Hace diez años, a nadie se le hubiera ocurrido relacionar a Omar Deghayes con Morris Davis. Aunque nunca se conocieron, comparten ahora una profunda conexión: están unidos por el tiempo que pasaron en la tristemente célebre prisión militar estadounidense de la Bahía de Guantánamo, en Cuba. Deghayes estuvo preso en ese lugar. El Coronel de la Fuerza Aérea Morris Davis fue fiscal en jefe de las comisiones militares de Guantánamo desde el año 2005 hasta el 2007.
Deghayes fue arrestado en Paquistán y entregado al Ejército de Estados Unidos. Me dijo: “Pagaban por cada persona entregada a los estadounidenses y, entonces, algunos del gobierno paquistaní aprovecharon para obtener dinero de Estados Unidos vendiendo árabes que vivían en Paquistán desde hacía un tiempo. Nos encadenaron, nos cubrieron la cabeza y luego fuimos enviados a Bagram, [en Afghanistan]. Allí nos torturaron y después nos llevaron desde Bagram hacia Guantánamo.”
En Guantánamo, Deghayes, uno de los casi 800 hombres enviados allí desde enero de 2002, recibió el tratamiento estándar: “Las personas son objeto de todo tipo de humillaciones y maltratos. La gente está encerrada en régimen de aislamiento. Algunos sufren tales maltratos que, según escuchamos, muchos han muerto. Hay gente que perdió las manos, los ojos, las extremidades. Algunas personas fueron sometidas a privación del sueño. No se les permitía dormir. Estaban en celdas con las luces encendidas las 24 horas, día y noche, y tuvieron que vivir en esas condiciones durante seis años. Donde yo estaba éramos sometidos a golpizas todos los días, al miedo a diario y a todo tipo de maltrato sin haber sido condenados por ningún delito, que es lo más inaceptable. Y hay gente que permanece allí y no fue acusada de nada.”
Mientras Omar Deghayes y sus compañeros de reclusión sufrían en sus celdas, el gobierno de Bush erigía un polémico marco legal para juzgar a los prisioneros de Guantánamo, que catalogaba a los detenidos allí como “combatientes enemigos” y alegaba que no estaban amparados por la Constitución de Estados Unidos ni por la Convención de Ginebra, o sea, que no poseían ningún tipo de derechos. Guantánamo se convirtió en un agujero negro legal.
Cuando le pregunté al Coronel Davis si creía que se practicaba la tortura en Guantánamo, me dijo: “No creo que exista duda alguna. Podría afirmar que hubo tortura. Susan Crawford, protegida de Dick Cheney, dijo que hubo tortura. John McCain dijo que el submarino era tortura, y admitimos que aplicábamos el submarino. Al menos cinco jueces de tribunales federales y militares dijeron que se torturaba a los detenidos.”
Encadenados, enjaulados con overoles anaranjados, sujetos a duros interrogatorios y humillaciones, con su religión musulmana denigrada, los prisioneros de Guantánamo comenzaron a dar batalla, por medio de la antigua y respetable tradición de no cooperación pacífica. Iniciaron una huelga de hambre. En respuesta, Deghayes y los otros huelguistas recibieron un castigo ejemplar. Deghayes recuerda: “Tras golpearme en una celda, me arrastraron afuera y, una vez allí, uno de los guardias, mientras el otro estaba de pie, observando lo que sucedía, [intentó] arrancarme los ojos. Por eso tengo problemas en uno de mis ojos, el ojo derecho. Perdí la visión en ambos ojos y luego, lentamente, recobré la vista en uno de ellos, pero el otro empeoró completamente. Hicieron lo mismo en la celda contigua, y en la siguiente y en la siguiente. Nos usaron de ejemplo para atemorizarnos a todos para que no reclamáramos ni nos resistiéramos a ninguna política.”
Ahora, Deghayes puede ver con un solo ojo. Su ojo derecho permanece cerrado. Tras haber sido liberado de Guantánamo, fue enviado a Inglaterra y ahora demanda al gobierno británico por haber colaborado con su reclusión y tortura.
El Coronel Morris Davis, indignado con el proceder de los tribunales militares, renunció a su puesto en 2007 y en 2008 se retiró del ejército. Fue a trabajar al Servicio de Investigación del Congreso y fue despedido en 2009 tras escribir un artículo de opinión publicado en el periódico The Wall Street Journal en el que criticaba al gobierno de Obama por adoptar los tribunales militares.
Deghayes destaca que los cientos de hombres que abandonaron Guantánamo durante los últimos diez años fueron liberados debido a la presión que ejercen sobre los gobiernos las campañas de los grupos de base. Es por ello que esta semana se llevaron a cabo más de 350 manifestaciones con motivo del décimo aniversario de la prisión de la Bahía de Guantánamo. 171 hombres continúan detenidos en Guantánamo. Más de la mitad de ellos fueron absueltos y se dispuso su liberación, pero de todas maneras aún se siguen pudriendo en prisión.
Para peor, en lo que el Coronel Davis califica como un “completo acto de cobardía,” el Presidente Barak Obama sancionó la Ley de Autorización de Defensa Nacional, a pesar de que en un principio había amenazado con vetarla. Esta ley otorga al gobierno de Estados Unidos la facultad de detener a cualquier persona por tiempo indeterminado aunque no se le imputen cargos. Davis explica que “no es un drástico alejamiento de lo que ha sido la política durante los últimos años, solo que ahora se convirtió en ley.”
Uno podría imaginarse un movimiento “Occupy Guantánamo”, pero sería una redundancia: Estados Unidos ocupa Guantánamo desde 1903. Y dado que Estados Unidos impone un aplastante embargo a Cuba desde hace más de medio siglo, supuestamente porque no le gustan las políticas cubanas, uno podría pensar que Estados Unidos mostraría una conducta modelo en su pequeña rebanada de territorio cubano. Pero hace justamente lo contrario. Y es por eso que los movimientos de base son tan importantes. Aunque la campaña para la elección presidencial estadounidense se pone cada vez más candente, pueden estar seguros de que el Partido Republicano y el Demócrata están plenamente de acuerdo en lo que respecta a Guantánamo.
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Fuente: http://www.argenpress.info/2012/01/diez-anos-de-guantanamo-el-prisionero-y.html