La Corte Suprema de Justicia de la Nación concedió este martes el beneficio de salidas transitorias a Karina Dana la Gallega Germano López a raíz de que los otros condenados en Brasil por la misma causa habían accedido a ese régimen.
Con los votos de Elena Highton de Nolasco, Ricardo Lorenzetti y Raúl Zaffaroni, contando con la adhesión de Juan Carlos Maqueda, concedieron este beneficio argumentando razones de humanidad e igualdad. Hija del desaparecido militante montonero Rodolfo Rocco Germano, Karina cumple una condena de 30 años de prisión que recibió en San Pablo, Brasil, junto a otras cinco personas por el secuestro del magnate y representante del empresariado paulista Washington Olivetto que cuenta con grandes influencias políticas. El caso fue tapa de toda la prensa amarilla.
Rebelde, solidaria, libertaria e internacionalista, la Galle es argentina, pero ganó su apodo por la tonada que adquirió durante su exilio en España (luego de pasar un tiempo en Suecia), lugar al que emigró con su familia perseguidos primero por la Triple A y luego por la dictadura que finalmente desapareció a Rocco.
Regresó a la Argentina en 1998, cuando empezó los trámites para que se reconociera a su padre como desaparecido y se realizaran la investigación correspondiente y la reconstrucción de los hechos. En su búsqueda, fundó la filial Norte de Hijos.
Detenida desde el 1º de febrero de 2002, pasó hasta el 2007 presa en el penal de Carandirú.
Condenados en bloque en primera instancia a 16 años, Karina Germano López, Mauricio Hernandez Norambuena, Alfredo Canales Moreno, Marco Rodriguez Ortega, Marta Urrego Mejía y William Gaona Becerra por la apelación por parte de la fiscalía les aumentaron la pena a 30 años de prisión.
Gracias a un tratado bilateral y a las gestiones humanitarias que realizaran su madre, Hilda, y distintas organizaciones de derechos humanos, le permitieron entonces el traslado a la cárcel de mujeres de Ezeiza.
Estudiante de las carreras de Sociología y de Letras en el Centro Universitario Ezeiza (CUE) que tiene la cárcel, habló con Miradas al Sur:
–Cuando secuestran a tu viejo tenías 12 años ¿qué recordás de entonces?
–La primera detención había sido en el ’74. Nos llevaron a mi viejo, a mi hermano y a mí. Ahí, yo tenía 10 años y él ocho. Eran las primeras acciones de la Triple A. Nos llevaron a la comisaría de Villa Martelli donde nos tuvieron detenidos. De ahí, los paramilitares nos llevaron a mí y a mi hermano a mi casa. Se quedaron toda la noche con nosotros, interrogándonos, revisándolo todo. Al día siguiente, nos mandaron en micro al colegio, donde nos rescató mi abuela. Por manifestaciones liberaron a los presos. Junto con mi viejo estaban Firmenich y unos cuantos más. Desde entonces pasamos a la clandestinidad. En mayo del ’76, en mi cumpleaños, mi viejo no apareció.
-¿Considerás que el perjuicio está relacionado con tu militancia de Hijos?
–Todos sabemos que la ley tiene dos caras de la moneda y depende de cómo se la quiera interpretar. En la primera instancia tuve de fiscal a Oscar Hermelo, recusado por mi defensa que ejerce el doctor Eduardo Soares, por haber sido miembro del Grupo de Tareas 3.3.2 de la Esma durante la dictadura militar, el mismo grupo de tareas que secuestró y desapareció a mi viejo. Y debe haber una lógica en las decisiones judiciales porque la segunda instancia se hace en la Cámara de Casación Penal, donde un juez era sospechado de firmar y autorizar (ilegalmente) la apropiación de bebés nacidos en cautiverio. Me correspondía tener las salidas en 2006 y, por supuesto que en diciembre de 2008, volvió a negármelas. No creo que sea casualidad. Justo cuando los juicios a los milicos son todos: perpetua-perpetua-perpetua.
–¿Cómo es que te vinculás en Brasil con los chicos de la juventud rebelde?
–Era fines del 2001. Yo estaba acá con trámites porque mi viejo no estaba ni en el informe de la Conadep. Quise tomarme unos días en Brasil para conocer. Por mi forma de conectarme con la gente, coincidí con ellos y compartíamos una casa en un lugar turístico. Éramos seis, todos extranjeros, ningún brasilero. Dos de ellos eran militantes y estaban clandestinos. Me crié en la clandestinidad, no tenía por qué andar indagando quiénes eran ni por qué. El secuestro fue llevado a cabo por un grupo que se manejaba en células. Una célula lo tenía en cautiverio, otra negociaba y otra se ocuparía del intercambio. Estos dos estaban en la negociación. Los otros cuatro ignorábamos todo al respecto. En un operativo conjunto nos allanan argumentando que éramos narcotraficantes. No encontraron ni drogas, ni armas, ni nada. Pero encontraron las cartas del secuestrado. La Policía no tenía a nadie de la organización. Eran tiempos de campañas preelectorales y el gobierno de San Pablo empezó a utilizar nuestro caso como campaña publicitaria de su candidato.
–¿Qué vas a ser cuando salgas?
–Voy a dar muchos abrazos. Porque esto fue un logro colectivo de mucha gente que me ayudó. Y después, me voy a ir a nadar. Todavía estoy un poco confundida, no sé bien dónde quiero laburar ni cómo haré para estudiar, eso vendrá después.
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