Detrás del paredón altísimo aparecen seis unidades de detención. Edificios bajos, blancos y celestes. Entre ellos hay jardines arreglados con flores que acentúan el contraste con las decenas de ventanitas mínimas y enrejadas de las que cuelgan ropas y se asoman algunas caras y brazos. El complejo carcelario de Florencio Varela está dividido en seis unidades. Una de esas es la Unidad Penal 32 en la que viven 500 hombres, entre ellos Francisco Nicolás (28), que llegó hace casi siete años y que quedará en libertad en el 2012.
Adriana von Kaull es la presidente de la Asociación María de las Cárceles que trabaja en la cárcel de Florencio Varela hace más de 18 años intentando brindar la posibilidad de que el tiempo de cumplimiento de una pena sea fructífero. «Nuestra consigna es que vamos en busca del ser humano, el hecho de que él haya cometido un delito, razón por la cual está en ese lugar, es algo que el deberá arreglar con su abogado, juez y fiscal, no es nuestro lugar. Buscamos cambiar el paradigma cárcel = universidad del delito, generando educación y trabajo», presenta a la asociación su titular.
Como todos los viernes Adriana llega a encontrarse con Francisco y con otros seis internos que asisten al taller de reciclado de computadoras. Allí, ellos acondicionan máquinas que luego donan a escuelas del interior y a pueblos originarios. Para llegar a la salita del taller hay que atravesar no menos de cinco rejas que los guardia cárceles abren e inmediatamente cierran, mientras, varios internos miran desde sus celdas, o desde un pequeño patio común o haciendo fila esperando para asistir a alguna actividad.
Video: Francisco, quien cumple su condena en la prisión de Florencio Varela, encontró en la reparación de computadoras mucho más que una futura salida laboral; el trabajo de la asociación María de las Cárceles
Trabajo diario. En el taller de computación suena música que llega desde una de las computadoras. Hay mate dulce y hasta una estufa que corta los dos grados de temperatura del resto del penal. Adriana es recibida como una madre. La abrazan, escuchan sus retos. Ella despliega sobre la mesa de trabajo varias docenas de facturas y reparte algunas cajas de cigarrillos. «Esto es una burbuja. Es salir de la cárcel estando adentro. Todos los internos que participan de los talleres encuentran un trabajo y la manera de ser solidarios con otros», describe von Kaull. «Cuando arranqué acá no tenía idea de computadoras, a través de la asociación conocí la tecnología, luego me hice instructor porque aprendo rápido y ahora le enseño a otros presos», dice Francisco. En el taller se trabaja de 8 a 18. Junto a sus compañeros reparan todo tipo de máquinas, instalan software, hacen pruebas, reemplazan piezas rotas y las embalan para ser donadas.
«A la hora del almuerzo paramos, nos cocinamos y nos ponemos a charlar de lo que vamos a hacer, algunos van a trabajar enseñando, otro que hace judiciales quiere trabajar con abogados. Las charlas ya no son salir y volver a delinquir», dice Francisco.
Varios internos asisten al taller de reciclado de computadoras. Foto: LANACION.com / Martina Matzkin
El momento de las donaciones -tres veces al año se entregan en el penal a los beneficiarios- se vive como una fiesta: «Vienen chicos que no habían tocado una máquina como me pasó a mí de grande hasta que entré acá. La emoción de los chicos a mi me hace feliz, me hace bien porque puse un granito de arena para que ese chico pueda tener algo», se emociona Francisco. Adriana agrega: «que desde la cárcel, internos, se preocupen para que los que menos tienen puedan acceder a esta tecnología es muy fuerte. Todos ellos que están acá por haber cometido un delito ese día son puestos en un lugar mucho más importante», dice Adriana.
Francisco está esperanzado y quiere que más compañeros se contagien de estas ganas. «A otros internos les diría que dejen de hacer lo que hacen siempre y aprovechen el tiempo, estudien, no está bueno vivir acá y no se puede vivir siempre de la delincuencia». Adriana, que ya ha visto a muchos de esos hombres abandonar la cárcel, se conmueve porque sabe que ahora tienen otra perspectiva de vida. «Ven posible una vida sin delito, además esto cambia la relación con sus hijos que vienen a visitarlos y pueden compartir este lenguaje de la tecnología y eso les hace muchísimo bien».
Francisco asegura que su mentalidad cambió y que quiere que llegue, aunque con temor por haber estado tanto tiempo encerrado, el momento de salir en libertad y buscar ese trabajo que anhela. Ahora los compañeros le hacen burla porque está «de punta en blanco» y huele a perfume. Pasa que es viernes de visita y vino alguien especial. Francisco se disculpa, saluda y sale al encuentro..
Protagonista: Francisco Nicolás (28)
Su historia. Está preso en la cárcel de Florencio Varela y desde hace cuatro años comenzó un taller de reciclado de PC; el año que viene saldrá en libertad y espera desplegar el oficio que adquirió
Tecnología: Taller de computación y Reciclado de computadoras (PC y notebooks) que son donadas a La Asociación María de las Cárceles por empresas y particulares. Los internos las acondicionan en hardware y software. Reciben clases de informática y arreglo de PC. Ahora están aprendiendo Linux. Pronto la asociación lanzará la escuela de informática para todo el penal.
http://www.lanacion.com.ar/1385457-la-vida-en-prision-y-un-trabajo-con-computadoras-que-da-esperanza