“A todos nos apasiona la investigación, es un interés que lo traemos incorporado, es algo innato. Cuando como un asado con mis ex compañeros de escuela, que tienen otras profesiones muy interesantes, siempre ocurre que quieren saber cómo es mi trabajo, cómo resolvimos el último caso. Y uno no puede contar mucho, por el secreto de sumario. Encima el cine policial alimenta todo eso”, dice el comisario mayor Atilio Bernabey, un investigador de trayectoria y uno de los jefes supremos de la Dirección General de Investigaciones Criminales.
Cada año, la gran mayoría de los egresados de las escuelas policiales quieren entrar a esa Dirección para convertirse en investigadores. Los policías más jóvenes sueñan con resolver casos resonantes, encerrar a los criminales más pesados y ganar el respeto de sus pares. ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay entre un policía de calle y un investigador?
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A media mañana del pasado 14 de febrero, Día de los Enamorados, el estruendo de un balazo alborotó a los pájaros en barrio Cooperativa Los Paraísos. Los vecinos se asomaron a la calle y vieron, sentado sobre un tronco, a un muchacho inmóvil. Era un pibe del barrio, tenía 17 años y un hilo de sangre brotaba de su cabeza. En el momento en que se oyó el disparo, según dijeron los vecinos a los primeros uniformados que llegaron al lugar, tres jóvenes estaban con él.
“Estaba deprimido porque el año pasado se suicidó su hermano, decía que no quería vivir más. Y bueno, se pegó un tiro delante nuestro”, dijeron los amigos cuando fueron interrogados. La versión del suicidio recorría el barrio mientras la escena era delimitada con un cordón criminalístico.
Minutos más tarde, un hombre de unos 40 años –zapatos negros, pantalón de vestir, camisa mangas cortas y corbata– se bajó de un auto sin señas particulares, cruzó el cordón y saludó a los policías del patrullero. El periodista observó la escena desde atrás del cerco policial.
El recién llegado se acercó al cuerpo del adolescente, lo observó un momento y preguntó:
–¿Era zurdo?
–Los familiares dicen que era diestro, jefe–, respondió un pesquisa más joven.
–Entonces su mano hábil es la derecha, pero la bala entró por el parietal izquierdo –el detective se agachó junto al cadáver, señaló los miembros superiores y dijo– Cuando alguien se pega un tiro, los músculos hacen un espasmo y la mano que sostiene el arma suele quedar con la forma de la empuñadura, con el dedo índice curvado, como presionando el gatillo.
Los investigadores observaron las manos semiabiertas del cadáver: en la derecha había un papel para armar cigarrillos y en la izquierda, una bolsa de nailon que contenía algo de marihuana.
–Estaba por armar un porro. No sostenía ningún arma.
–Y la herida está limpia, no tiene tatuaje.
–¿Disculpe?
–La bala siempre sale del cañón junto a un poco de pólvora encendida; si el arma hubiera sido disparada por él, a poca distancia de su cabeza, la piel que rodea la herida estaría ahumada por la pólvora, oscura, como el ojo de un mapache. Esta bala fue disparada de cerca, pero desde una distancia mínima de medio metro.
–No pudo dispararse él mismo.
Los investigadores de Homicidios, entonces, levantaron la vista y buscaron, entre los curiosos que nos agolpábamos detrás del cordón, a los tres amigos del muerto: los jóvenes que habían mentido.
Finalmente, uno de ellos, de 27 años y apodado “Virus”, fue detenido e imputado de homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Parece que es cierto que el adolescente, probablemente bajo el influjo de las drogas, amenazaba con pegarse un tiro; pero lo que no dijeron sus amigos fue que en ese momento “Virus” le arrebató el arma y, mientras la manipulaba, se le escapó el balazo que le perforó el cráneo a su amigo.
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Quiere ser detective, ya veo. Mire que no cualquiera puede, tiene que encajar con el perfil y demostrar capacidad. Y hay que estudiar, eh, no se trata de un cursito por correspondencia, de esos que se ofrecían antes en las revistas; son cuatro meses intensivos: a la mañana las materias prácticas –tiro, artes marciales, práctica de investigación– y a la tarde las teóricas –criminalística, derecho penal, técnicas de entrevista, psicología criminal–. ¿Se imagina trabajar sin uniforme? El arma la conserva, claro, pero escondida entre el cinto y la cadera. Tendrá que pasar desapercibido, ser sigiloso, no hablar mucho de su trabajo. Porque un buen detective, oficial, debe ser una sombra.
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1. Ésta es la escena del crimen, mírela bien. Usted debe identificar al autor del delito, revelar sus móviles. ¿Por qué hizo lo que hizo?
2. Lo primero que hay que hacer es preservar el lugar del hecho. Los juanes de las patrullas seguro colocaron el cordón criminalístico para delimitar, pero hay que asegurarse.
3. Sea cauto, no hay que dejar que nadie toque nada. Evitar la contaminación es clave para preservar la prueba.
4. Colabore con la Policía Judicial en las pericias: todo debe ser fotografiado tal cual está, hay que realizar una planimetría del lugar y encontrar las vainas servidas para saber cómo fue el movimiento de los proyectiles.
5. Observe la escena con detenimiento, busque huellas y rastros, analice lo que encuentre, imagine qué pudo haber ocurrido, trace hipótesis.
6. Señalice la evidencia: ropa, colillas de cigarrillos, cabellos, saliva, sangre, semen, todo irá a parar al laboratorio de Policía Judicial. Pero los resultados se demoran y la investigación no puede darse ese lujo: si puede, realice usted mismo pruebas preliminares en el lugar. La confirmación de la Judicial va a servir para el sumario.
7. Amplíe la mirada, en espiral, hacia los alrededores de la escena: identifique a los testigos. Siempre hay testigos. Nosotros tenemos una máxima: “No importa lo que hagas, siempre alguien te ve”.
8. Recabe testimonios, entreviste a vecinos, amigos y familiares. Mírelos hablar, repregunte siempre. ¿Sostienen el relato o lo van acomodando? ¿Se ponen demasiado nerviosos? ¿Tienen sudoración fría? Esté atento al lenguaje corporal.
9. Nunca deje de hablar con la gente de la patrulla, conocen el sector mejor que nadie y a muchos la calle les dio un olfato infalible. Pregúnteles quiénes son los tipos fuleros de la zona.
10. Informe las novedades a la Fiscalía de Instrucción de turno y aguarde las órdenes del fiscal. Evite a la prensa. Si llega a hablar con algún periodista, muéstrese parco: tenemos una reputación que mantener.
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Sergio Comugnaro
Jefe de Policía, ex Director de Investigaciones Criminales
«La Escuela de Investigación del Crimen es muy importante, ayuda a abrir la mente porque enseña nuevas técnicas de investigación, entrevista y seguimiento. Estamos capacitando a todo el personal de Investigaciones de a poco, pero la idea es que todos lo hagan. Es la política de seguridad de nuestra Policía: tenemos que vivir capacitándonos».
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Dígame detective
Generalmente, los policías que realizan tareas de investigación tuvieron suerte y de entrada fueron comisionados a la Dirección General de Investigaciones Criminales, donde aprendieron el oficio observando a los pesquisas más viejos. Pero las nuevas tecnologías fueron haciendo indispensable profesionalizar la tarea diaria de los investigadores, por lo que en 2004 surgió la Escuela de Investigación del Crimen, que funciona en el primer piso de la Central de Policía.
Entre las capacitaciones que brinda se destaca el Curso de Investigación del Crimen, del que ya egresaron 352 detectives: 220 de la Policía de Córdoba y 132 de policías de otras provincias y fuerzas de seguridad, como Gendarmería, la PSA, el Servicio Penitenciario y la Judicial. Incluso, un grupo de policías de Panamá se formó en esta escuela.
“En este curso, que dura cuatro meses, los alumnos adquieren conocimientos científicos, técnicos y procedimentales en materias teóricas como Metodología de la investigación, Derecho procesal penal, Criminalística y Psicopatología criminal; y en otras asignaturas prácticas como Investigación criminal, Defensa personal y Tiro”, explica el comisario Cristian Morillo, director de la Escuela.
La nómina de profesores es notable: desde los fiscales Marcelo Altamirano y Maximiliano Hairabedián hasta el bioquímico y comisario retirado Funes Palacios, pasando por varios prestigiosos investigadores policiales que capacitan en técnicas de entrevista, análisis de las comunicaciones e inteligencia criminal.
Actualmente, el curso está abierto para todo el personal de Investigaciones Criminales y para las brigadas de civil de los distritos y las departamentales. El policía de calle que integre la brigada de investigaciones de alguna comisaría puede hacer el curso para aumentar sus chances de ser convocado a Jefatura.
¿Cómo se puede medir la eficacia del curso? Con un indicador: en 2000, cuando la Escuela aún no existía, la División Homicidios resolvió el 75% de los casos que ocurrieron ese año. En 2011, cuando un 15% de su personal ya se recibió de detective policial, Homicidios tiene el porcentaje de casos resueltos más alto del país: el 93 por ciento de los hechos fueron esclarecidos.
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Obsesivos, pero no tanto
¿Los detectives reales son como los retrata el cine, las series norteamericanas y la literatura policial? ¿Son hombres huraños, obsesivos, fumadores, alcohólicos y divorciados?
Los investigadores cordobeses, al menos, conservan algunas de estas características: desde la fuerza reconocen que en mayoría –un 70 por ciento– son varones; y aunque remarcan que “lo del alcoholismo no es como hace 20 años”, muchos conservan aún el vicio del tabaco, “por la adrenalina y la ansiedad que generan los operativos”. En relación con la vida personal de los policías –que, se sabe, es complicada–, destacan que para poder hacer este trabajo los investigadores “deben contar sí o sí con el apoyo de la familia”.
Psicólogos. ¿Cómo tiene que ser la mente de un investigador? En Investigaciones Criminales hay un equipo de cuatro psicólogos que, además de contener a las víctimas de los delitos, tienen la responsabilidad de seleccionar a los aspirantes que pretendan ingresar a la Dirección.
“Cada año entrevistamos a un grupo de 250 aspirantes, por lo menos.
De esos, van a ingresar sólo unos 30 ó 35”, cuenta José Juárez Herrera, policía, psicólogo de la División Contención a la Víctima y profesor de Psicología Criminológica en el curso de Investigación del Crimen.
Son chicos jovencitos, de 21 años, recién egresados de las escuelas policiales. En una primera entrevista grupal, los psicólogos se fijan en su seguridad personal, en cómo se comportan respecto del grupo. Eligen a la mitad, que van a una etapa de diagnóstico en el que medirán su agilidad mental, su memoria, el control de la impulsibilidad y la agresión y la flexibilidad para adaptarse a situaciones de tensión. Apenas 60 van a pasar a la última etapa de entrevistas en profundidad y, entre ellos, van a seleccionar a 30 los mejores.
“Los investigadores deben ser creativos, detallistas y ‘obsesivos’ en el buen sentido del término: sin la rigidez ni la inseguridad”, aclara Juárez Herrera.
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Intensivo: mientras cursan, no pueden trabajar
El 14% del personal de la Dirección de Investigaciones Criminales ya se recibió de detective (el 15% en Homicidios, el 23% en Robos y Hurtos y en Antisecuestros) y la idea es que todos hagan el curso. Pero no es fácil: los jefes de cada área se resisten a “entregar” efectivos a los que no podrán recurrir durante cuatro meses.
Fuente: http://www.diaadia.com.ar/policiales/detectives-trabajar-escena-crimen