A casi siete meses de la puesta en vigencia del nuevo código procesal penal que instauró el sistema de juicio por jurados, «Río Negro» dialogó con varios vecinos que debieron cumplir con tal carga pública y que contaron como pasaron del desinterés al recibir la notificación, a votar con convicción ya sea por culpable o inocente.

Por su seguridad así como en los juicios no se permite difundir imágenes de los jurados, en este artículo tampoco se revelarán sus identidades ni los casos puntuales en los que intervinieron.

«Casi que me muero cuando vi que me llegó una carta que decía que había sido seleccionada para jurado, y lo peor es que pensé que era algo que iba a pasar a futuro, pero a las dos semanas vino un policía y me dijo que me tenía que presentar en unos días», contó E., una joven madre que formó parte de uno de los seis jurados populares que se han desarrollado en esta ciudad.

Para otro vecino que ofició de jurado la notificación no le produjo miedo sino sospechas. «Pensé que era como cuando te toca ser fiscal de mesa, que después quedás como para siempre», contó F. un joven padre.

Ya notificados, la presentación de varios de ellos se dio por medio de un consejo un tanto duro. «Es una carga pública, si no va, la vamos a venir a buscar con el patrullero», contó G., una ama de casa que le dijo el policía que la notificó.

Una vez que comienza el juicio mientras algunos aseguran que «te empezás a enganchar», para otros «son horas y horas de stress». Pero todos coincidieron en señalar que «te das cuenta de la responsabilidad que tenés cuando empieza la deliberación».

Es por ello que las horas de debate para algunos de los entrevistados pasaron volando, dado que, por ejemplo F., destacó que «es una responsabilidad enorme la que tenés, de decidir si dejás a alguien libre y resulta que es un delincuente y después mata a alguien o si lo condenás y en realidad era inocente».

Por tal situación varios de los vecinos que fueron jurados revelaron que «tuve más miedo al final que al principio, porque era yo el que tenía que resolver sobre la vida de una persona».

En esa deliberación F, quien además fue designado como presidente de ese jurado, remarcó que «me dio la impresión de que todos éramos iguales, que no importaba ni la edad ni la instrucción de cada uno, porque todos nos compenetramos con el caso».

Con los juicios ya concluidos algunos jurados aseguraron que volverían a cumplir tal rol, porque señalaron que «es el momento en que más cerca se va a sentir uno de la justicia».

Otros no quieren repetir la experiencia, no por temor sino por compromiso con el veredicto .

«Creo que no estamos preparados para evaluar pruebas o evidencias y dar un veredicto correcto, porque como los casos tienen pocas pruebas y muchos testimonios, muchos jurados se lo toman casi como un chusmerío, y no debe ser así», señalaron otros.

Tal vez sea por ello que F. y G. coincidieron en que «el mayor miedo no es un veredicto de inocente a un asesino, sino de culpable a un inocente».

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