El nuevo régimen de restricción de las salidas transitorias para personas privadas de libertad generó un movimiento cultural que lo cuestiona y resiste. La escritora Liliana Bodoc es una de los artistas que apuesta por un modelo de reinserción.

 

Por Maria Eva Guevara para Revista Veintitres

Un miércoles 12 de septiembre se aprobaba la Ley Petri. Toma ese nombre porque su autor es el diputado radical Luis Petri, fiel exponente de un movimiento que ha ido del centro hacia la derecha en función de satisfacer las consignas planteadas este año por la Asociación de Víctimas del Delito liderada en Mendoza por el Sr. Osvaldo Quiroga. Es una típica ley al «estilo Blumberg», que viene a probihibir las salidas transitorias de las personas privadas de libertad, para lo cual ha sido necesario que Mendoza dejara de adherir a la ley nacional que establece las pautas de progresividad del régimen de ejecución de la pena.

La ocasión es por lejos lo más lamentable que ha dado la política mendocina. Y es que aun cuando se da por descontado que la ley será promulgada por el gobernador Francisco Pérez, hay serias dudas de su constitucionalidad. De hecho ya hay grupos de estudios en criminología, derecho penal y derechos humanos preparando una estrategia legal para que el órgano máximo de la Suprema Corte de Justicia se expida al respecto, refrendando el marco legal nacional de la Ley 24.660, considerada internacionalmente como un paradigma en esto de la reinserción social de quien ha cometido un delito.

Muchas voces se han levantado en contra de la Ley Petri. La última manifestación al respecto provino del Plenario de Rectores de todas las Universidades Nacionales reunidas en Mendoza que conforman el CIN (Consejo Interuniversitario Nacional), situación que viene a refrendar una declaración de la Mesa Interuniversitaria Nacional sobre Educación en Contextos de Privación de la Libertad realizada el mismo 12 de septiembre en Córdoba, en el marco del V Congreso Nacional de Extensión Universitaria.

Las razones de este repudio son muy entendibles. Las universidades han desarrollado programas educativos y de extensión en contextos de encierro. Es decir, conocen la problemática penitenciaria de Mendoza y pueden dar cuenta de los múltiples problemas que presenta el sistema. La idea del comunicado de repudio surgió de los estudiantes que tienen un compromiso con la producción e implementación de políticas inclusivas para personas privadas de su libertad en materia de educación, trabajo y salud.

Es exactamente el mismo compromiso que exhibió el pasado 13 de septiembre la escritora mendocina Liliana Bodoc, quien visitó la Unidad Penal N°3 del Borbollón. No habían pasado 15 días al cabo de esa notable y emotiva visita que ya se producía otra, en el mismo lugar: la del ballet de danza contemporánea de la Municipalidad de Capital que dirige Valentina Fusari. Ambas fueron posibles gracias al periodista Ulises Naranjo, habitual promotor del trabajo de resocialización dentro de las cárceles.

Así es como la cultura se expresa: con compromisos concretos y palpables, después de todo, las mujeres internas de esa cárcel sólo están privadas de su libertad, no así del hecho cultural. Y quienes van a ofrecer ese espacio de cultura a modo de visita, saben que lo que están realizando o ayudando a realizar es una tarea fundamental, que no será indiferente ni a la violencia ni a la muerte. Es de desear que muchos políticos la imitasen.

Por la reinserción. La visita Liliana Bodoc a la cárcel de mujeres tuvo una gran veta literaria. Todos los testigos que allí estuvieron quedaron impactados al cabo de esa hora transcurrida entre miradas, pausas y palabras escritas, leídas pero sobre todo, de la magia surgida del instante del encuentro. Dijo Liliana Bodoc: «Hay un personaje en la Saga de los Confines que es como una cabra que trepa por los montes, Kupuca se llama, es el Brujo de la tierra, tiene el pelo largo, rubio, desgreñado, y sabe una sola cosa, por eso es Brujo, y lo que sabe es que cuando una rana canta en ese arroyo, algo le pasa a la nube que está allá, cuando florece un árbol en Australia, algo le pasa a un zorro que está en América. ¿Qué quiero decir con esto? Que en todos lados estamos todos, que somos una especie entrelazada, como un tejido y donde un hombre está bien estamos todos y donde un hombre o una mujer hacen algo mal también estamos todos. Donde alguien perdió… alguien allá está ocupando el trono».

Es como para pensar quiénes son los destinatarios de este mensaje, admitiendo que evidentemente esto tiene que ver con la Ley Petri y con no entender la fragilidad del tejido social, ni los abusos, ni por ende, la propia condición humana. Todas las mujeres allí reunidas lo captaron al instante, aunque muchas de ellas no sabían quién era Liliana Bodoc, apenas la estaban descubriendo como mujer abrazada a los libros, sin medias tintas para decir las cosas que había que decir: «Claro que vengo a plantar una bandera en repudio a esta ley inútil, sustentada en la venganza. Esto es lo mismo que mostrarle el hueso a una jauría hambrienta para que aúlle».

Liliana Bodoc explicó la antigua Ley del Talión, la de la venganza, la del ojo por ojo y diente por diente, y trazó el inevitable paralelo con lo se ofrece hoy como «medida» a través de la Ley Petri. Tal cual la metáfora. Las personas que trabajan en el sistema penitenciario admitieron con tristeza que la ley no ha hecho más que empeorar el clima de convivencia y tirar abajo el ánimo de los que están encerrados. Hay tensión y una más que seria preocupación por cómo se ha de canalizar el rencor que generan los discursos políticos que emanan de la televisión y de la radio, dos medios que a diferencia de los periódicos sí llegan al interior de las cárceles. Desde esos medios se habla de una delincuencia desmedida y peligrosa que ataca y tiene como víctimas a miles de mendocinos. Pero no es un discurso genuino, más bien aturde y confunde, puntualmente en todo lo relativo a la actividad cultural en los penales, hecho que tiende a ser encasillado como una loa al delito, y no como un acto de amor y de solidaridad.

Y hablando de genuinidad, fue notable cómo Liliana Bodoc se hizo de un espacio de reciprocidad en un breve tiempo. Según cuentan los responsables de los programas de reinserción, no es algo que ocurra habitualmente. Luego de leer su cuento «Amigos por el Viento», una de las internas abrió su cuaderno y quiso leer en voz alta la poesía que había escrito, al terminar ambas se abrazaron y celebraron emocionadas ese ida y vuelta entre el cuento y la poesía.
Imaginación, caricia, reciprocidad… he ahí los ingredientes de los que están hechos los programas de reinserción social. Por eso es que el factor motivación es tan importante, siendo justamente el más atacado por los discursos de mano dura y por la vergonzosa ley de Petri.

Traspasar el techo. Un día de fiesta con el Ballet de Danza Contemporánea de la Municipalidad de Capital dirigido por Valentina Fusari marcó el segundo hito en esta incipiente movida pro defensa de los criterios humanos de readaptación social y de compromiso concreto con el derecho de acceso a la cultura por parte de las personas privadas de libertad. Ahora bien, esa «fiesta» nunca estuvo de por sí garantizada. Veamos por qué. En primer lugar ninguno de esos bailarines había estado jamás en una cárcel, sus actuaciones tienen que ver con el Teatro Independencia o con otras salas y en su defecto, con grandes eventos gratuitos planteados en espacios públicos. Nunca en cárceles.

En segundo lugar, el grupo de mujeres de El Borbollón hace y deshace sus propias fiestas, según sus propios ánimos o ante un evento muy especial como por ejemplo, la entrega de diplomas para las que terminan un ciclo educativo. Justamente el día del ballet hay un sol radiante en el patio y una radio encendida allí fuera donde entre mate y mate suena fuerte el ritmo de la cumbia. Constituye un verdadero desafío captar la atención de las mujeres dispersas desde otro repertorio musical y bajo el techo gris de un salón todo gris.

Pues bien, los bailarines entraron a moverse y a dar sus pasos, y 15 días después de la visita de Liliana Bodoc, se generó otro espacio de magia y genuina sensiblidad. Valentina Fusari terminó muy emocionada, los bailarines también, todo el carácter dramático de los números de baile resultaron aplaudidos con fervor. Como apunta Ulises Naranjo, no había posibilidad alguna de que surgiese el más ínfimo gesto de hipocresía. Todo ese aplauso es belleza pura, un regalo despojado de prejuicio convalidando un arte que por primera vez se le anima al encierro.

La carta de Ulises. Esta carta la publicó el periodista Ulises Naranjo en un diario digital. Dice así: «Estimado mendocino promedio: (…) La inseguridad es un producto de todos y la seguridad también. Los presos son resultados sociales de todos: son nuestros. Los políticos, los policías, los empresarios y los periodistas también. Si vos querés vivir seguro, estimado mendocino promedio, la única salida que te queda es construir socialmente para que todos ganemos seguridad. Limitar las salidas transitorias es como hacerte subir el Aconcagua a vos o a Usaín Bolt o Lionel Messi o a Luciana Aymar sin aclimatación: no sólo la pasarán horrible, sino que sus vidas correrán peligro. Si no hay proceso debido, no habrá resultado esperable. De nada sirve amontonar presos en calabozos y no dejarlos salir hasta la completa libertad. Cualquiera debería saber que eso no mejorará sus sentidos y valoraciones de la libertad, sino todo lo contrario: enjaulá un cometa y después contame cómo se comporta.

«Sin embargo, bueno, ahí está: hiciste un par de marchas, te reuniste en privado con legisladores y te saliste con la tuya (te diste cuenta también, para tu solaz, de lo lábiles que son nuestros representantes, esos que no mueven un pelo cada vez que asesinan a un pobre). Yo, que comparto tus ganas de vivir en paz y cierta armonía, pienso que estás totalmente errado, que –buscando sentirte seguro– escondés la basura bajo la alfombra. Y eso no es limpiar, estimado: es esconder la basura. Un buen día, no muy lejano, la mugre que juntaste te va a explotar en la cara. Y aunque pienses en matarlos a todos, eso tampoco solucionará tu drama, porque vivimos en una sociedad que es, más bien, una fábrica de presos y de pobres y de niños y de perros y de jóvenes. Y son muchísimos. Y no te van a alcanzar las balas para matarlos a todos.

«Cambiemos de óptica, para decirte lo mismo. Si vale como antecedente que justificare mis opiniones, he de decirte que tengo casi veinticinco años de cárceles encima: empecé a fines de los ’80 dando clases de Lengua y Literatura en Boulogne Sur Mer. Enseñaba sujeto y predicado y escribíamos poemas sobre palomas, mientras cursaba yo mi universidad. Entonces, como ahora, también ocurrían cosas horribles dentro y fuera de las cárceles. Y seguirán ocurriendo: así somos.
«He seguido, con breves intermitencias, todos esos años laburando con presos (en los ’90, junto a mis entrañables amigos Jorge Contreras y Pablo Flores) y sigo haciéndolo hasta hoy, también con mi amigo el cura Roberto Juárez, entre otros. No me estoy dando corte de nada (ni siquiera de creyente, pues no lo soy): te digo esto, sólo para que entiendas que sé de lo que estoy hablando, que conozco de cárceles y de presos, aunque vos, después, en los comentarios de debajo de esta nota, me salgás a putear sencillamente porque no vivís tranquilo y te gustaría oír otras cosas. Yo te entiendo y te escucho siempre: ahora tratá de entenderme vos, porque algo tengo en claro: este quilombo se soluciona únicamente si tipos como vos y tipos como yo se ponen en un punto de acuerdo. Si no, no.

«Quieren limitar las salidas transitorias. ¿Sabés cuántos presos tienen salidas transitorias? Menos del 5% del total. ¿Sabés cuántos de ellos no regresan en tiempo y forma de la salida? El 0,3% del total de presos. De ellos, la mitad comete delitos. Entonces, mi estimado, resulta que esta Ley Petri está legislando para cinco o seis presos de casi tres mil cien que hay en Mendoza. Con esta letra, estamos perjudicando el proceso de más del 99% de los internos. ¿No te parece absurdo? A mí, sí (ah, y te digo otra cosa: la gran, gran mayoría de ellos no son ni asesinos ni violadores, como a veces a vos te gusta creer, para argumentar que habría que matarlos a todos). Me tomé el trabajo de leer el mamotreto insustancial de don Petri: es irresponsable, superficial, coyuntural y anticonstitucional. De hecho, propone, en sus fundamentos, el cambio de la ley 24.660 (excelente letra, referencial para el continente, más en sus dichos que en lo que se ha hecho hasta ahora) para que no pueda ser ‘salvoconducto de delincuentes’. (que ‘el delincuente condenado no encuentre en la ley un salvoconducto’, dice el texto).

«A mí, te digo, me cuesta creer que tanta gente de prestigio en el campo de la jurisprudencia y la política se ponga de acuerdo para crear un salvoconducto de delincuentes y llamarlo Ley. Y también, lo cual es gravísimo, ataca el proceso progresivo de la pena. Yo te digo, mirá: la vida misma sigue un proceso progresivo. Nada bueno puede venir del mandato de no hacer nada y esto es lo que aprobaron los legisladores y que vos festejás, porque metiste presión para eso.

«Además, Petri y compañía (porque no es que se trata de un solo tipo, claro está) hablan de la necesidad de dictar ‘una norma local’. Yo te digo que no hay normas que se legitimen en sí mismas por ser ‘locales’. El localismo no es una necesidad jurisprudencial para los mendocinos. Ni para nadie. El criterio de lo que es justo legitima una ley, no su localía. Y esta ley no sigue criterio; es más: es una ley que se opone a la ley y, como tal, será bochada por anticonstitucional, te lo garanto.

«Entonces es como decir: está bien meter la basura debajo de la alfombra, porque la alfombra fue hecha en Mendoza. A la basura hay que procesarla, reciclarla, transformarla.

«Como dicen los científicos y una bonita canción de Jorge Drexler, en un sistema cerrado nada se pierde, nada se esfuma, todo se transforma. Este es el desafío: transformar socialmente, no esconder».

 

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