Cuando un caso criminal nos conmueve, todos somos fiscales, defensores y jueces. Sabemos quién dice la verdad y sospechamos quién miente. Acusamos con rigor o reclamamos la inocencia y el beneficio de la duda. Analizamos las pruebas y dictamos un veredicto.
Hay quienes se dejan impresionar por el horror y condenan sin más; otros que desconfían de la honestidad de los investigadores y absuelven. “Mangeri asesinó a Ángeles”; “Le plantaron el ADN en las uñas”; “El padrastro algo tuvo que ver”. Pero siempre desde el sillón de casa, frente al televisor, y nunca cara a cara con el acusado.
Ahora estará la posibilidad de ser juez frente a un caso real, levantarle o bajarle el pulgar a un “imputado”, sin haber estudiado abogacía. Será un simulacro, nadie irá preso, pero se pondrá a prueba un sistema de enjuiciamiento que ordena la Constitución Nacional desde hace 150 años, pero que nunca se implementó: el juicio por jurados.
El simulacro será el 13 y 14 de septiembre, en Paraná. Es organizado por el Instituto de Derecho Procesal Penal del Colegio de Abogados de Entre Ríos, en conjunto con la Asociación Pensamiento Penal y la Asociación Argentina de Juicio por Jurados. Pronto se abrirá la convocatoria a la gente que quiera inscribirse para participar como jurado.

 

Más preguntas que respuestas
Esta iniciativa encuentra entusiastas y detractores, resulta una amenaza a quienes hoy ejercen el Poder Judicial por tiempo indeterminado y sobre todo dispara muchos interrogantes.
¿Puede cualquiera decidir si alguien es culpable o inocente? ¿Qué diferencia hay entre un magistrado de extensa trayectoria con la vecina, el plomero, la maestra, el taxista, la médica, el desocupado o la empleada de comercio, respecto a que decidan si el acusado asesinó o no? Algunos sostienen que es necesario ser “letrado”, saber de leyes y Derecho para llegar a la verdad; otros consideran que todos tienen la idoneidad suficiente para observar las pruebas y establecer si el acusado cometió el delito. Luego, para determinar qué sanción penal debe cumplir, sí están los abogados que debatirán al respecto según la legislación.
¿Puede sentirse presionado por el clamor social y mediático un ciudadano que sea convocado para ser jurado?¿Y corrompido para inclinar la balanza hacia un lado? En tal caso, ¿cuál es la diferencia con un juez? Después del juicio el vecino se vuelve a su casa sin nada que perder, mientras que el magistrado debe continuar en el cargo (muy bien remunerado).
En este punto se ven las hilachas judiciales cuando sobre casos similares se dictan sentencias diferentes: donde el reclamo social era por una condena, así fue la sentencia, pero donde el hecho pasó desapercibido otorgan por ejemplo una probation.


Condenados de antemano
Otra cuestión es acerca de los prejuicios sociales, raciales, de clase y de género que pueden nublar la visión de un jurado sobre las pruebas y los argumentos. Uno de los estereotipos sociales que mas rechazo genera en la sociedad hoy es el “pibe chorro”: gorra, pantalón ancho, zapatillas grandes y por lo general consumidor de drogas. Si lo condenan, es porque robó, mató o violó. Si lo absuelven (lo cual es mucho menos probable) es porque se buscó un buen abogado o porque las leyes protegen a los delincuentes. En este sentido, poner un jurado frente a un acusado con estas características sería un desafío.
La misma regla vale para las víctimas: Ángeles Rawson, asesinada en el centro porteño, tuvo la mayor cobertura mediática que se recuerde de un caso en la última década. La adolescente qom violada y asesinada en Chaco hace algunos días, apenas alcanzó algunos pantallazos en medios nacionales.
A su vez, en la mayoría de los juicios orales y públicos parece que el imputado debe probar más su inocencia que la acusación su culpabilidad. El prejuicio existe en todos los niveles, y los errores de los jueces lleva algunas veces a que sus sentencias sean revocadas en instancias judiciales superiores, con el costo de que durante ese tiempo una persona estuvo en la cárcel, o con el estigma de una condena. En Entre Ríos son mínimos los juicios que terminan con una absolución ¿Tan bien se investiga?

 

Hay que ver
Doce hombres en pugna es una película norteamericana de la década del 50 en la que se representa la deliberación del jurado de un juicio a un inmigrante acusado de matar a su padre. Desde la certeza de que es culpable, con fuertes prejuicios sociales y raciales, los integrantes del jurado comenzarán a dudar, con pruebas y razonamientos.

 

http://www.unoentrerios.com.ar/policiales/Cualquiera-podra-juzgar-haran-simulacro-de-juicio-por-jurado-20130803-0004.html