Cuando lo señalaron de robar una idea, Federico Andahazi argumentó que «no se puede plagiar lo que se desconoce». Pero la denuncia que presentó Agustín Cuzzani hijo en marzo de 2007 dice otra cosa. Concretamente se le enrostra a Andahazi el haber plagiado la obra “Los indios bajan cabreros” – registrada en el año 1958 por su autor, Agustín Cuzzani- con su obra titulada “El conquistador”, editada por Editorial Planeta SA en el año 2006. La acusación de Cuzzani señala que la obra posee la misma idea central (similitud temática), los mismos personajes y lugar de encuentros de éstos: “La obra fue plagiada de forma íntegra, sin que existieran otros antecedentes iguales al tema”.
Para determinar si “El conquistador” era plagio, la fiscalía recurrió a tres peritos expertas en literatura y los resultados de cada parte estuvieron encontrados. Mientras que la perito de la querella resolvió que la obra de Andahazi plagiaba tópicos, personajes y reformulaba frases de la obra de teatro de Cuzzani, las otras dos coincidieron en que “son diferentes los comienzos, las tramas, los sistemas de personajes, las descripciones de personas, de lugares y los finales de los dos libros”.
Si bien la cultura popular dice que después de Romeo y Julieta todas las historias de amor son plagio, “la ley 11.723 contempla solo el modo de expresión, dejando dentro de dominio público la idea, que integra el fondo común de la humanidad”, según contó a Infojus Noticias Gerardo Filippelli, asesor legal de la Cámara Argentina del Libro y del Centro de Administración de Derechos Reprográficos.
En el momento de su declaración, Andahazi, el escritor aficionado al cuero y las motos Harley Davidson dijo que la novela le demandó dos años de investigación, de lectura, de viajes y recopilación de leyendas en México y España. Para alegar su sobreseimiento argumentó que la idea del libro surgió de la contemplación del mural de Diego Rivera ‘La historia de México’: “Es la historia del mundo puesta de revés, y representa el comienzo de la épica mitológica del primer azteca que emprende un viaje marítimo en sentido contrario al que luego haría Cristóbal Colón”, argumentó.
En el sobreseimiento, el juez Jorge López tuvo en cuenta que este recurso de ucronía fue usado en varias novelas históricas que exceden a “Los indios bajan cabreros”, por citar solo algunas “La danza del tiempo” de Igor Baranko, “Crónica del descubrimiento”, de Alejandro Paternain o “América descubrió Europa”, de Alejandro Carrión.
“La presencia común de ciertos tópicos en más de una obra literaria constituye un hecho absolutamente frecuente, legítimo e inevitable de las reglas del arte en general, y del arte literario en particular” dijeron las peritos que sostenían la diferencia textual, y aprobaban el legítimo tópico de ideas.
Cuzzani hijo, que es abogado, apeló al fallo de la Corte con las mismas razonesque exponía desde un principio. La respuesta del juzgado fue “que siempre existirá una nueva posibilidad de ampliar los informes a través de algún otro perito especializado tanto en literatura como historia y antropología, lo que nos conduciría a la imposibilidad de zanjar la cuestión hasta el infinito”.
De esta manera, Carlos Federico Andahazi Kasnya fue sobreseído dos veces y encontrado inocente del cargo de plagio que se lo culpaba. “Además del daño moral para el autor, la figura de plagio es una infracción penal que infringe aquel que se apropia de elementos de una obra sin citar la fuente” cuenta Filippelli, lo que no sería el caso de Andahazi sino el de Jorge Bucay, que para su obra Shimriti fueron copiados sin apenas modificaciones 60 páginas de un total de 270 de La sabiduría recobrada, de Mónica Cavallé.
“Un error absolutamente involuntario permitió que los textos de la profesora Mónica Cavallé fueran incluidos en Shimriti sin la correspondiente y merecida mención a su fuente», disculpó Bucay en la revista Mente Sana, que edita él mismo. Cavallé reconoció estar al corriente del suceso, pero no denunció ante los tribunales: «Todo lo que hay que decir sobre el asunto está en la nota de disculpa firmada por Jorge Bucay».
En 2006, un año antes que se judicializara el caso de Andahazi, el periodista Sergio Di Nucci ganó el premio de la editorial Sudamericana con du novela “Bolivia Construcciones”. La había presentado con un seudónimo y pidió que se mantuviera en la edición. Le pagaron .000 y los donó a Asociación Deportiva del Altiplano. “Hay los fines y hay los medios”, dijo esa noche en una frase que sonó críptica, hasta que un lector de 19 años descubriera que varios pasajes de la novela remitían a “Nada”, publicado por la autora española Carmen Laforet en 1944. El premio de ese año fue declarado nulo y la obra se retiró de las librerías.
“Muchos casos de plagio no trascienden porque se llega a un acuerdo de mediación privado que no trasciende de ese ámbito, preferimos mantener estas causas en el bajo perfil porque lo que está en juego es una situación moral que afecta emocionalmente a los implicados”, cuenta Felippelli y define como principal problema contemporáneo el de la piratería en un arte donde “las comillas pueden marcar la diferencia”.