“Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida…”. “Volver, con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi sien…”. Estos párrafos del tango Volver que entonó el inolvidable Carlos Gardel, ícono de la música ciudadana, deben de haber calado muy profundo en un cordobés que desapareció amparado en las sombras de la noche del jueves 16 de marzo del año 2000.

A las 21:50 de ese día, el hombre, identificado como Luis Orlando Ochoa, acompañado de Verónica Leonor Flores, abordaron un remise en la puerta de la central Renta Car, ubicada en calle Pettirossi esquina Amsterdam de barrio Estación Flores.

La presencia de la pareja despertó sospechas entre las personas que en aquellos momentos había en la remisería. Cuando los pasajeros ascendieron al Fiat Siena, el chofer José Cristian Villamea sintió que un sudor frío corría por su espalda. Tenía temor de los desconocidos. No obstante, partió hacia barrio José Ignacio Díaz.

A través de la radio y sin que los pasajeros se dieran cuenta, Villamea mantuvo contacto permanente y transmitía sus temores. Ya en el barrio indicado, la pareja pidió al remisero que se detuviera en calle Rojas Carabante, entre Adaro y Arrasola y Hume Pesoa. Todo estaba planificado.

Cuando Villamea se detuvo y se aprestaba a cobrar el viaje, el caño de un revólver calibre 38 lo apuntaba desde su ventanilla. El remisero no quiso entregar sus pertenencias y cuando trataba de trabar la puerta con el seguro, lo atravesó un balazo. Logró reanudar la marcha, pero la agonía no permitió que se desplazara demasiados metros. Testigos vieron a la pareja descender del vehículo y darse a la fuga. Lo propio hizo el asesino.

Por la forma de actuar de los delincuentes y el destino indicado por la pareja, los investigadores suponían que vivían en inmediaciones del escenario del crimen. Y no se equivocaban. En menos de tres días se supo que dos hombres y una mujer afincados en el vecindario habían desaparecido de sus hogares. El primero en caer, a los 15 días del crimen, fue Fernando Ramón Villegas, autor material del homicidio. Tres meses más tarde, Verónica Leonor Flores, prófuga y embarazada, se entregó a la Justicia. A Ochoa se lo había tragado la tierra.

Historias paralelas. Por esa época, arribó a la ciudad de Santiago del Estero José Luis Olmedo. Dando muestras de hombre honesto y laburador, Olmedo conoció a una chica. Se enamoraron, formaron familia y llegaron los hijos.

Se aprestaban a celebrar los 10 años de convivencia, cuando la felicidad de Olmedo se desmoronó como un castillo de naipes. Mayco Gutiérrez, investigador de Homicidios de la ciudad de Córdoba fue quien lo esposó y lo trajo de regreso el 28 de agosto de 2010. En realidad, Olmedo no era otro que el prófugo Luis Orlando Ochoa. Obviamente que “alguien” lo entregó.

Resulta impensado que los pocos investigadores con los que cuenta Homicidios puedan dedicar una década a ubicar a un prófugo que había cambiado su identidad y radicado en otra provincia.

Ochoa fue alojado en la cárcel de Bouwer, donde Villegas ya estaba cumpliendo una condena a 18 años de prisión dictada por la Cámara 7ª del Crimen. Verónica Leonor Flores fue alojada en el pabellón de mujeres después de ser sentenciada a 12 años de cárcel al ser considerada partícipe necesaria del asesinato a sangre fría del remisero Villamea.

Ochoa estuvo a horas de burlar a la Justicia por la prescripción de la causa. Ese “largo brazo de la ley” del que tantos descreen lo pudo alcanzar antes de que su participación criminal quedara impune y desde mañana, en juicio con jurados populares, ocupará el banquillo de los acusados de la Cámara 7ª del Crimen, que será presidida por Carlos Ruiz e integrada además por Ricardo Iriarte y Manuel Ugarte.

Acusador será el fiscal Marcelo Altamirano y Ochoa será defendido por Francisco Sesto. Después de casi 12 años, el cordobés Ochoa deberá enfrentarse con su pasado.

 

Fuentes: http://www.lavoz.com.ar/noticias/sucesos/cambio-su-identidad-formo-familia-estuvo-10-anos-profugo