En el cierre del II Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminología, el ministro de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni cautivó a representantes de la Justicia de todo el mundo con sus palabras. En el Patio de las Américas de la Universidad Nacional de San Martín, Zaffaroni partió del eje establecido para el último panel: «Los problemas penales del sur (y el pluralismo cultural)», y dio una cátedra que puso en duda el término mismo de criminología y la eficacia de la justicia positiva frente a la justicia comunitaria.
«La lucha por un modelo popular y democrático sigue siendo un desafío permanente del campo nacional y popular», expresó. Y planteó que pensar la multiculturalidad en el derecho penal es una pregunta que deberíamos formularnos todos: «Porque la pluralidad cultural y las variables culturales generan crisis, y nos obligan a repensar el principio de culpabilidad.
Zaffaroni explicó que algunos países aceptan la justicia formal y comunitaria, mientras que en otros eso sería un escándalo. «¿Por qué?»- se preguntó el ministro de la Corte-. «Será que estamos formateados en una tradición jurídica de ley escrita. Pero eso para mí no es efectivo y esta determinación no debe escandalizar a nadie. Pueden coexistir sistemas jurídicos e incluso sistemas penales paralelos y simultáneos», expresó. Para él, las soluciones que dan los sistemas tradicionales no son punitivas: «son reparadoras, restitutivas. Raras veces se llega a situaciones extremas y, si se llagara, la situación extrema es la expulsión de la sociedad”.
El escándalo, explicó Zaffaroni, proviene de que el reconocimiento de otras formas de resolución de conflicto deslegitima la concepción positivista. «Hay formas restitutivas que, sin acudir a nada de lo que nosotros tenemos como pena formal, resuelven el conflicto y reestablecen la paz en el seno de la comunidad.”
«La justicia comunitaria funciona, nos guste o no»
“Tratan de desacreditar la Constitución Boliviana sosteniendo que esa justicia es la que abre el camino al linchamiento, cuando el linchamiento sabemos que no tiene nada que ver con nuestras culturas tradicionales: es un producto norteamericano», señaló Zaffaroni. Los presentes siguieron con absoluta atención sus planteos, metáforas y ejemplos didácticos. «A veces la justicia reparte algunos latigazos, no tanto como castigo físico sino antropológicamente como un «ritual de reincorporación». No hace falta oficializarlo: la justicia comunitaria es comunitaria, la tradicional es tradicional», afirmó.
«Entre tres años de cárcel y tres latigazos, creo que vamos a preferir los tres latigazos», dijo para ilustrar que con «nuestro sistema estamos generando mucha más violencia que la que podría generar la justicia comunitaria».
«La pena no tiene fundamento racional»
Según las palabras de Zaffaroni, el desafío «civilizatorio» amerita varios interrogantes: si estas soluciones son posibles ¿por qué no las aceptamos?, ¿por qué seguimos teniendo esta pena?. «La respuesta, siendo penalistas, es que cada día tenemos menos argumentos de legitimación de la pena en la forma en que la estamos manejando», expresó, convencido de que «la pena no tiene fundamento racional».
«La pena es, en esencia, venganza. No lo podemos decir en el código porque el código es racional. ¿Por qué persiste nuestro sistema? Porque satisface la venganza”, planteó. El multiculturalismo, el pluriculturalismo y las variedades culturales representan, desde esta visión, un desafío al concepto de culpabilidad. «Si no lo cuestionamos, nos vamos convirtiendo en cómplices del control social represivo de los sectores hegemónicos, y eso es mortífero hasta que llega un punto en que se convierte en un crimen de Estado», señaló.
Zaffaroni se refirió además a una cantidad de «homicidios de Estado» y enfatizó que suelen cometerse por goteo: escuadrones de la muerte, ejecuciones del proceso, motines carcelarios, torturas, supresión de testigos inoportunos, conocidos como «muertes anunciadas del sistema penal».
El ministro de la Corte expresó que las penas ilícitas se cumplen y deben ser tomadas en cuenta al imponer una pena lícita. «Esto en el Norte no se plantea. Debemos admitir que tenemos un sistema penal violento. Y no nos podemos conformar con que no sea sistemática: la tortura existe. Todas las penas, ilícitas, prohibidas, existen». Para Zaffaroni, estos argumentos llevan a discutir la culpabilidad como elemento propio del derecho penal. «Y, el derecho penal, no va a dinamizar la sociedad ni a impulsar ninguna democratización. Aunque sí tiene una función fundamental y básica: la de contener las fuerzas que impiden la democratización”, dijo, ante el aplauso efusivo del auditorio repleto.