cámaras de televisión.
“¿Qué querés? Algo hay que decir”, se justificó un movilero, después de una guardia de horas frente al edificio dónde vivía la chica. Aunque no exista información, en especial en los canales de noticias de 24 horas, algo siempre hay que decir. No importa qué. Todo vale: conjeturas, opiniones de vecinos yespeculaciones varias.
A veces el que sugiere no es el cronista. Desde los estudios centrales, el productor acicatea: “¿tenés algo?”. Y ante la respuesta negativa, reclama: “en el canal XX dijeron que es inminente la detención de un familiar. Por lo menos decí eso” (este ejemplo es inventado). Y allí opera el milagro: un dato no corroborado se convierte, gracias al potencial, en información.
Algo hay que decir sobre el tema. Porque el tema mide. Algo hay que decir aunque no existe ninguna información nueva. En esta dinámica la medición del rating minuto a minuto –una verdadera lacra para los contenidos televisivos– es un condimento especial. Si algo mide se mantiene en el aire, no importa si los periodistas tienen algo novedoso para transmitir. Y si mide bien, se traslada de los programas de noticias a los de información general y de allí se muda a las emisiones de chimentos o espectáculos.
Hay algo irrefutable: el asesinato de Ángeles tiene todos los componentes de un buen policial. Un crimen sin motivo aparente, una familia misteriosa, un detenido que confiesa y luego se arrepiente, denuncias deapremios falsos, un estudio de abogados caro y mediático que interviene a favor del principal sospechoso a instancias de un benefactor anónimo. Con mucho menos de eso, el crimen de Candela ocupó grandes espacios de televisión.
De hecho, según un estudio del Grupo Identidad, del 10 al 17 de junio, (o sea, la primera semana de cobertura mediática), el caso Ángeles tuvo 206 horas de programación televisiva destinada al hecho, contra las 85 que ocupó en los medios electrónicos el asesinato impune de Candela. El interés periodístico es innegable y es obvio que merece cobertura, la discusión es cómo y cuánto. ¿Es posible establecer algúncriterio general para este tipo de desarrollos periodísticos? ¿Se puede apelar a la autorregulación?
Los canales de noticias, desde C5N hasta TN, transmitieron sin interrupción durante horas. Los noticieros de tevé abierta ocuparon, hasta ayer mismo, casi las dos terceras partes de sus emisiones a este crimen. La excepción fue la Televisión Pública.
El caso Ángeles ya es la noticia con mayor despliegue mediático de los últimos tiempos. Todo lo demás quedó bajo su sombra. “Es lo que pide la gente”, se justifican los programadores de los canales, todos ellos muy seguros del rumbo que hay que tomar y dispuestos a disputar la batalla del rating como sea.
El morbo, la atracción por cosas desagradables, no es un fenómeno nuevo. “Si querés cultura andá al teatro -me dijo alguna vez un colega-, la tele es entretenimiento y un poco de información”. Parece que nadie puede poner en entredicho esta cuestión. A la gente hay que darle lo que pide. Siguiendo esta lógica se puede afirmar, con ánimo de provocar algún debate, que la tele es el lugar más alejado del periodismo.