Solo en la última semana, la masacre de Hudson y el triple crimen de Bernal espantaron con sus secuencias de muertes. La nueva detención de Osvaldo Martínez, acusado de ser el autor del cuádruple crimen de La Plata, instaló otra vez el recuerdo de aquella noche sangrienta. En todos los casos hubo saña y la búsqueda de impunidad: el ejecutor intentó esconder las pruebas para ocultar los asesinatos.
Tiempo Argentino consultó a médicos forenses, peritos, psiquiatras y perfiladores criminales para poder trazar el perfil de estos asesinos múltiples o en masa, según los manuales de cada especialista, y así intentar explicar las motivaciones de una mente capaz de perpetrar una matanza.
“En los hechos de Hudson, Bernal y La Plata –comienza la perfiladora criminal María Laura Quiñones Urquiza– las investigaciones indican que se trataría de personas que cuentan con juicio crítico, conciencia de realidad y manejan su voluntad. Existirían factores predisponentes previos hacia las víctimas o lo que estas representan, pero hay un conflicto que precipita y los excede, llevándolos a pensar que matar como sea en ese espacio, es psicológicamente necesario.”
En ese sentido, el reconocido forense Osvaldo Raffo –con 20 mil autopsias realizadas, entrevistador de los criminales más emblemáticos del país, autor de los libros La muerte violenta y Tanatología. Investigación de homicidios– es categórico: “No hay que ponerles a los asesinos múltiples el sello de enfermos sólo porque la sociedad no comprende sus actos. Sería un error tratarlos inmediatamente de alienados. Muchos de ellos no sufren de nada, es más, simplemente hacen sufrir al resto.”
A lo largo de los años Raffo acuñó varios términos y entre ellos hay uno que se ocupa de los asesinos múltiples: “Yo los llamo –remarca– exterminadores familiares porque, como en los cuádruples crímenes de La Plata y Hudson, los asesinos conocen a sus víctimas. Existe entre ellos una relación que defino como pasional negativa porque aparece el atributo del odio. Ante la mujer que se ama, por ejemplo, el hombre siente un desengaño y mata, pero a diferencia de los pasionales positivos donde el asesino se entrega mansamente porque el arrepentimiento es inmediato y genuino, en los casos analizados el homicida busca la impunidad.”
Para el fiscal Álvaro Garganta, que investiga los asesinatos de Marisol Pereyra, de 35 años; Bárbara Santos, de 29; su madre, Susana de Bárttole, de 63; y su hija, Micaela Yamila Galle, de apenas once, cometidos el pasado 26 de noviembre en el PH ubicado sobre el 400 de la calle 28 del barrio La Loma, Osvaldo Martínez convenció al albañil Javier Quiroga de ayudarlo en la matanza para inculparlo.
Según los investigadores de la masacre de Hudson, Leonardo Soria, un joven de 21 años, ayudó a Diego Perotti a asesinar y enterrar en la casa de la calle 59, a metros del cruce con 138, a Lorena Sosa, de 21 años; su hija Jazmín, de tres; su padre Pablo, de 65; y su hermanastro Javier Lucce, de 22.
“Los exterminadores –explica Raffo– por lo general son solitarios, pero en estos casos existió una sociedad criminal, donde una personalidad más fuerte influyó sobre la otra. En esos momentos de muerte, ellos son considerados como maestros.”
PSICÓPATAS. Las pericias psiquiátricas realizadas a Martínez concluyeron que “es un buscador de certezas anticipadas que le proporcionen estabilidad y en conjunción con su modo de dividir a las mujeres en idealizadas y degradadas, difícilmente hubiese permitido intermedios, grises o indefiniciones en su relación con Bárbara”. También que “no reflejó cabalmente la conmoción que tan cruel forma de separación suele ocasionar en las primerísimas etapas de un duelo…”
Para el médico psiquiatra y especialista en psicopatías, Hugo Marietan, el perfil del principal sospechoso de los homicidios de La Plata coincide con el comportamiento de un asesino múltiple. “Son personas afectivamente frías. Pueden mantener el control en situaciones aberrantes como son, por ejemplo, los crímenes de menores. Se escapan a tiempo y borran las huellas y para eso se necesita frialdad y lucidez mental”, describe.
Marietan precisa que los asesinos en masa son los que matan a más de tres personas en un mismo hecho y da detalles de sus personalidades.
“Son individuos con una baja tolerancia a la frustración motivados por algún resentimiento. Estos homicidas esperaron algo que no les fue dado y a diferencia del que mata a una persona o a dos, experimentan un resentimiento más generalizado en lo social y encuentran un goce en las orgías de sangre que fabrican.”
Por su parte, el perito oficial y médico legista de la División Homicidios de la Policía Bonaerense, Julio César Julián, refuerza la idea del “perfil psicótico” y concluye con una definición de principio del siglo pasado que no perdió vigencia.
“Al tener una relación cuasi familiar con las víctimas, a estos homicidas se le facilita la ejecución de los crímenes. Son los que hace muchos años eran presentados como desalmados amorales”, sentencia Julián.<.
La mayoría de las víctimas eran mujeres
Bárbara Santos – La noche del 26 de noviembre de 2011 estaba en su casa de la calle 28, entre 41 y 42, del barrio La Loma, en La Plata. Fue asesinada a puñaladas.
Micaela Galle Santos – Tenía once años. Esa misma noche compartió la última cena con su madre y su abuela. La mataron dentro de su habitación con una cuchilla.
Susana de Bárttole – La madre de Bárbara, de 63 años, estaba en la cocina. Según la confesión de Javier “La Hiena” Quiroga, la mujer le pidió “arreglar” algo en la casa.
Marisol Pereyra – Era amiga de Susana y tenía 35 años. Fue la última mujer en ser asesinada, luego de que tocara el timbre. Quiroga dijo que la mató Martínez.
Masacre de Hudson – Juan Sosa, de 65 años; su hija Lorena, de 20; y Jazmín, la hija de esta, de sólo tres años, fueron hallados enterrados, al igual que Javier Lucce, de 21.
Barreda, un caso testigo
Todos los expertos consultados para esta nota coincidieron en recordar el caso Barreda como un ejemplo emblemático del asesino múltiple o en masa.
Antes del mediodía del domingo 15 de noviembre de 1992, en la casona de la familia sobre la calle 48 en el centro de La Plata, el odontólogo Ricardo Barreda le disparó con una escopeta Víctor Sarasqueta calibre 16,5 a su mujer Gladys McDonald, de 57 años; a su suegra Elena Arreche, de 86; y a sus hijas Cecilia y Adriana, de 26 y 24. “Andá a limpiar, que los trabajos de ‘conchita’ son los que mejor hacés”, le habían dicho un rato antes. Fue condenado a reclusión perpetua por los delitos de triple homicidio calificado y homicidio simple.
En mayo de 2007, la sentencia quedó firme tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Después de casi 16 años detenido, el 23 de mayo de 2008 Barreda fue beneficiado con una morigeración de las condiciones de detención y pasó a cumplir arresto domiciliario en el departamento de su nueva pareja, Berta “Pochi” André. En 2011, al dentista le concedieron la libertad condicional.