El ahora ex juez español Baltasar Garzón atesorará durante mucho tiempo la jornada del miércoles pasado. Al mediodía estuvo en uno de los balcones del Congreso Nacional escuchando a la Presidenta durante la apertura de las sesiones ordinarias. La jefa de Estado no sólo le dedicó dos pasajes del discurso y lo aplaudió de pie junto a la totalidad de los diputados, senadores y militantes: también lo recibió, a media tarde, en la Casa Rosada. Y más tarde, el español ingresó a la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (CCC) para disertar, junto a otros panelistas, en un encuentro denominadoEspaña en el corazón en Argentina.
De la actividad participaron la fiscal Dolores Delgado Díaz, ferviente compañera de trabajo de Garzón durante dieciocho años en la Audiencia Nacional; la directora teatral de nacionalidad española Susana Hornos; Marcelo Duhalde, del Archivo Nacional de la Memoria, y Juano Villafañe, del CCC.
Hacía sólo tres días antes, la prestigiosa figura de Baltasar Garzón había vuelto a ganar visibilidad mediática mundial, pero esta vez no por juzgar o detener a genocidas como el argentino Alfredo Scilingo o el chileno Augusto Pinochet, sino por haber sido absuelto de las acusaciones de prevaricato que el máximo tribunal de justicia español le había iniciado por haber tenido el “descaro” de declararse competente para investigar los crímenes del franquismo. Y el pasado 9 de febrero, fue condenado a 11 años de inhabilitación en otro juicio, relacionado con un caso de escuchas ilegales, cercenándosele su carrera como juez, por lo menos hasta el año 2023. Garzón había ordenado las escuchas entre los presuntos cabecillas de una red de corrupción llamada Trama Gürtel, que en el 2009 había salpicado a importantes dirigentes del ahora gobernante Partido Popular.
Cuando apareció por un pasillo lateral del CCC, impecablemente vestido con un traje de color gris topo, el público que había llenado la enorme y cálida sala lo recibió de pié, rompiéndose las manos, tal cual había sucedido dentro del Congreso unas horas antes. Decenas de fotógrafos y camarógrafos pugnaron por una primera imagen de frente de su afable figura. Las autoridades del CCC abrieron el panel dedicando unas palabras de admiración, agradecimiento y solidaridad con el magistrado español. Luego tomó la palabra la directora de teatro, quien no hizo ningún esfuerzo por ocultar la indignación que sentía por los procesos judiciales que los sectores más retrógrados de su país llevaron adelante en contra del hombre que ahora tenía a su lado.
“El fallo del Tribunal Supremo español va contra los principios básicos y, por lo tanto,va contra la historia”, aseguró Garzón, al tomar la palabra, y en referencia a la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de su país, del último 27 de febrero. Aquel día, haciendo uso de su derecho a una última palabra, frente a los supremos de su país, citó al filósofo alemán Immanuel Kant: “El tribunal del hombre es su conciencia”. “Y yo tengo la conciencia tranquila”, subrayó en el CCC. “No sé la de otros, como la de instituciones y medios, y esto no es crítica, sino certeza, ya que deforman y manipulan la verdad, sometiendo la información a sus intereses ideológicos”.
Garzón asumió que para él había sido muy duro que lo procesaran por intentar develar los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y la dictadura franquista (1939-1975), que dejó un tendal de más de 100.000 muertes que nunca fueron investigadas, “pero el tratamiento a las víctimas ha sido denigrante. Es grave que en la sentencia no merezca ni una sola línea la atención del robo de bebés. Representa esa idea de que el olvido es la norma”.
En diagonal al panel, en primera fila, las Madres Tati Almeyda y Nora Cortiñas, y la titular de las Abuelas, Estela de Carlotto, asentían con la cabeza. En la sentencia, el Tribunal Supremo español había argumentado que los delitos de la dictadura de Franco habían prescripto y que Garzón había violado la ley de Amnistía, vigente desde 1977. “Mi concepción de la vida cambió cuando las conocí a ustedes, Madres y Abuelas, e incluso la manera de ver la justicia”, les confesó en público.
En la primera fila, aparte de las referentes del movimiento de derechos humanos en la Argentina, en las gradas había representantes de la política nacional: Jorge Taiana, Carlos Heller, Martín Sabbatella, Patricio Echegaray, y varios funcionarios del Archivo Nacional de la Memoria, entre ellos Eduardo Jozami.
En su libro Kirchner íntimo, el periodista Daniel Miguez cuenta que el 8 de julio del 2003, Garzón le reiteró a la Justicia argentina su pedido de detención y extradición de 45 genocidas argentinos por delitos de lesa humanidad que ya había realizado en el año 2000, y que Kirchner, a los pocos días, se reunió con el magistrado español en Nueva York. El santacruceño quería juzgar a los asesinos en su propio país, pero las leyes del perdón resultaban un vergonzoso impedimento legal. Kirchner, se sabe, al poco tiempo impulsaría la anulación de las leyes. Minutos antes de que arrancase la conferencia, Miradas al Surdialogó con Taiana, canciller argentino durante aquellos primeros meses de la gestión de Kirchner. “Lo primero que hicimos cuando arribamos a la Cancillería fue anular el decreto de Fernando de la Rúa que obligaba al Ministerio de Relaciones Exteriores a rechazar in límine las extradiciones. La consigna de Néstor era clara: mientras no podamos juzgarlos en nuestro país, habría extradiciones”. Sobre la presencia de Garzón, dijo: “Es un honor para todos los argentinos que esté en nuestro país. Tenemos que darle nuestro respaldo frente a una resolución que nos dejó pasmados y nos resulta incomprensible.”
Federico Luppi también charló con Miradas al Sur. Afirmó: “Venir aquí implica un doble homenaje: para él, por lo que le ha pasado, una operación de una perversión poco conocida en el mundo occidental, propio del fascismo europeo, singularmente español, y para nosotros es una confirmación de que somos un país que ha estabilizado la lucha contra la impunidad y el genocidio. Escuchar a Garzón es una reivindicación de toda la basura cotidiana que tenemos que escuchar desde el punto de vista de la información, la mala fe, los intelectuales por Malvinas, que son feas porque crean una pesadumbre artificial y torpe”.
En una de sus intervenciones, Dolores Delgado Díaz se refirió a Garzón como “un militante universal de los derechos humanos”, y repasó las sensaciones que tuvieron cuando en el año 1996 los familiares de los desaparecidos argentinos llegaron a su despacho clamando justicia.
Marcelo Duhalde, al iniciarse la charla, se había referido a la operación que sufriese su hermano, Eduardo Luis Duhalde, secretario de Derechos Humanos de la Nación, todavía internado. “No pudo venir pero envió una carta”. Escrita con una prosa notable, fue leída por la dramaturga española. “No hablo de condena porque no es Garzón el condenado, sino el sistema judicial español, que ha quedado en evidencia frente a la comunidad española e internacional por su carácter faccioso y por su servidumbre a las minorías del privilegio, desnudando su condición de guardaespaldas de la negra memoria del franquismo”, decía uno de los párrafos.
“Decir hoy que los crímenes del franquismo no constituyen un ataque a la humanidad es una de las ofensas más graves que se pueden hacer a las víctimas”, dijo Garzón para terminar. “Voy a continuar reclamando lo que creo que es de rigor: la protección de los derechos de las víctimas. No sé cómo, pero lo haré mientras me quede aliento.”
Fuente: http://sur.infonews.com/notas/garzon-mi-manera-de-ver-la-justicia-cambio-cuando-vi-madres-y-abuelas