La CIA estuvo haciendo algo más que sólo encarcelar e interrogar a los cientos de sospechosos de terrorismo que fueron enviados a la prisión militar fortificada de Guantánamo, en un remoto rincón de Cuba, después de los ataques del 11 de septiembre. En unos pocos casos también trató de convertirlos en dobles agentes. El programa, dirigido desde un lugar secreto dentro de Guantánamo, que no fue revelado hasta ahora, funcionó desde 2002 hasta 2006 y llamó la atención de George Bush, quien estaba entonces en la Casa Blanca. Una cantidad de sospechosos terroristas fueron convertidos con éxito y enviados a sus países con la esperanza de que se reconectaran con la red de Al Qaida y brindaran información a la CIA para ayudar a localizarla y matar a blancos de alto perfil, de acuerdo con una investigación de Associated Press (AP).
Sólo aquellos que se pensaba que todavía tenían contactos legítimos con las altas jerarquías de los grupos terroristas eran considerados para el programa secreto. Una vez identificados, eran tentados por una gran cantidad de estímulos, especialmente grandes cantidades de dinero en efectivo así como promesas por parte de la CIA de que su seguridad y la de sus familias estaría asegurada desde ese momento, incluyendo nuevas identidades. El dinero, que con el tiempo llegó a ser de millones de dólares, provenía de un fondo secreto de la CIA llamado Pledge (Promesa).
Más prosaicamente, a esos reclutas “especiales” se les ofrecieron privilegios “especiales” mientras permanecían en Guantánamo, como haberlos cambiado de las celdas a unos pequeños bungalows a varios cientos de metros de distancia, separados por ligustros. Los bungalows, que tenían el nombre de Penny Lane, contaban con patios, cocinas y duchas privadas. Quizá lo más tentador era que tenían camas adecuadas, con colchones. El nombre Penny Lane proviene de la canción de los Beatles. Más de 10 años después, algunos de los detenidos siguen encarcelados, con pocas perspectivas de libertad. Algunos también comenzaron a llamar a los bungalows escondidos “el Marriott”, por su confort relativo. Supuestamente, los residentes de Penny Lane tenían acceso a pornografía si así lo requerían. Ayer no hubo comentarios de la CIA.
Associated Press consiguió detalles del programa después de entrevistar a numerosos oficiales y ex oficiales estadounidenses que estaban familiarizados con él. Ellos, sin embargo, hablaron con la condición de guardar el anonimato. Otros familiarizados con Guantánamo no expresaron particular sorpresa. “Por supuesto que eso sería un objetivo”, afirmó Emile Nakhleh, un ex analista de la CIA que ayudó a evaluar a los detenidos, sin discutir nada del programa. “Es tarea de inteligencia reclutar fuentes” le dijo a AP David Remes, abogado de un grupo de detenidos de Yemen en el lugar. El también vio lo que quería lograr la CIA. “Se creía que los hombres que ellos enviaban de regreso como agentes podrían aportar algo de valor.”
Bush estaba suficientemente intrigado como para hablar en la Casa Blanca directamente con uno de los funcionarios de la CIA que estuvieron involucrados en Afganistán, adonde los sospechosos convertidos en agentes eran enviados cuando eran liberados de Penny Lane. Se dice que el presidente Barack Obama, por el contrario, expresó su preocupación por aquellos que todavía estaban ayudando a la CIA cuando él entró en funciones, en 2009, y ordenó una investigación de todas las operaciones.
Si el programa permaneció como un secreto muy bien guardado, era seguramente por los obvios riesgos asociados, especialmente que los hombres, una vez liberados, participarían inmediatamente en nuevos ataques contra Estados Unidos y revelarían públicamente su paso por Penny Lane para avergonzar a Washington. También había preocupación porque si alguno de ellos identificaba un blanco para ataques con aviones no tripulados podría morir, aun si estaban pagados por la CIA. Mientras algunas fuentes dijeron que el programa resultó en algunos asesinatos exitosos de la CIA de blancos de alto perfil, también concedieron que en otros casos los hombres simplemente desaparecieron al ser liberados y nunca más se supo de ellos.
Dijeron que no hay evidencia, sin embargo, de que ninguno se diera vuelta y matara a algún estadounidense. El tratamiento de los internos por parte de Estados Unidos ha sido repetidamente condenado por los grupos de derechos humanos. El penal sigue siendo una espina política para el presidente Obama, que no pudo cumplir su promesa, cuando fue electo, de cerrarlo rápidamente. Se vio obstaculizado en especial por la resistencia en el Capitolio a cualquier tentativa de que sospechosos de terrorismo fueran llevados a tierra estadounidense para ser juzgados por un sistema de juicio regular. La atención pública volverá nuevamente a Guantánamo el año que viene, en especial por el esperado comienzo del juicio de Khalid Sheik Mohammed, el supuesto cerebro de los ataques del 11 de septiembre.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-234423-2013-11-27.html