La Justicia noruega será puesta a prueba cuando determine en el juicio que inicia este lunes si el terrorista Anders Behring Breivik, autor confeso de la masacre de 77 personas el pasado verano en Oslo y Utoya, merece la cárcel o el manicomio.

La principal cuestión del proceso legal se centra en torno al estado mental del extremista nórdico que cometió el crimen más mortífero registrado en esa nación escandinava desde la Segunda Guerra Mundial. En una sociedad estremecida por los letales acontecimientos, el 87 por ciento de los noruegos considera que el criminal no debe quedar libre nunca, según encuestas.
No obstante, la polémica se mantiene gracias a la contradicción de diversos informes médicos que sitúan a Breivik entre la cordura y la demencia, entre la cárcel o una institución de salud mental, entre una larga sentencia con posibilidad de salir algún día o la reclusión de por vida.
¿Qué dice Breivik de la matanza?
Negado a arrepentirse por los asesinatos, Breivik es enjuiciado por la matanza de 69 personas en el campamento juvenil del Partido Laborista Noruego en Utoya y por la muerte de otras ocho víctimas, tras la explosión de una bomba en el complejo gubernamental de Oslo, horas antes.
Tras los sangrientos sucesos, varios informes médicos le declararon demente. Entonces, las evaluaciones de salud mental se referían a un individuo de personalidad trastornada con serios delirios de grandeza y extrañas alucinaciones.
El problema derivado de tales conclusiones es que el extremista antiislámico, al ser declarado sin responsabilidad penal, debido a su presunta enajenación, enfrentaba la posibilidad de evadir la cárcel.
Pero apenas publicados los resultados de las investigaciones estalló la polémica, ya que varios psiquiatras de prestigio como los expertos Pal Abrahamsen y Steinar Hauge, con más de 30 años de experiencia en casos criminales, cuestionaron de inmediato esos reportes.
Aunque lo más sorprendente del caso provino del propio Breivik, quien afirmó sentirse ofendido por el diagnóstico de esquizofrenia paranoide reservado para su persona.
El ultraderechista insiste en su estabilidad mental y reclama que sus ataques deben ser juzgados como un acto político y no como la obra de un psicópata.
Está muy claro el hecho de que Breivik no se arrepiente y es muy detallado a la hora de describir sus acciones, dijo su abogado defensor, Geir Lippestad.
Creo que el juicio será terrible, indicó el legista al pedir comprensión para tratar de entender hasta donde sea posible la versión de su defendido.
No obstante, para agregarle más leña al fuego, un nuevo reporte psiquiátrico cuestionó a los anteriores y determinó que el criminal nórdico estaba cuerdo y, por tanto, lo consideró penalmente responsable por sus actos.
«El paciente no tiene una enfermedad psíquica grave que debilite de forma significativa su capacidad para analizar de forma realista su relación con el mundo y no actuó bajo una fuerte alteración de la conciencia durante los actos de los que se le acusa», indicó el informe.
La principal conclusión de los expertos es que no se considera que el acusado estuviera sicótico en el momento de los hechos, subrayó asimismo en un comunicado el Tribunal de Oslo.
Por tanto, ahora la Justicia noruega deberá decidir cuál de las dos opciones ve como válida.
De momento, también Breivik se siente complacido con su nueva designación de persona cuerda, aunque ello lo haga responsable ante la ley de los asesinatos masivos perpetrados.
Según afirma, la masacre del pasado 22 de julio fue «una acción contra los traidores del Estado que acometen la destrucción cultural del grupo nórdico», en tanto certifica la matanza como un acto cometido para «defender a la población étnica noruega».
De acuerdo con su historia, Breivik dice ser comandante militar del movimiento de resistencia noruego y de los Caballeros Templarios de Noruega, de reconocida retórica xenófoba y ultranacionalista.
El extremista escandinavo se considera un cruzado en su lucha particular contra organizaciones que apoyan y respaldan la ideología del multiculturalismo.
Por tales motivos, incluso su propio abogado teme que su cliente se sobrepase en sus declaraciones de odio xenófobo durante el juicio.
Este proceso legal va a ser muy difícil y será un reto enorme escuchar sus explicaciones, dijo sobre su defendido el jurista Lippestad.
«No sólo va a defender sus acciones, sino que también se lamenta de no haber seguido más allá con ellas», indicó.
El juicio final
Breivik será juzgado a partir del 16 de abril por cargos de terrorismo y asesinato premeditado, en un proceso legal que durará unas 10 semanas como mínimo.
En ese tiempo, la suerte del terrorista será decidida por un panel de cinco magistrados, compuesto por dos jueces técnicos y tres legos. La jueza principal será Wenche Elizabeth Arntzen.
La defensa de Breivik estará encabezada por el abogado Geir Lippestad y contará con la asistencia de tres ayudantes, mientras que la parte acusadora la integran dos fiscales estatales: Inga Bejer Engh y Holden Svein.
Además, se espera la concurrencia de cientos de personas afectadas por los atentados: más de 770 sobrevivientes y familiares de las víctimas, representados por 162 abogados.
Los testigos se estiman en cerca de 150 y de ellos unos 40 testificarán llamados por la defensa.
La sentencia
Si los jueces determinan que Breivik actuó en su sano juicio, podrán aplicar sanciones de hasta 21 años de prisión, la máxima pena de reclusión por actos de terrorismo, según la ley noruega.
Otra variante sería la cautividad preventiva: o sea un máximo de 21 años de cárcel, con una disposición legal adicional que permita extender la condena al encartado hasta que este ya no se considere un peligro para la sociedad.
En caso de que los jueces acepten el alegato de demencia, el extremista sería condenado a reclusión de por vida en un hospital psiquiátrico.
Sin embargo, esta vía encuentra reticencia, ya que en caso de que Breivik responda positivamente al tratamiento psiquiátrico que le determinen los doctores, pudiera ser puesto en libertad, siempre y cuando ya no represente una amenaza para la sociedad.
Si esta condición no se cumple, el ultraderechista podría ser trasladado a una prisión en virtud de una disposición que sólo se ha empleado una sola vez en la historia judicial de Noruega.