“Todos somos Kevin.” La histórica y solidaria consigna se hizo carne ayer entre los vecinos del barrio Zavaleta, ubicado en esa zona donde se encuentran y hasta se funden Pompeya y Barracas. Hombro con hombro, presentaron hacia “el afuera” del barrio su “modelo de control popular sobre las fuerzas de seguridad” que operan en el lugar: la Prefectura y la Gendarmería. Fue un acto en memoria de Kevin, el pibe de 9 años que el sábado 7 de septiembre fue asesinado de un balazo en la cabeza, cuando jugaba dentro de su casa, víctima de una bala 9 milímetros de las más de cien que intercambiaron durante casi 120 minutos dos grupos armados ajenos al barrio, en medio de una batalla en la que las fuerzas de seguridad se mantuvieron indiferentes, como si nada hubiera ocurrido. “Ni un pibe menos, ni una bala más” fue la consigna y el compromiso asumido por los habitantes del barrio, con el aval y el acompañamiento de la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin), el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), las Madres de Plaza de MayoLínea Fundadora, los docentes de las escuelas de la zona y un grupo de “periodistas solidarios” con la iniciativa.
“Lo que nosotros buscamos es que se terminen las arbitrariedades y las persecuciones que ejercen sobre nuestra gente los miembros de la Prefectura y la Gendarmería, que actúan uniformados, pero sin identificarse con nombre y apellido (adheridos a la pechera), que requisan a los jóvenes y les quitan su DNI y hasta sus celulares, y que realizan detenciones o allanamientos ilegales, sin ningún motivo.” N., madre de tres hijos, es una de las vecinas que han sido elegidas, por otros vecinos, para formar parte del grupo que ejercerá el “control popular” de las fuerzas de seguridad. Organizados en turnos rotativos, se van a encargar de regular el accionar de gendarmes y prefectos, “dado que el Estado no lo hace y los uniformados se mueven dentro del barrio con total impunidad para agredirnos, pero no hacen nada cuando tienen que intervenir para garantizar nuestra seguridad”, señalaron los vecinos en diálogo con Página/12.
N. cuenta un hecho concreto que le ocurrió a su hija, de 21 años, y a su yerno. “Hace unos días se retiraban del barrio luego de asistir a un cumpleaños familiar y los uniformados los interceptaron, los retuvieron y los verduguearon sin ningún motivo. Los pararon sólo para que repitieran ‘buenas noches’, ‘buenas noches’ muchas veces y le hicieron pasar un mal rato porque los maltrataron sin ninguna razón.” Otro chico, que se refugió en su propia casa para “evitarse un problema”, ya que varios gendarmes venían corriendo a otro joven que iba en su misma dirección, tuvo que soportar “que se le metieran en la casa, que le revolvieran y le rompieran todo, cuando él no tenía nada que ver con ese episodio”.
Roxana, la mamá de Kevin, tiene 13 hijos, seis de los cuales –incluyendo el niño asesinado– estaban con ella cuando ocurrió el tiroteo. Otro de los chicos, de 16 años, fue herido en un hombro. Cuando llevaba el féretro con los restos de su hermano, entró en crisis: “Por qué se murió él y yo sigo vivo”, repetía, quebrado por la pena. Un vecino comenta que la misma noche del velorio “uno de los uniformados le hacía burlas y se reía cada vez que llegaba alguien para dar sus condolencias; no nos respetan ni en el dolor”. Días después de la muerte de Kevin, cinco camionetas de Gendarmería llenas de personal de la fuerza se detuvieron frente a la redacción de La Garganta Poderosa, la revista de cultura villera, y realizaron un allanamiento sin orden judicial y sin motivo alguno.
Por esas razones, expuestas ayer ante la prensa, se formó el “grupo de control popular sin gorra”, como lo definen los vecinos. La plaza Kevin del barrio Zavaleta se llama así por otro chico, con el mismo nombre, que murió hace cinco años por otra “bala perdida”. Ayer congregó a una multitud de habitantes del barrio e invitados, para recordar al segundo Kevin víctima de una violencia que “nunca se ve reflejada en los medios de comunicación masiva; nosotros siempre somos los potenciales victimarios, nos estigmatizan todo el tiempo, pero nunca hay lugar en los noticieros para nuestros muertos”, señalaron en el acto los referentes de La Garganta Poderosa.
Abel Córdoba, el fiscal de la Procuvin, admitió al hablar en el acto que cuando alguien muere en un barrio pobre “los funcionarios policiales suelen actuar con agresiones y desprecio hacia las víctimas, porque hay un discurso policial que culpabiliza a la víctima y ése es el discurso que le llega a la Justicia que interviene en el caso”. En ese sentido, opinó que desde el Poder Judicial “los fiscales nos tenemos que encargar de que se respeten los derechos de esas víctimas porque tenemos que tener una respuesta reparadora de los encargados de imponer justicia, de gente que gana mucho dinero y no está haciendo su tarea como corresponde”.
Nora Cortiñas, de Madres-Línea Fundadora, recordó que su hijo Carlos Gustavo, secuestrado y de-saparecido durante la dictadura militar, solía trabajar en la Villa 31 de Retiro, junto al cura Carlos Mugica y otros sacerdotes que luchaban en favor de los derechos de los pobres. Apoyó la idea de los vecinos de formar un grupo para controlar el accionar de las fuerzas de seguridad y resaltó que “otro mundo es posible y si bien la generación de mi hijo luchó por eso y no pudo conseguirlo, nosotros ahora podemos conseguirlo”. Sobre el final se leyeron adhesiones del ministro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni y del escritor y periodista Osvaldo Bayer.
Zaffaroni alentó a los vecinos del barrio a seguir peleando para que los miembros del Poder Judicial y del poder político “los escuchen y respeten sus derechos, porque si bien a veces es difícil, siempre va a aparecer alguien que escuche esos reclamos de justicia”. Bayer, por su parte, manifestó su beneplácito por la forma en que se están organizando los vecinos de Zavaleta, “con proyectos que ninguno presenta y que son proyectos muy importantes; así es como se construye una verdadera democracia”.
Del encuentro participaron docentes de la Escuela Secundaria 6, del Distrito Escolar 5. El colegio funciona dentro del barrio Zavaleta. Uno de sus profesores, Francisco “Pacho” Reydo, un rosarino que fue víctima del terrorismo de Estado, destacó que este año egresa “la primera promoción de chicos de la villa que termina su secundario”. Dijo que esos pibes “devuelven con su amor tres veces lo que nosotros les podemos dar”. En ese sentido comentó que durante un taller que dieron en la escuela estudiantes de la Facultad de Filosofía de la UBA, uno de los chicos, de 17 años, agradeció así lo recibido de los docentes: “En la escuela primaria aprendí que uno más uno es dos: en la secundaria me enseñaron que uno más uno son mucho más que dos”. Para Pacho, ése es “el espíritu que reina en el barrio y por eso no queremos más violencia ni más pibes que se nos mueran”. El acto cerró con una suelta de globos multicolores, en homenaje a Kevin.
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