Yo soy el primero? Pensé que había sido el padre Carlos Mugica», bromea el sacerdote Juan Carlos Molina cuando le recuerdan que ninguna sotana ocupó una Secretaría de Estado en democracia. Hace menos de un mes, la presidenta lo designó al frente de la Sedronar, encargada de la programación y lucha contra el narcotráfico. El nombramiento de este cura salesiano de 47 años cubrió un puesto ocupado hasta marzo por el ex canciller Rafael Bielsa. La decisión fue tomada luego de un duro documento de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) sobre el crecimiento del narcotráfico en el país. Molina lo niega. «Tampoco pusieron a un cura al frente de esto porque la Iglesia lo pidió», aclara este hombre que empezó su desempeño pastoral en Caleta Olivia, Santa Cruz, donde trabó una estrecha amistad con el ex presidente Néstor Kirchner y su hermana Alicia, la actual ministra de Desarrollo Social, para quien trabajó ad honorem como asesor.
También es muy cercano a la presidenta Cristina Fernández. Apenas lo puso en el cargo, la Iglesia aclaró que nadie le había consultado sobre el primer sacerdote funcionario. Fue poco antes de esta semana, cuando la pastoral social, a cargo de monseñor Jorge Lozano, cerró un documento de compromiso contra el narcotráfico donde estaban todos, menos Molina.» Me parece que Lozano tendría que haber hecho explícito que no nos había convocado y que nos habíamos reunido antes. Si hubiera sido más claro el mensaje no se habría prestado a un manejo político que no era necesario», se lamenta sin perder el buen humor ante el primer reportaje que concede a un medio escrito desde que viste el traje de zar antidrogas. Un atuendo que el fundador de la Fundación Valdocco (dedicada a ayudar a jóvenes en situación de vulnerabilidad en la Argentina y Haití) no quiere usar.
–¿Qué opina del documento que firmó la pastoral social junto con distintos referentes políticos 15 días después de su designación?
–La pastoral social hace su laburo, me parece bien que haya juntado a todos los actores políticos, me parece sensato que lo haya hecho, es trabajo de la Iglesia poder unir criterios, más en temas tan sensibles como estos. Me parece oportuno. Espero que no sea oportunista. Hay una gran diferencia. Espero que no haya tenido una mirada oportunista de decir «bueno, me trepo a esta ola que está sosteniendo la Iglesia en este momento, entonces con esto le pego al gobierno». Todo lo que se habló en esa carta y que monseñor Lozano le propuso a todo el espectro político, tal vez no tuvo la difusión que tuvo con nosotros. No hicimos una carta acuerdo, no fue un acto público, fue sentarnos a dialogar con él como responsable de la pastoral social sobre exactamente lo mismo.
–En el documento participaron todos, menos usted. ¿Lo invitaron?
–Tal vez me hubiese gustado que quedara más claro por qué Sedronar no estaba presente. No ser partícipe, porque no correspondía y representó al Estado y esto era un encuentro de partidos políticos, pero me hubiese gustado que eso fuera explicado. Entonces no quedamos como que nos borramos de esta situación que es lo que interpretaron todos: Juan Carlos Molina, designado hace 15 días, no estuvo presente. No, no fui convocado, porque no correspondía ser convocado, porque me había reunido antes, pero si hubiera sido más claro el mensaje no se habría prestado a un manejo político que no era necesario.
–¿Qué le dijo la presidenta cuando decidió designarlo? ¿Cómo se enteró?
–Cristina fue muy clara conmigo, me llamó una noche y me dijo: «Pensé que sos la persona indicada para ocupar la secretaría por tu trabajo con los pibes, por el trabajo que venís haciendo todo este tiempo y porque necesitamos cambiarle la mirada al abordaje de la problemática de las adicciones.» Me lo planteó en términos muy fraternos y muy cariñosos, diría yo. Además considero que tampoco podía esquivarle más al bulto en esto.
–¿Cree que su designación es una respuesta al documento que alerta sobre el crecimiento del narcotráfico que firmó la Conferencia Episcopal en su última asamblea?
–No, en absoluto. Primero porque la presidenta es una mujer con la suficiente autonomía, autoridad e inteligencia para designar a quien quiere, como quiere y cuando quiere en el momento que crea oportuno, y no porque se lo marquen los de afuera. Los que han conocido a Néstor y a Cristina, saben que no se dejan marcar la cancha de esta manera. No salen corriendo a dar respuestas frente a un documento. Tampoco pusieron a un cura al frente de esto porque la Iglesia pidió esto. Tampoco fue así. Supongo que antes que yo pasaron varios candidatos, pero estoy convencido de que no fue una respuesta al episcopado.
–El diagnóstico de la Iglesia advierte que el narcotráfico ha crecido, que existe una compleja complicidad institucional y que se ha desbordado. ¿Cuál es su diagnóstico?¿Coincide con la CEA?
–Creo que la situación está complicada, creo que es controlable, acompañable, y creo que hoy es un problema, pero también es cierto que es un tema fogoneado e instalado. En esto ha tenido respuestas muy claras el ministro de la corte Raúl Zaffaroni: «El tema de la delincuencia no pasa por la droga, sino por el alcohol.» Y no es una encuesta del gobierno nacional, sino de la Corte Suprema. Entonces, no hay que confundir delincuencia con adicciones, y tampoco hay que confundir adicción con narcos vip, con el Delta, con todos los acusados de traficar. El tema está muy puesto en la agenda y la presidenta no se deja correr por eso. Creo que es una problemática seria, creo que nuestros pibes consumen, se están pasando de la raya en el consumo, y creo que las respuestas del Estado no han sido las más adecuadas en todo este tiempo para esta problemática y eso la presidenta lo ve con claridad, me lo ha dicho y por eso estoy en este lugar.
–¿A cuáles se refiere?
–A la contención e inclusión de los pibes, el acompañamiento, la post salida de un camino de recuperación, los proyectos de vida, el mundo del trabajo. Con Julián Álvarez hablamos sobre el tema de las adicciones en las cárceles y pensamos cómo vamos a trabajar sobre los presos y sus adicciones. El problema está, no lo podemos tapar, no lo queremos tapar y hay que darle solución.
Ya cae la noche en el microcentro porteño sobre las oscuras oficinas del piso tres de la Sedronar. Es viernes 20 de diciembre. Molina lleva 12 horas diarias allí dentro y dice que tiene ese ritmo desde que llegó al cargo. A su espalda, en la sala de reuniones del directorio, donde recibe a Tiempo Argentino, hay un organigrama gigante de la estructura que fue creada en 1989 con un diseño impulsado por la diplomacia norteamericana y especialmente por la agencia antidrogas DEA. Ahora, funciona bajo el mando de un cura. Mientras mira ese mapa de cargos, toma un vaso de agua y aclara: «Yo no quiero hablar como cura, porque soy secretario de Estado, pero hablar de la alegría de la buena noticia, debe ser mi camino en la Sedronar», confiesa entusiasmado Molina ante la pregunta sobre su relación con el Papa Francisco y la reciente exhortación «Evangelii Gaudium». Al parecer, este nuevo secretario, tiene una relación más estrecha y cercana con el Obispo de Roma nacido en Flores, que con el episcopado local. Cauto, Molina elude diferenciar esas sintonías, pero resalta: «Estoy seguro de que las definiciones económicas las dice para el interior de la Iglesia, para una nueva economía. Ya no es más el versito de la economía solidaria. Ahora es: tenés que incluir.»
–Se podría decir que Ud está en el trono destinado al zar antidrogas del país. ¿Cómo comandará esa estructura?
–Cambia la postura innegablemente. Eran otros tiempos, el país estaba marcado por lo que decían todos los organismos internacionales, y si la DEA decía que teníamos que salir a matar, salíamos a matar, si el FMI decía que había que descontarle a los jubilados, se le descontaba. Me parece que en estos últimos tiempos las cosas no son así, y somos países con una autonomía bastante avanzada como para poder pensar nuestras propias políticas a partir de nuestras propias realidades.
–En términos prácticos, ¿esa nueva perspectiva qué implicará?
–Pensando que el combate y la lucha contra el narcotráfico empieza por la inclusión. Somos una secretaria que sale a luchar. La inclusión es mirar al más desprotegido para volver a insertarlo en el sistema, en la familia, que reciba los derechos que el Estado le reconoce, a que vuelva a la escuela, al mundo del trabajo, a ser parte del barrio. Nuestro trabajo es la doble inclusión, así cambia la mirada, del ataque al narcotráfico, a atacar al narco incluyendo.
–¿Y los asuntos de investigación criminal?
–La lucha contra el narcotraficante, en las fronteras, en distintos puntos, lo tiene el Ministerio de Seguridad. Que para eso fue creado, tiene un presupuesto, un servicio de policía y de inteligencia que esta secretaría no tiene y que no tiene que tener. Vamos cambiando la mirada, pero no es fácil, porque primero hay que cambiarla acá adentro. La gente que esta acá tiene una disponibilidad y creo que aceptan y quieren esto y van a trabajar a esto.
–¿Ha encontrado resistencia?
–Para nada. Todo es propio de un cambio de gestión, no hay que asustarse.
–¿Cómo caracteriza el papel de las policías y de las fuerzas de seguridad? Muchos las acusan de ejercer un maltrato cotidiano sobre ellos para garantizar un confinamiento interminable.
–Yo no te puedo dar una respuesta hoy clara y certera. No hay que estigmatizar a las fuerzas de seguridad. Porque no todos son lo mismo. Y esto lo digo con claridad. Porque un policía le pegó a un pibe drogado, toda la policía no es así. Es necesario trabajar con la seguridad, hay que depurar un montón de elementos, hay que formarla para esto. Creo que hay que ir evaluándola y acompañarla, porque tenemos que trabajar con ellos. Hay que volver a hacer confiables a las fuerzas de seguridad, aunque hay que distinguir el trabajo policial en el combate del narco, y la fuerza de seguridad que tiene que acompañar a nuestros pibes para que no se nos maten con el paco y puedan salir adelante.
–Antes de su designación, en la Villa 21-24 de Barracas esas fuerzas de seguridad fueron acusadas de liberar una parte del barrio donde dos bandas protagonizaron un tiroteo de varias horas. Una bala perdida, mató al pequeño Kevin de seis años, que estaba debajo de una mesa. ¿Cómo trabajará en los barrios ante esta situación?
–Me parece que las tensiones de los barrios se solucionan si tenemos verdaderas mesas de gestión. Nosotros siempre somos de afuera y tenemos que buscar que las soluciones salgan de ellos. El trabajo que hacen los curas en las villas es vital, porque ellos están adentro y son actores. Tenemos que ayudarlos y fortalecerlos.
–Pero en muchos barrios, el peso de la economía criminal es importante en la subsistencia de vecinos empobrecidos, especialmente jóvenes y ancianos. Es un fenómeno que los expertos no terminan de dimensionar. ¿Cómo puede intervenir desde este puesto?
–El Estado tiene que estar presente. Ese es el lugar del Estado. Ese es nuestro combate contra el narco, nosotros tenemos que estar ahí para que un pibe no se convierta en soldadito de los narcos. Es lo que nos piden, pero esto también tiene que salir de adentro del mismo barrio. Me lo vienen a pedir espacios de contención y de trabajo. Es de adentro para afuera, no al revés. Hay un fenómeno, que ha pasado en un montón de países y que nosotros tenemos que buscar que nos pase: hay que evitar que el narcotraficante se convierta en el Estado, les hace la escuela, el centro de salud y eso es gravísimo. Nosotros tenemos que adelantarnos a eso y dar esa solución. El gran negocio del narco es la plata y que la comunidad esté tranquila, quiere tener su guita, no quiere ser perseguido y para eso se gana a la comunidad. Para que eso no pase el Estado tiene que ganarse a la comunidad. La presidenta me lo marcó claramente.
–Su designación se produce cuando ha vuelto a profundizarse la discusión sobre la despenalización del consumo, en un momento donde el gobierno sostiene su postura de guerra contra las drogas. En el medio, Uruguay cierra el año con un paso histórico, con la legalización. ¿Cuál es su opinión?
–En primer lugar, Uruguay es Uruguay, y no voy a hablar ni me corresponde referirme de las decisiones de otro Estado, principalmente porque soy funcionario del Estado argentino. No debo y no quiero. Argentina es distinta a Uruguay. Como país nos merecemos todo tipo de debates, también este. Antes de hablar de la despenalización, que tiene muchísimas aristas, que no es despenalizo y listo, yo apostaría como un primer debate a la no criminalización. Eso me preocupa mucho más. Como lo dije en algún lado, los que terminan presos son los pibes que encuentran con el paco, con el porro, y los narcos vip andan por ahí dando vueltas. Yo creo que ese debate lo tenemos que dar, especialmente sobre la no criminalización. El resto no lo tengo estudiado como para decirte estoy a favor de la despenalización o no. Y no estoy evitando el asunto para no pelearme con la Iglesia o para que la presidenta no me rete, la verdad no es un tema que yo hoy tenga estudiado y no lo tengo en la agenda. Tengo diez millones de cosas, y en esta secretaría quizás lo urgente mate lo importante. Hoy me tengo que dedicar a lo urgente.
–¿Qué prioridades tiene esa urgencia?
–Territorio, inclusión, proyecto de vida para los pibes, combate al narco desde otro lugar, y en esta secretaría, además, tengo el control de los precursores químicos que indudablemente hacen al mundo del narco. Hay que reglamentar la ley que también señala la pastoral, hay que rescatar el proyecto y reglamentar esa ley de precursores. Considero que el tema de la droga tiene tres patas: una fuertísima estructura, tiene mucho dinero dando vueltas y tiene creatividad. El Estado tiene que combatir de la misma forma: con una gran estructura, con recursos y con creatividad. Hay voluntad política de la presidenta para esto. Y la creatividad es necesaria tanto para entender que con los precursores químicos lo que era nocivo un año atrás, ahora es el doble, y también para entender que a un tipo que vende merca con tres soldaditos, le sacás esos tres, se los rescatás y al año tiene siete. Tenemos que estar constantemente atrás de eso. Si está la droga o si hay un adicto debe estar Sedronar.
–Con antecesores polémicos como José Granero o fugaces como Rafael Bielsa, ¿no le parece que llega un poco tarde el cambio de perspectiva para la Sedronar? La justicia llegó a exigirle explicaciones a Granero por la ausencia de controles en el tráfico de efedrina a México, entre otras acusaciones en su contra.
–No lo sé. Creo que nunca es tarde para nada, siempre se puede empezar y comenzar. Quizás lo podamos considerar tarde porque el tema está ahora en el tapete. No te lo puedo contestar con certeza, porque sería apresurarme a juzgar las gestiones anteriores y eso no es ético. Tanto Granero como Bielsa hicieron lo que les tocó hacer en el momento que había que hacerlo. La presidenta decidió darle un giro a esto, aunque esto no empieza ahora, ya se viene desarrollando hace mucho desde distintos ministerios. Ahora el Estado le dará otra perspectiva a esta secretaría, pero no creo que haya llegado tarde. Después de las peleas de los que estaban al frente, con otros, es un problema coyuntural.
–¿Cómo es su relación con el Papa Francisco?
–Muy buena, aunque él es de San Lorenzo, y yo de River (risas). Yo no tenía una relación fluida con Bergoglio. Es más, se ha intensificado más nuestra relación desde que él es Papa. Y es más: ha sido más accesible para mí él siendo Papa que cuando era cardenal. Así es que son los milagros del espíritu santo que transforma las relaciones (ríe). Desde el momento que me recibió por primera vez en el Vaticano, con muchísimo afecto, él también sabía lo que me ha costado trabajar en esto y me ha acompañado mucho en este proceso también.
–¿Le planteó su apoyo por la designación?
–Él siempre está contento por todo. Porque es un pastor. Sí me ha pedido que me cuide mucho y ha sido tan cariñoso como Cristina. Que me cuide mucho, que cuide a la Sedronar, que cuide a los pibes, a la Iglesia y lo cuide a él. Verás que me dio mucho trabajo.
–Estamos hablando de un ex arzobispo de Buenos Aires, que tuvo que trasladar a un sacerdote villero, como el padre Pepe, para que no lo asesinaran en Barracas.
–Son momentos que los curas llamamos momentos de cruz. Si uno se compromete, sufre. Los platos los rompe quien los lava. Estos son laburos mueven cosas que no quieren ser movidas. Es parte del compromiso que asume el sacerdote, el pastor, el laico, y el que está al frente de una ong también lo sufre. Yo me imagino que más de una vez a Margarita Barrientos en Capital le ha pasado lo mismo, o el curita de Santiago del Estero que se pelea con los que venden droga en el barrio. No tuvieron la exposición pública que tuvo Pepe. Estos son laburos que te hacen sufrir. Creo que no hay que tenerle miedo al sufrimiento, pero tampoco hacerse los mártires. La cruz viene sola cuando tiene que venir. Nada, bienvenido el sufrimiento si viene, porque te hace crecer.