Alto impacto, por decir lo menos. El jurado hizo una devolución para recortar y guardar. Y el hecho histórico de un abogado que consiguió una condena como fiscal y una absolución como defensor. ¿Hasta dónde se puede “jugar” con un caso real?
El simulacro de juicio por jurados en Neuquén capital terminó con otro veredicto de “no culpable” (el cuarto sobre cinco).
Pero no solo eso: las y los jurados populares tomaron el micrófono y explicaron los motivos de su decisión:
“El trabajo de la fiscalía y de la defensa fue muy pobre”.
“Nos llenaron de dudas”.
“Los vi muy light, les faltaron datos”.
“La investigación fue muy ineficiente”.
“No sé si ustedes están acostumbrados a dirigir una investigación”.
Rómulo Patti, a quien le dedicaremos unos párrafos más adelante, ensayó una respuesta mencionando que se trató de un simulacro, que en los juicios “de verdad” el examen de la prueba es más específico, que…
Andrés Repetto, juez director del juicio, lo cortó rápido: “no te justifiques”. Abrió la compuerta para que siguiera el río de críticas y se sentó a escucharlas.
Maximiliano Breide Obeid, uno de los encargados de la acusación, dijo a modo de autocrítica que su error fue la soberbia.
“Creí que tenía tantas pruebas (de que el imputado era culpable) que me confié. Estamos aprendiendo a transmitir hacia ustedes (el jurado). Un juez técnico habría condenado. Es evidente que hacia ustedes transmitimos mal”.
Jugar con fuego
Intentaremos no personalizar esta cuestión que sigue.
Patti, fiscal de Cámara, fue el defensor en este simulacro. Las razones por las que ningún defensor “de verdad” quiso asumir el caso las contamos aquí.
Ahora bien, el caso fue tomado de la realidad: es el asesinato de Javier Junco a manos de Rubén Figueroa (aquí la sentencia).
En ese caso, Patti fue el fiscal.
Es decir que, en un simulacro, Patti se dedicó a destruir el caso que había sostenido en la realidad.
En la “realidad” (ya todo merece comillas a esta altura) pidió y logró una condena para el imputado.
En la “ficción”, con los mismos elementos sobre la mesa, pidió la absolución.
¿En cuál de las dos ocasiones estaba convencido de sus propios argumentos? ¿Alegar por la culpabilidad o inocencia de una persona es sólo una cuestión de cómo se presentan dialécticamente las pruebas?
Si fue un juego, parece peligroso.