“Yo hubiera preferido que me amputaran un dedo de cada mano por cada cinco años que pasó preso. Hoy tendría cuatro dedos menos, pero no hubiese pasado tantos años preso”, relata un ex detenido en el documental “Rejas, suspiros y llaves” de Ezequiel Altamirano y Maximiliano Postay. La película, que se presenta esta semana en la XV edición del Festival Internacional de Derechos Humanos, es el primer documental abolicionista de América Latina y se exhibe durante toda la semana.

Un juez en lo criminal, un abogado penalista, personas privadas de su libertad, la presidenta de una organización que trabaja en las cárceles y un tallerista se preguntan si hay algo peor que estar encerrado. Todos coinciden: la respuesta es no. Desde sus vivencias personales, los entrevistados cuestionan que la prisión sea la única respuesta del poder punitivo frente a casos penales muy diferentes.

Para los ex presos que hablan en el documental el encierro es soledad, angustia, muerte e injusticia. Quizás por eso los realizadores decidieron que la película no tuviera colores: está filmada íntegramente en blanco y negro. Las imágenes del cielo y los pájaros que enlazan las entrevistas a cámara contrastan con el registro directo de rejas y llaves de cárceles.

“Rejas, suspiros y llaves” postula que las cárceles provocan el aniquilamiento de la subjetividad personal de los que están encerrados, pero también de quienes trabajan allá. Todos los sujetos que transitan los penales están atravesados por las mismas condiciones de miseria.

 

Otro de los aspectos que pone en cuestión el film es la función de resocialización que tienen los penales. Si la mayoría de los presos son pobres condenados por delitos menores es posible reinsertarlos en un sistema que ya los excluyó?

Mario Juliano, juez del Tribunal en lo Criminal 1 de Necochea es uno de los entrevistados. Según él, para evaluar la resocialización es necesario hacer foco en los resultados que ofrece la cárcel como sistema. “Lo que estamos devolviendo a la sociedad son individuos más deteriorados”, dice el magistrado.

El film también cuestiona el rol de los medios de comunicación y su demagogia punitiva. Pone de relieve los lugares comunes en los que cae el discurso mediático instalando frases como “entran por una puerta y salen por otra”. Para los realizadores, los medios emplazan rejas entre las personas privadas de su libertad y la sociedad en general. “Hablan de los presos como si no fuéramos parte. Y esto le puede pasar a cualquiera”, dice Karina Germano, más conocida como “La Galle”, presa durante diez años.

El aislamiento que plantea el sistema punitivo es total. Separan a los presos hasta de sus familias con requisas intrusivas que incluyen revisaciones vaginales y anales. Los presos terminan desistiendo de las visitas. En este contexto de incomunicación, los protagonistas del documental rescatan el valor de la educación en las cárceles como único espacio donde los presos pueden elaborar un pensamiento crítico colectivo. Los presos que no estudian en el Centro Universitario de Devoto tienen un índice del 50% de reincidencia mientras que los que estudian solo reinciden en un 7%.

Con argumentos sólidos, el documental sostiene su perspectiva abolicionista y deja al descubierto la crisis del sistema penal. Demuestra que el abolicionismo no es una utopía e interpela al espectador sobre la problemática del poder punitivo. La pregunta la plantea un preso desde un taller “Si la cárcel no existiera nosotros dónde estaríamos?”

Próximas proyecciones

12/8, 18 hs. Festival Internacional de DDHH, Archivo General de la Nación

13/8, 20 hs. La Sala, Avellaneda 645 (CABA)

 

http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/un-documental-para-pensar-en-clave-abolicionista-1120.html