Cosecha Roja.-
“Llegamos los pibes chorros”, cumbiaban los Pibes Chorros -valga la redundancia-. “Al primero que se haga el ortiba por pancho y careta le vamos a dar”, seguían. En 2001 la clase media se horrorizó ante la pobreza y comenzó a mirarla con compasión. Pero ahora, que las redes sociales se popularizaron y los pibes empezaron a mostrar su mundo, la mirada es temerosa y el discurso, de mano dura.
En algunas imágenes la cámara los apunta y ellos apuntan a la cámara con una 9 milímetros. En otras posan con una pistola en cada mano que mira al cielo, o se guardan una en la cintura y captan el instante en que la están por sacar. En las más producidas tienen todo el arsenal de armas sobre una mesa: fundas, cinturón de balas, proyectiles de distintos tamaños. “Aparece esto porque es lo que más impresionante nos resulta, pero el recorte funciona como activador de señales de peligro y vehiculiza el discurso de los linchamientos y el énfasis en los menores como culpables”, dijo a Cosecha Roja Pablo Semán, sociólogo, investigador y profesor de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).
Que un pibe actualice su muro de Facebook con una foto calzado es un escándalo asegurado. “La foto de un chico con un arma conduce automáticamente a que le coloquen el cartel de joven violento”, dijo a Cosecha Roja Daiana Bruzzone, doctoranda en Comunicación y miembro del Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios de la Universidad Nacional de La Plata. El arma es un símbolo de poder y no necesariamente está vinculada a la delincuencia.
Esto me pasa.
Esto me pasa y es una mierda.
Esto me pasa y me la banco.
Los tres mensajes cuentan el mundo de los pibes. “Es casi un llamado de atención”, dijo Semán. “Impugnan un orden dominante que les dice cómo tienen que ser, cómo deben vestirse, relacionarse, cuánto y cuándo tienen que trabajar, estudiar, divertirse. Ellos transforman el estigma en emblema”, explicó Bruzzone.
“Existe cierta idea de provocación, pero es ambiguo el grado en que saben que provocan, naturalizaron las armas y se perdió dimensión de lo que es punible”, dijo el investigador de la Unsam. Y explicó que no se trata de conformar una identidad sino que son un conjunto de experiencias que los demás desconocemos.
El Facebook es parte de la vida. Para los jóvenes, las redes sociales son el espacio de comunicación por excelencia. El muro es como la calle, la plaza, la noche, la escuela o la esquina. Ahí los pibes se conocen, se gustan, se seducen, se pelean y se amigan. Por ahí conversan, por ahí se entienden. Lo mismo que hacen los más de mil millones de usuarios de Facebook en todo el mundo. Para Bruzzone, las web no inhabilita el espacio público sino que lo amplifica, lo virtual también es real.
“Argentina tiene una historia de violencia larguísima: todas las generaciones han sido atravesadas y las heridas son muy profundas: materiales, emocionales, simbólicas y culturales”, dijo Bruzzone, que cree que no se puede escindir esto del debate sobre el código penal, los linchamientos y el pedido de algunos sectores de que vuelva el servicio militar obligatorio.
“Nosotros somos las flores en la basura, una gota de veneno en tu maquinaria humana”, cantaban los Sex Pistols en la década del ´70. Acá, ahora, los pibes cuentan su mundo y, dijo Semán,“dan cuenta de lo podrido”.