-El sistema carcelario argentino es altamente eficiente, funciona muy bien para los fines en que se montó o está establecido. Es decir, funcionan muy bien como lugares de exclusión de aquellos que por alguna razón están detenidos. Y que siempre, inexorablemente siempre, pertenecen desde lo social a los sectores más desposeídos. Porque la población del sistema carcelario argentino está poblada por los planos que viven en la pobreza, la marginación -señala a este diario Alcira Daroqui.
Es socióloga egresada de la UBA y tiene en su haber 29 años trabajando sobre el sistema carcelario argentino. Es directora del Departamento de Investigaciones de la Procuración Penitenciaria de la Nación y coordinadora del Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos. Acota Daroqui:
-El sistema carcelario argentino es la expresión de vulneración de cuanto derecho tenga el detenido, todo un mecanismo que se instrumenta mediante la violencia física o malos tratos. Funciona mediante una naturalización de esas violaciones, un proceso que viene de muy lejos en la historia argentina. Por esta razón, nuestras cárceles producen, en términos fabriles se podría decir, individuos cada vez más violentos…
Luego, Daroqui, una mujer que expresa una personalidad, convicciones y conocimientos muy firmes, comenta: «Hay un compromiso militante al trabajar sobre lo que sucede ahí adentro» y enumera los tipos de tortura y/o malos tratos incluidos en la ficha de relevamiento con que se maneja el Registro de la Procuración Penitenciaria de la Nación para revelar la situación de los derechos humanos en las cárceles federales:
Agresiones físicas, aislamiento, amenazas, traslados gravosos, traslados constantes, malas condiciones materiales de detención, falta o deficiente alimentación, falta o deficiente asistencia de la salud, robo de pertenencias; impedimentos de vinculación familiar y social, requisa personal vejatoria.
-Y la Justicia, ¿cómo reflexionarla en clave a su intervención?
-Mire: todo lo que sucede dentro de una cárcel en materia de violencia, por parte de la institución, lo habilita la Justicia… La Justicia, tal como se interesa u opera hoy en relación con el drama que se vive en las cárceles, no sólo es consustancial a que la violencia sobre los detenidos se produzca, sino para que queden impunes. La Justicia habilita lo que sucede tras los muros. En la cárcel, la propia Justicia suele alentar violencia por parte de las autoridades… Ante una denuncia de un detenido sobre torturas o malos tratos, la Justicia puede llegar a intervenir tomándole declaraciones al preso delante de los efectivos que lo torturaron o lo trataron mal. Con esto, la propia Justicia libera la posibilidad -muy habitual, por otra parte- que ese detenido sufra venganzas, que le pase de todo. Por mano propia de los carceleros o de parte de otros detenidos a los cuales los carceleros presionan para que lo agredan. Porque en todo esto hay siempre una constante, podríamos decir que una cultura muy instalada en el sistema carcelario: al poder, o sea al sistema mismo, le interesa alentar las tensiones entre los detenidos.
-¿Para disciplinar?
-Para manejarlos, claro. Cohesionados, podrían representar un problema. El conflicto interno no es neutro, sirve a un objetivo claro, preciso: gobernar la cárcel.
-En los informes de la Procuración, sobre todo este tema, la escasez de comida emerge con una identidad muy definida en lo que hace a causas de conflicto. ¿Puede en consecuencia ser un instrumento para el gobierno de la cárcel?
-La escasez de comida es una constante en el servicio carcelario. Hay que reflexionarla en el marco que se da, en la naturaleza que en sí mismo ya tiene cárcel como tal. Esa escasez promueve enfrentamientos entre los presos, claro. Y cuando esto sucede, el sistema también se beneficia por separar a quienes se enfrentan, los traslada de pabellones. Pero siempre pende sobre ese preso la amenaza de que en cualquier momento lo devuelven al pabellón, el sector, donde peleó por comida. El lugar donde tiene enemigos… y donde, si vuelve, bueno… puede encontrar la muerte.
-En el 2013, en relación con las cárceles relevadas por ustedes, individualizaron un total de 2.377 hechos de tortura y/o malos tratos para 881 víctimas. ¿Qué identidad tiene, en ese marco, el aislamiento del detenido?
-El olvido. La persona dejó de estar. Está aislada. Sometida a humillaciones extremas en su condición de vida… huelga detallar. Nuestros informes lo dejan muy en claro… Se llega al aislamiento por cualquier razón. Un detenido que demanda atención de salud o demanda autorización para la visita de un familiar y etc. etc. y no lo escuchan, sus demandas no son atendidas, puede terminar «cansando» al sistema y entonces lo aíslan. Ahí suele suceder que el detenido, desesperado, se corte, se lastime, intente llamar atención incluso colgándose y muriendo… Es un olvidado, es nadie… eso es el aislamiento para el sistema carcelario… Y, además, una reflexión: las carceleras mujeres también ejercen violencia sobre las detenidas. Hace pocas horas tomamos conocimiento de un hecho en una cárcel de mujeres que en un marco de problemas entre cinco detenidas, ingresó la requisa integrada por carceleras y las golpearon, tiraron agua con una manguera. No hay diferencia en cuanto a metodología de tratamiento entre varones carceleros y mujeres carceleras.
http://www.rionegro.com.ar/diario/alcira-daroqui-sociologa-la-justicia-habilita-lo-que-ocurre-tras-los-muros-4718502-10101-nota.aspx