Con el objetivo de lograr que los chicos infractores de Ley puedan reinsertarse en la sociedad y, al mismo tiempo, evitar que caigan en el estigmatizante Sistema Penal, desde hace 3 años en Catamarca se desarrolla el Programa Territorial “Monitoreo y Supervisión de Jóvenes en el Ámbito Socio-Comunitario”. En la actualidad, cerca de 50 chicos de entre 14 y 17 años integran este programa.
Silvia Barrozo, directora de Infancia y Adolescencia del Ministerio de Desarrollo Social, le aseguró a EL ANCASTI que en Catamarca se viene desarrollando, desde hace ya un tiempo como política pública, la interacción de un dispositivo en el Centro Juvenil como la última opción que tiene el juez.
Para ello, se trabaja con el programa territorial “Monitoreo y Supervisión de Jóvenes en el Ámbito Socio-Comunitario”, donde el chico que cometió un delito menor o presunto infractor –porque aún no pasó por un juez que lo haya determinado- recibe el acompañamiento de personal especializado para poder modificar sus conductas y lograr una verdadera inclusión en el ámbito de la comunidad.
La mayoría de los chicos del programa presentan una falta de contención familiar por algún motivo. «Tal vez se trate de hogares monoparentales o familias que se rearmaron, donde es muy común que se reniegue y no quiera estar cuando hay un nuevo padre; entra toda una cuestión conflictiva de celos, que genera problemas en la casa», detalló Barrozo, quien agregó que es una forma de mostrar su rebeldía y trata de sobrevivir, de otra manera, en la calle, haciendo lo que puede.
“Hay mucha cuestión de adicciones. Tenemos casi toda la población de chicos infractores de la ley con algún tipo de adicciones. Esto no quiere decir que la adicción esté unida al delito. Muchos chicos pueden ser adictos y no delinquir nunca. En estos casos, la mayoría tiene algún tipo de adicción. En la Capital, a los psicofármacos o a alguna sustancia ilegal; en el interior es más al alcohol”, indicó.
Además, la directora precisó que aunque los chicos son imputables desde los 16 años, la idea de trabajar con los más chicos, a partir de los 14, es a modo de prevención. Es decir, no se los va a penalizar. No obstante, el dispositivo, de alguna manera, es una restricción de su libertad. Hay horarios que tienen que cumplir y actividades que no son elegidas por ellos y obligatorias, pero los pueden ayudar a reencauzar su vida y no llegar a incluirse en el mundo delictivo posteriormente, explicó.
El Programa funciona en la Capital y tiene entre 22 y 24 chicos. También se abrió esta alternativa en dos localidades del interior, en Recreo, departamento La Paz, y en Belén. En cada lugar, se trabaja con 13 chicos, para además evitar el desarraigo.
En el caso de los chicos del interior, la única opción que tenían los jueces era enviarlos a la Capital o tenerlos en comisarías, que es lo que se busca desterrar definitivamente en el ámbito de la Provincia.
“Tenemos distintas realidades, tanto en el interior como en la Capital. Por lo general, las infracciones a la Ley, en el interior, lo consideramos como cuestiones ‘muy leves’. No es lo mismo en Capital, donde hay hurtos y robos ‘más sofisticados’. Los chicos en el interior responden rápido al acompañamiento. La mayoría de los chicos están escolarizados o dejaron hace muy poco tiempo la escuela. Es más fácil hacerlos ingresar al sistema escolar o interesarlos por algún otro tipo de actividad. En la Capital es un poco más trabajoso pero lo estamos logrando. Los primeros objetivos son que se incluyan con alguna posibilidad de permanecer en su comunidad, de una mejor manera”, analizó.
Daños y consecuencias de la privación de la libertad
De acuerdo con la legislación supranacional vigente, la privación de la libertad debe ser el último recurso y por el menor tiempo posible, en un lugar debidamente acondicionado y cuando se trate de delitos graves, con penas de más de 2 años. Un informe elaborado por las Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños advierte sobre la actual situación de violencia contra los chicos en el Sistema Penal Juvenil y analiza los factores sistemáticos que contribuyen a la violencia. También proporcionó diversas estrategias de prevención.
Por su parte, en junio último, Eugenio Zaffaroni, uno de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación lanzó una advertencia: “Mejor que un chico ni roce el sistema penal. Sólo con que alguien sea rozado por el sistema penal, el efecto será estigmatizante”.
En este sentido, Barrozo destacó que con la puesta en funcionamiento de este programa “se evitan todos los males que trae la situación de encierro y todas las dificultades, tanto a nivel psíquico como fácticos, perder los contactos con su medio habitual y vivir una situación que no es la real y temporaria: el encierro”.
Además, la funcionaria destacó que este Programa fue muy bien valorado a nivel nacional.
«Se recibieron felicitaciones de la Defensoría General de la Nación y la SENNAF. El año pasado nos invitaron para disertar sobre la experiencia de cómo manejaba Catamarca el tema. También contamos con otro dispositivo para los chicos infractores: el Programa Cada Palabra, con fondos nacionales y de la ONG Camino a la Libertad. Además de tener talleres, tiene como objetivo que los chicos aprendan a poner en palabras todo lo que sienten y no a través de un acto, para disminuir las conductas violentas. Son alrededor de 20 chicos que se reúnen una vez a la semana. Queremos avanzar en esto porque puede haber cambios internos en la conducta de los chicos”, contó.
El porcentaje más bajo
Con relación al tema de la inseguridad, según datos de la Dirección que depende del Ministerio de Desarrollo Social, de 700 casos de chicos con derechos vulnerados que se registraron entre agosto del año pasado y febrero de 2013, sólo el 1.3% corresponde a chicos infractores. Se trata de niños o adolescentes inimputables, con menos de 15 años. Esta situación está unida a las adicciones y a la deserción escolar.
“Siempre se pone el acento en que la inseguridad está muy relacionada con los adolescentes. Sin embargo, uno ve las estadísticas de las detenciones en las comisarías, el porcentaje de los chicos es mínimo. En muchos casos, es más fácil decir ‘son menores de edad y ni siquiera los detuvieron’. Esto no quiere decir que no haya chicos que alteren el orden público porque también existe, pero no son tantos como aparenta la sociedad. Es común escuchar ‘porque todos son menores’. La estadística real indica que es muy bajo el porcentaje de chicos en relación con los adultos”, aseguró.