La actividad llevada a cabo en la Facultad de Ciencias Económicas por la Asociación Pensamiento Penal y el Ministerio de Trabajo, Justicia y Gobierno de la provincia, tuvo a un periodista de MDZ, en exclusiva, dentro del jurado. La experiencia contada desde el estrado.
La camisa me apretaba, sentía calor. Tal vez eran nervios, no todos los días te encontrás de frente con la obligación de determinar como seguirá la vida de una persona. No es común tener el poder de decisión en algo de suprema relevancia. Me acercaron agua.
“Testigo de cargo, La Soga, Acusados, Veredicto Final”, le dije a un integrante del jurado que se sentó a mi lado e intentaba rememorar películas de Hollywood donde parte de la sociedad sostenía la balanza de la Justicia. Aquí, seguramente con menos parafernalia y espectacularidad, este grupo amorfo de desconocidos, se aprestaba a cumplir con su carga pública.
“Comenzamos con el juicio oral y público a Tamara Peña de 32 años, acusada de asesinar a Manuel Gómez de 40 años, en su domicilio de calle General Paz…” dijo el juez Mario Juliano y dio arranque a dos horas de exposiciones, llantos, sangre, alegatos y sentencia. Un combo de aberraciones. Debo ser justo – me dije-.
La Fiscalía exponía pruebas que comprometían a la señorita Peña. El gesto adusto de la acusada la incriminaba para cualquier analista inexperto. Ahí estaba yo y mis teorías con flacos sustentos, perdiendo sentido al tener que considerar sólo lo que en la sala se exponía y dejando en el camino mis experiencias personales contaminadoras de análisis. Era una lucha interna.
La sobriedad del abogado Pablo Salinas, defendiendo a la chica de labios rojos, contrastaba con el manejo de tablas del carismático cordobés Marcelo Altamirano. Me caía bien la fiscalía y su capacidad de influir en los corazones de este jurado. Mención de honor para su discurso profundo. No alcanzaba para convencerme de la culpabilidad de la acusada.
Una deuda que él mantenía con ella, una relación conflictiva, los golpes y las drogas, los testigos, el llanto de la imputada. Todo venía a dar carácter a las posiciones de unos y otros, hasta la hora de los alegatos y la sentencia.
Un secretario nos hizo seguirlo, íbamos a debatir y determinar si Tamara Peña era o no culpable de asesinato. Teníamos un tiempo estipulado. Debimos pedir más.
El debate se volvió complejo, había posturas encontradas, incluso uno de nosotros dijo haber pertenecido al ejército. Habló del arma del crimen y lo escuchamos atentos. El presidente del jurado quiso centrar el análisis ante la dispersión en temas irrelevantes para la sentencia. Por un momento esto no era un simulacro.
“¡No podemos mandar a la cárcel a alguien si no estamos seguros!” dijo un hombre de unos cincuenta años cuyo nombre nunca sabré. Escribí en mi papel mi posición. Nada me hizo cambiar de opinión y la mantuve hasta el final. Finalmente fuimos mayoría.
Tamara Peña fue declarada inocente. No existía la certeza absoluta de que ella haya querido matar a quien era su pareja y eso inclinó la votación.
Una vez afuera, lejos de luz opaca de los recintos, entendí que la Justicia puede no estar tan lejos de la gente como habitualmente creemos y encontrar en el juicio por jurado una alternativa para su transparencia.
Del juicio por jurado
El juicio por jurado es una forma de juzgamiento muy antigua en el que un grupo de vecinos del lugar del hecho deberán decidir si el hecho que se juzgó realmente existió y de haber existido, si el acusado es culpable o inocente.
Una vez concluido el debate donde el jurado tiene un papel de espectador y debe estar muy atento a las posiciones, se reúne en un recinto y debate sin límite de tiempo hasta llegar a determinar los dos puntos antes mencionados. Se deben reunir 10 votos de 12 como mínimo para determinar la culpabilidad del acusado.
Si bien el juicio por jurado es una carga pública ordenada por la Constitución Nacional, sólo actualmente se implementa en la provincia de Córdoba.
Fuente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/379258-testimonio-en-primera-persona-mdz-te-cuenta-como-es-un-juicio-por-jurado/