El lúcido texto de renuncia al cargo de ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación enviado por el profesor Zaffaroni a la presidenta de la Nación a once años de haber sido designado en ese cargo es un hecho simbólico, pedagógico por su contenido, inspirador por su mensaje y aleccionador para las nuevas generaciones de abogados que buscan utilizar las herramientas que les brinda el Derecho (que muchos aún aprenden de un modo acrítico en la facultad), no para conservar privilegios e intereses estatuidos (como quiere parte de la doctrina), sino para tender a la organización de una sociedad más igualitaria y más justa, única forma, como advierte Zaffaroni en su texto de renuncia, de disminuir los niveles de violencia imperantes en la sociedad. Hay muchas formas de violencia que aún los abogados no vemos. Formas de la violencia que la Justicia (el Poder Judicial) no nombra: la desigualdad es una de ellas. La pobreza es otra forma de violencia. La exclusión es violencia. Estas formas de violencia que el derecho no nombra y la Justicia no juzga como tales (y muchas veces gran parte de la sociedad no ve como “hechos de violencia”, no se considera a la desigualdad o a la pobreza como formas de una violencia muy grave) están, sin embargo, en la base del problema de la inseguridad. La desigualdad tiene que ver con la inseguridad. Tambien la pobreza.

El texto es valioso porque asume para la Justicia la periodicidad en los cargos, que no debiera ser asumida como un gesto de debilidad de los jueces ni de la Justicia ni como una amenaza a su independencia. El carácter vitalicio de los cargos es un elemento monárquico que, como bien señala Zaffaroni, poco se corresponde con los tiempos y debates y recambios de una democracia republicana y deliberativa, donde los jóvenes –como abogados o no– están llamados a participar cada vez más (y no cada vez menos) con voz propia, la juventud está llamada a intervenir y a tomar la palabra para rediscutir el Derecho, y es para eso, como dice Zaffaroni, que debe formarse y ser apoyada en su formación: para tener elementos para dar la discusión. Para poder construir un derecho mejor. Diferente. Y más justo.

Finalmente, Zaffaroni asume que la misión central de todo Estado que quiera organizar una sociedad mas justa pasa, en primer lugar, por una reforma de la educación, que ponga al alcance de sectores tradicionalmente excluidos y marginados de la vida civil y política ese derecho: el derecho a saber, el derecho a la educación, sin el cual la participación política efectiva de los jóvenes no se hace posible. En esto se esconde una semilla y es la de un nuevo modelo de ejercicio de derechos, que va empoderando a las personas antes “representadas”, dejando atrás el paradigma de la tutela. Del modelo tutelar se sale con más educación y otorgando mayores niveles de autonomía a las personas.

Zaffaroni habla de una revolución pacífica y silenciosa: la de sectores que se incorporan por primera vez a la universidad pública. El saber jurídico no puede permanencer impasible ante esta nueva realidad social, porque en ella radica, precisamente, la mayor oportunidad de cambio de cosmovisión del Derecho: sectores antes excluidos, ahora empoderados, que el día de mañana se incorporarán como funcionarios en la administración de Justicia, es decir, que se incorporen a un poder (como el Poder Judicial) que siempre los ha mirado desde arriba, los ha negado o los ha mirado con desprecio. La revolución pacífica y silenciosa es la revolución de la administración de Justicia, a través de una nueva composición mucho más abierta y plural. Una Justicia administrada por más manos, más y diferentes miradas, nuevos lenguajes, nuevos sectores, nuevos desafíos. Nuevos problemas que antes no veíamos. Que una parte de la sociedad no nombraba. Una Justicia a la que se le quita homogeneidad y uniformidad en los pensamientos y en su forma de composición. Para eso hace falta recambio generacional e ideológico, porque así se potencia el debate al interior de cada poder del Estado. La juventud está llamada a tomar en sus manos la defensa de los derechos. A ellos les habla Zaffaroni con su renuncia. Está diciendo: yo me voy porque vienen otros jóvenes. Y porque hay que formarlos. Porque sin formación es difícil luchar por el derecho. La incorporación educativa de sectores privados históricamente del derecho a la educación es el primer paso concreto para transformar el Poder Judicial en Argentina. Y la sociedad toda. La transformación de la educación es la transformación de la Justicia. El acceso a la educación es el acceso a la justicia. Y a una mayor igualdad. Y una mejor cultura.

* UBA-Conicet.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-259144-2014-11-05.html