José Ricardo Spadaro fue convocado para enlazar a las áreas del gobierno dedicadas a temáticas en las que se relacionan cuestiones de seguridad, salud y emergencias públicas. Le encomendaron desarrollar un sistema de inteligencia criminal en la provincia para identificar los problemas de violencia a fin de actuar con una especie de hoja de ruta. Señala que la policía puede reformularse pero llama la atención sobre su corrupción estructural y escasa capacitación. También dice que la falta de un plan de transición adecuado a la ley de personal policial impulsada en 2006 generó una fuerza quebrada.
Cuando se identifican problemas críticos en una institución el análisis merece exponerse con crudeza. ¿Cómo ve a la policía a nivel de doctrina, disciplina e inteligencia criminal?
—Hicimos dos cursos de estado mayor con los oficiales superiores a dos semanas de asumir. Luego pedí una reunión con el ministro de Seguridad. Le dije que la reforma policial tiene varios problemas. Uno es que no hubo plan de transición a partir de la sanción (en 2006) de la ley de personal. Al no haberlo, no se proyectó el plan de carrera y así hoy la policía tiene un problema con los mandos medios que no fueron capacitados porque el esfuerzo se dirigió al Instituto de Seguridad Pública (Isep), una creación interesante pero dedicada a formar a nuevos policías. Quedó dispersa la capacitación de los oficiales superiores en el planeamiento, la toma de decisiones y la inteligencia criminal, que es el modo de anticiparse al crimen y sin la cual se termina como México, con el ejército en la calle. El antídoto de la democracia es capacitar a la policía para que detecte el problema y no vayan las brigadas a hacer procedimientos sin saber qué se busca.
¿Y cómo estamos hoy en inteligencia criminal?
—El sistema de inteligencia es un modelo de análisis y prevención a partir de información calificada. Ahí estamos en pañales. Se debe en parte a un plan de reforma que todos cumplieron sin revisar sus puntos críticos. Es buena la creación de la Policía de Investigaciones pero no se puede armar algo así en un par de años. Cuando se selecciona el personal van allí cuadros sin formación en inteligencia. Hubo un esfuerzo pero sin capacitación suficiente, que estamos empezando ahora. No basta el saber que da la escuela de policía. Para entender una organización criminal compleja necesito de abogados, economistas, y este déficit va más allá de Santa Fe.
Usted habló de tres campos de intervención en su área.
—Uno actuar para mejorar la seguridad pública. Otro es interpretar o rediseñar en cada ministerio los protocolos de actuación del Estado. El tercero es el de supervisión para garantizar que todo se cumpla. Hay una fuerte prioridad en el tema policial, se debe cambiar la matriz de policía de Estado a la de policía de protección social, más cerca del ciudadano y alejada de la visión coactiva. Esto no está resuelto en el país y no es culpa exclusiva de las policías, que tampoco están coordinadas a nivel nacional. Si vamos a hablar de crimen organizado tenemos que saber qué pasa en Córdoba, que está al lado nuestro. El gobernador propuso un perfil más técnico y por eso está Gerardo Chaumont en Seguridad, un especialista en manejo de policías en situaciones críticas.
Dice que en los cursos de estado mayor los oficiales superiores y Chaumont se vincularon bien. A veces a los policías no les gusta que los venga a comandar alguien de otra fuerza.
—Cuando Chaumont vino a ese curso no estaba designado. Y el feedback con los oficiales incidió en su designación. Cuando la policía está descarriada, que no digo que sea la de Santa Fe, hay que ver si se la puede solucionar. Y si no se puede, el camino es la sustitución completa de la policía.
¿Cómo se hace eso? ¿Cómo corre a 18 mil hombres?
—Perú eliminó tres policías, desplazó personal y formó una sola. El Salvador, luego de una guerra de doce años, disolvió el componente militar del Ejército y tomó personal idóneo. Guatemala disolvió la policía y formó una nueva. Acá no estamos en esos extremos. En Rosario el sistema de mando tenía problemas porque había varias especializaciones y lo que veían los policías es que iban perteneciendo a agrupamientos policiales distintos. Hay que aclarar eso. La comisaría no se va a ocupar del universo total de delito porque no puede. Por eso viene la PDI a hacer inteligencia criminal, lo cual está en fase de preparación. La policía es una sola, no debemos volver a lo que no funcionó, que son las unidades regionales. Vamos a una estructura de cinco jefaturas regionales. Dos jefes provinciales con un Estado Mayor: un campo profesional que diga cómo está el plan de carrera, la disciplina, cómo van los regímenes de ascenso. Además la inteligencia criminal que no existe en el alto nivel. Hablamos con la Escuela Nacional de Inteligencia y el año próximo se capacitará con distintos cursos.
¿Qué es hacer inteligencia?
—Es estudiar los casos, definir por qué pasó eso y proyectar por qué pueden repetirse. Si hay un barrio marginal, sin política pública ni contención, y aparece alguien que ofrece ganancias rápidas como el crimen organizado, empieza a captar una juventud sin destino. La inteligencia criminal tiene que identificar lugares donde la generación de delito es factible para actuar de modo operativo y preventivo. Hoy eso es precario o, para no lastimar a nadie, está en formación.
Se advierte en la policía una falencia para trabajar en el territorio, sea por deficiencia técnica o por connivencia. El ejemplo más claro es el de los bunkers.
—Si la policía no actúa es parte grave del problema. Hay una corrupción estructural que no va a tolerarse. Es una estructura de mando-obediencia donde todos respetan la forma, pero no usan la reglamentación policial sino los códigos de la mafia, donde también hay mando y obediencia. La sociedad entonces no cree en su policía.
También se ve un problema de disciplina como en la crisis policial del año pasado, aunque también en la incapacidad de estar en la calle o tomar denuncias.
—Esto se reformula con reorganización. Aplicar la ley de personal como fue diseñada, sin plan de transición, nos conduce a un problema grave en tres años: una masa de policías en el lado inicial, una gerentocracia que se está yendo, y en el medio nada.
Y esta policía nueva, se advierte que fue puesta en la calle de apuro y en un escenario difícil.
—Es un problema orgánico y de despliegue territorial. Chaumont y el jefe de policía están ordenando las áreas que tenían estos baches. Pero estos problemas están en todo el país.
¿Qué visión tiene del delito en Rosario?
—El narcotráfico se instaló en base a un desorden grave en la policía local, que hizo ver a los organizadores del negocio que este era un lugar para reexpedición de drogas, por vía terrestre o fluvial. Aparecieron pequeñas organizaciones disputándose terreno frente a una demanda local importante. Solucionando el problema de la policía, esta periferia del crimen en crecimiento, que no tiene la magnitud de Colombia o México, deberá declinar.
Rosario también vio cómo determinados empresarios se involucraron en exportar droga a Europa.
—Son casos puntuales de gran envergadura, pero los vemos hasta ahora como casos aislados en Rosario, frente a los que hay que estar alerta. El asunto de cómo llega la droga indica que el problema está fuera de la provincia. Por eso debe integrarse todo el tema de la investigación criminal con la Nación. El orden público es un problema de la provincia. El crimen organizado es un problema de todos. Tomo un concepto de Mao Tsetung: si el delincuente es un pez y la sociedad es el agua, navega. No hay crimen organizado sin una sociedad que contribuyó, o no tuvo reflejos, o toleró.
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