Massa relanzó su campaña: «Voy a terminar con los jueces sacapresos de Zaffaroni», titulaba Infobae. En primer lugar, es interesante pensar que si alguien del gobierno nacional hubiera dicho que quería terminar con determinado grupo de jueces rápidamente en los medios hegemónicos se hablaría de la falta de institucionalidad, del avasallamiento de la democracia y de la injerencia sobre la división de poderes. Sin embargo, como esta declaración la realiza un dirigente opositor, se muestra como una opinión que busca «luchar contra la inseguridad».
Por otro lado, es interesante pensar en la concepción de «jueces sacapresos».
Contrariamente a la idea de «puerta giratoria», en nuestro país hay un crecimiento sistemático de la tasa de detención.
El deseo «metepreso» de Massa se viene cumpliendo: en 1996 teníamos 25.163 personas presas y actualmente, 64.288. De esa población sólo el 49% son condenados, es decir que el resto son técnicamente inocentes.
Asimismo, el sector detenido responde a un perfil social: el 30% tiene el primario incompleto y sólo un 39% logró terminarlo.
Es decir, no hay puerta giratoria. Hay una puerta cada vez mayor para determinado tipo de delito y una muralla que invisibiliza las organizaciones delictivas de otros sectores sociales.
La pregunta sería: ¿para qué queremos más presos? Más detenidos en condiciones precarias, donde no se garantizan sus derechos, son más personas a las que les costará más incluirse socialmente cuando recuperen la libertad, más personas que han vivenciado situaciones de extrema violencia.
Como dijo el sociólogo argentino Gabriel Kessler, si a un joven que sabe que robar está mal se lo lleva a la cárcel de buenas a primeras, además de generar en él resentimiento y un estigma que le resultará muy difícil sacarse de encima, una vez que cumpla su condena y salga de la cárcel se lo podrá estar vinculando con otros individuos en una carrera profesional del delito. De esa manera la cárcel, lejos de resolver los problemas, recrea las condiciones para que se agraven.
En ese sentido, para el Dr. Mariano Gutiérrez, miembro de la Asociación Pensamiento Penal, hay una aparente paradoja: los países con menos encarcelamiento son los más seguros y no al revés, «porque la violencia interpersonal y la violencia institucional (en su forma legal, incluso, la del encarcelamiento) son dos caras de un mismo fenómeno: la sociedad violenta».
«Meter presa a una persona cuesta lo mismo que becar a tres estudiantes universitarios», sostiene Gutiérrez, evidenciando cómo las falsas soluciones profundizan nuestros problemas.
Para construir una sociedad menos violenta y más inclusiva quizás habría que terminar con los dirigentes demagógicos sacaderechos.
(*) Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de la UNRN
http://www.rionegro.com.ar/diario/dirigentes-sacaderechos-7278583-60621-nota.aspx