El resonante caso de dos hermanos de la localidad de Los Ángeles, departamento Capayán, que fueron culpados falsamente de abuso sexual, reactualiza el debate sobre las denuncias infundadas en éste y otros temas especialmente sensibles, como la violencia de género.
 
El caso de Capayán podría resumirse de la siguiente manera: en el año 2008, una mujer denunció a estas dos personas de haberla accedido carnalmente sin su consentimiento. Esto, según dice ahora, no es cierto, y que denunció a los hermanos amenazada por su padre, que estaba enfrentado con ellos.
 
Para aportar aún más confusión en una causa que estaba supuestamente cerrada, la mujer confesó que, en realidad, el abusador fue su progenitor. Los primeros acusados por la mujer fueron condenados a 21 y 14 años de prisión, y podrían recuperar la libertad si es que la causa es objeto de revisión y la última versión de la presunta víctima es corroborada judicialmente.
 
Si se confirmara la inocencia de los condenados, resultaría imprescindible apuntar que no solo la falsa denuncia es la causa de la flagrante injusticia cometida, sino también una deficiente pesquisa policial y judicial. Bastó, según parece, el testimonio de una persona para imponer penas muy severas.
 
La generalización de estas deficiencias investigativas llevaría a la cárcel a miles de inocentes, en base a indicios tan frágiles como un simple testimonio, si es que tales imputaciones no van acompañadas de otras pruebas.
Las falsas denuncias son especialmente frecuentes en los casos de abuso sexual, quizás por la dificultad de recolectar pruebas adicionales a las testimoniales. De modo que en este tipo de causas se requiere de una investigación judicial muy eficaz y profesional.
 
Existen numerosos casos en los que los abusadores fueron liberados o ni siquiera investigados, y otros, como el mencionado, en que inocentes fueron condenados. Los errores que se cometan en la tramitación de este tipo de causas puede derivar en una injusticia, pues una denuncia falsa puede condenar a un inocente tanto como desestimar una denuncia verdadera puede liberar de culpa y cargo a un abusador. 
 
También se advierte la proliferación de falsas denuncias de violencia de género, aunque por cierto la gran mayoría se ajustan a una realidad muy preocupante. 
 
Al igual que en el caso de las falsas denuncias de abuso sexual, este tipo de mentirosas imputaciones suelen esgrimirse como venganzas o represalias que tienen como propósito, frecuentemente, excluir provisoriamente del hogar al presunto agresor. 
 
Determinar cuáles de estas denuncias son ciertas y cuáles no, exige un esfuerzo de investigación -porque no siempre quedan secuelas de la violencia o es difícil probar quién las provocó- esmero que no siempre está presente en el personal policial y judicial encargado de las pesquisas.
 
Profesionalizar los procesos investigativos de los delitos, sobre todo los de instancia privada, constituye un requisito imprescindible para, al mismo tiempo, castigar a quienes los cometen y evitar la consumación de injusticias que hagan recaer culpas en personas inocentes.