El último exabrupto ocurrió hace unas semanas, al día siguiente de la muerte del secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde. “El difunto abogado pasa hoy por haber sido un gran defensor de los derechos humanos. Lo fue, sin duda: de los derechos humanos de los terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo –de quienes resultó animoso defensor–, de los de otras organizaciones subversivas y de las víctimas de la represión de Estado”, publicó La Nueva Provincia. El diario decano de Bahía Blanca puso de manifiesto así, una vez más, su histórica línea editorial: defensa irrestricta de los postulados criminales de las Fuerzas Armadas –en especial los de la Armada– y ataque a los juicios de lesa humanidad y a quienes combatieron el terrorismo de Estado. No es la primera vez que sufren hemorragia verbal: tuvieron la misma actitud cuando murió el ex almirante Emilio Eduardo Massera, al que casi pusieron a la altura de San Martín, o cuando fueron enviados a la cárcel los principales represores de la Esma y consideraron que habían sido “injustamente condenados”.
La Nueva Provincia pertenece a la familia Massot. Entre 1956 y hasta 2009 fue dirigido por Diana Julio de Massot. Tras su muerte, su hijo Vicente tomó las riendas del diario. Podría decirse que Vicente Massot es el principal referente de la derecha vernácula. Antecedentes tiene en la materia: cuando era un purrete de 18 años años, en 1972, dirigió por tres años Cabildo. Una revista que era –es– antisemita, ultracatólica y entonces corría a la dictadura por derecha. En la presidencia del riojano que gobernó en los ’90 Massot fue viceministro de Defensa. Tuvo que abandonar el cargo por hacer una defensa de la tortura. Massot sigue negando que haya dicho lo que dijo. Hace unos meses, sin embargo, en una entrevista con La Naciónse preguntó: “¿Alguien conoce una guerra en donde uno de los bandos en lucha haya decidido perder por no violar un derecho? Es lo que sucede en una guerra civil y sucia: el enemigo siempre es criminal. Y que esos errores y horrores son una particularidad de toda guerra civil y sucia.”
Es interesante recorrer la vida del diario bajo el mando de Diana Julio de Massot. La necrológica de su muerte es un buen resumen del diario: “Vocero inclaudicable de las mejores tradiciones argentinas”, como se definieron. Se lee: “Convencida de sus razones, defendió la legitimidad de la revolución del 16 de septiembre de 1955 en contra del régimen instaurado por Perón”. En 1966, la señora y su medio apoyarían otra dictadura: “La Nueva Provincia apoyó críticamente el derrotero de la Revolución Argentina, sobre todo durante la presidencia del general Juan Carlos Onganía”. Diez años después el diario siguió fiel a sus convicciones: “El 24 de marzo de 1976 consideró que era un deber ineludible respaldar la acción militar de las Fuerzas Armadas. Hasta el final de sus días reivindicó aquella acción.”
El rol cómplice de La Nueva Provincia no se limitó a dar apoyo desde sus páginas. También se investiga su rol en la desaparición de dos obreros gráficos. Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola fueron catalogados por la empresa como “la infiltración más radicalizada del movimiento obrero”. Los secuestraron el 30 de junio de 1976 y sus cuerpos aparecieron cuatro días después maniatados, torturados y despedazados a tiros. El diario sólo publicó unas líneas del hallazgo de los cuerpos y nunca más habló de los hechos. “Este caso es uno de los puntos claves para pensar responsabilidades civiles en el caso de La Nueva Provincia. Más allá de las opiniones vertidas en las páginas, en este caso se trata de evaluar una eventual complicidad de la empresa con el aparato represivo para sacarse de encima a quienes militaban por mejores condiciones laborales al interior del diario”, dice a Miradas al Sur Pablo Elián Carrasco, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
Carrasco está indagando la complicidad del diario con la dictadura. Para él, fue parte fundamental en la “conformación de un clima fértil para el accionar ilegal de la represión”. “Para el ciudadano medio de la ciudad el diario no sólo fue parte importante de la conformación de su imaginario, su estructura valorativa y política, sino que durante la represión constituyó un estructurador fundamental del relato que se cerraba sobre los hechos de cada día. Una explosión escuchada en el barrio, la irrupción de un grupo de tareas en plena calle o el rumor de que se habían llevado a tal, encontraba al otro día en el diario el relato oficial. El diario era el que daba los elementos para terminar de interpretar esa realidad. Y esa historia era monitoreada por el régimen, la historia que le daba el sentido que la dictadura quería se contara en esas páginas”. El investigador sostiene que ambas responsabilidades deberían ser juzgadas. “La responsabilidad de la cúpula de La Nueva Provincia en el caso de Heinrich y Loyola deberá ser investigada por la Justicia. También el rol legitimador frente a la sociedad de los asesinatos que producía la represión. Eso también es de una gravedad inmensa.”
El fiscal federal de Bahía Blanca, Abel Córdoba, buscó avanzar en la responsabilidad del diario con la represión. Intentó allanar el archivo del diario, pero el pedido fue rechazado por el juez de primera instancia. Y luego ese rechazo fue confirmado por la Cámara. Hasta llegó a salir un comunicado de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) repudiando el pedido. “En mi convicción, ahí se perdió una gran oportunidad de dar con documentación de la dictadura”, afirmo Córdoba a Miradas al Sur. En el pedido de allanamiento, el fiscal argumenta que desde los editoriales de La Nueva Provincia, los hombres de armas fueron llamados a poner fin al “desquicio” representado por el gobierno de María Estela Martínez de Perón. “Una vez que esto ocurrió, los editorialistas mostraron su satisfacción frente al inicio de la nueva etapa y convocaron a la población a cerrar filas sobre las Fuerzas Armadas.”
Ejemplos sobran. El 24 de marzo de 1976 publicaron: “Nada de rodeos cuando llegue el momento –y ha llegado– de abandonar el profesionalismo aséptico y establecer la primera y fundamental distinción de una política revolucionaria: la del amigo-enemigo. A la violencia destructora y asesina es necesario responderle con una violencia ordenadora”. Y al día siguiente: “Los que crean que las FF.AA. por sí solas van a arreglar este desquicio se equivocan de largo a largo. Constituyen nuestra reserva –moral y espiritual–, pero necesitarán, y Dios sabe cómo, que esa ciudadanía no ponga piedras ahora en el camino”.
“La Nueva Provincia fue parte activa en la aplicación de lo que se conoce en los manuales del Plan de Exterminio como ‘acción psicológica’. Artículos sobre falsos enfrentamientos mostrados como reales junto a comunicados de los militares sobre los que redactaban las notas al respecto. Además de fotografías de las víctimas sobrevivientes o no que eran realizadas por los servicios de inteligencia y los únicos que las publicaban eran ellos. Editoriales que promovían la represión sin contemplaciones”, señala Eduardo Hidalgo, titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca. Hidalgo recuerda dos anécdotas: “Cuando pasaron a retiro al ex general fallecido impune Adel Vilas le dieron el rango de ‘amigo inolvidable’. O cuando enjuiciaron y condenaron a Videla y armaron una caravana para entregarle una plaqueta de reconocimiento”.
El fiscal Córdoba sostiene que las evidencias del horror y sus secuelas “parecen ser insuficientes o irrelevantes para los escritores de La Nueva Provincia”. “Al igual que aquel 24 de marzo, sus páginas siguen siendo usadas para defender lo inaceptable.” Por ejemplo, la del 30 de octubre de 2011. Luego de la condena a 17 ex marinos de la Esma, escribieron: “Para neutralizar primero y abatir luego a quienes expresamente postulaban, en la década del setenta, la guerra como atajo revolucionario y la consigna de matar y morir como lema de militancia, algunos miembros de las FF.AA. –incluidos los oficiales de la Marina que acaban de ser injustamente condenados– recurrieron a métodos crueles. Pero más allá de los espantos de cualquier guerra, jamás renunciaremos a vocear a los cuatro vientos, para provecho de tantos desmemoriados, que por fortuna la guerra contra la subversión setentista se ganó.” Y el 9 de noviembre de 2010, cuando Massera bajó al infierno, el diario bahiense lo recordó como una persona que “demostró un espíritu abierto a la reconciliación y ajeno a todo sectarismo, que lo honra”. Su muerte, escribieron, despertó “la ira de quienes no saben perdonar y el odio de los que no pueden olvidar”.
¿Por qué el diario sigue apoyando y cubriendo a los asesinos de la dictadura? “Así como el advenimiento de la democracia no eliminó del Ejército de un día para el otro a las estructuras ligadas a la represión, tampoco La Nueva Provincia cambió tanto”, explica Carrasco, que es bahiense. Y da otro dato: “En Bahía Blanca el proceso de reconstrucción de la memoria no ha sido motorizado como a nivel nacional, tal vez allí radique una pequeña explicación”.
El investigador de la UBA destaca, de todos modos, un cambio. “Desde unos años el repudio a la postura del diario ha crecido. Creo que el nuevo clima de época en el que estamos, la revalorización de la política como herramienta para la transformación y la pérdida de cierta inocencia respecto de los intereses de los medios ha tenido impacto muy positivo sobre la sociedad bahiense. En ese contexto han comenzado a ganar espacios y visibilidad voces de repudio que eran impensadas hace poco tiempo. Hoy se abre un horizonte en el que se puede pensar en darles voz a quienes nunca fueron citados enLa Nueva Provincia. Se abre el campo a nuevas voces. Habría que reinvindicar más a Heinrich y Loyola, y menos a Massera y Roca, en un proceso de ir contando la otra historia de la ciudad.”.
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