Soy abogado especializado en Derecho Penal y vine de la Provinciade Córdoba hace un tiempo a radicarme a Buenos Aires.

A mi arribo a la gran ciudad no tuve muchas alternativas de trabajo y fue duro.

Muy duro agregaría yo, acostumbrado al ambiente penal, ya que trabajé mucho tiempo en los Tribunales de Córdoba, al radicarme en San Isidro esa seguridad y familiaridad ya no estaban, las había dejado en la Docta.

Comencé entonces a tomar algunos casos pero finalmente y entre mucho buscarle la vuelta decidí que a pesar de mi precaria economía debía hacer algo por aquellos a los cuales siempre los había tratado pero nunca entendido, en el mejor sentido de la frase.

Es por ello que sin quererlo –y por algo dicen que las cosas no suceden porque si-  llegó una invitación para que fuera a colaborar, junto a la Pastoral Carcelaria del Obispado de San Isidro, a la Cárcel del conurbano Bonaerense Norte, Unidades 46, 47 y 48.

Mi primera impresión fue realmente positiva al contrario tal vez, de lo que cualquiera pudiera pensar. Esa gente con la cual había vivido durante años analizando sus expedientes como meros papeles, que pocas veces había reparado en identificar los “autos caratulados” con las personas físicas involucradas, ahora tenía esa oportunidad de revertir una asignatura pendiente.

Así pues esa primera vez pasó a ser algo cotidiano en mi rutina de vida. En un día de vistita, los viernes a la mañana, acompañado de un grupo de excelentísimas personas que conforma la Pastoral uno de los internos me cuestionó porque no se enseñaba en el penal algún curso relacionado a la vida en sociedad, a la vida cívica. Eso fue el detonante para que yo encontrara mi lugar y mi misión en la cárcel.

Fue ahí que tome cartas en el asunto y di a este primer evento que se llamó TFC (Taller de Formación Ciudadana) vida propia. La idea desde un principio fue darle formación cívica a los internos, es decir contarles un poco de que se trata el entramado institucional de un estado de derecho como el que vivimos.

Pero a esa idea primigenia y genuina inquietud de los internos le sumé dos improntas que a mi modo de ver lo han hecho muy especial. Una es que quien diera las clases o charlas fuera una persona que representara en la realidad a ese estado de derecho[1]. Y y en segundo lugar, resaltando y desmitificando a la persona, destacar su humanidad y como tal “imperfecta”.

Todo ello con el claro objetivo de hacerles ver que cualquier persona puede cometer errores en la vida, y de hecho sus presencias se deben a errores pero, que tales hechos pueden ser subsanados si nos damos cuenta de nuestro error y trabajamos en ese sentido.

Las imperfecciones o errores de las personas encumbradas tienen tanta relevancia como los errores de las personas que están en la cárcel. Sabiendo esto, lo que debemos buscar es cometer menos errores o bien que los errores sean lo menos lesivos posible.

Así las cosas, este año ya hemos arrancado con el 2do TFC con una convocatoria extraordinaria, no solo de aquellos internos interesados que lamentablemente siempre son mas de los que realmente pueden venir (capacidad máxima por curso es de 45 alumnos) sino también de las autoridades institucionales, que ninguna quiso dejar de dar el presente y poder contribuir a esta noble manera de ayudar, con  quienes por muchas razones son los más desamparados en esta sociedad.



[1] Algunos de los invitados disertantes: Jorge Alvarez Concejal de SI; María E. Estenssoro, Senadora Nacional; Cornelia Schmidt Liermann, Diputada Nacional; Alejandro David, Juez de Ejecución de SI; Santiago Otaviano, Dir. De la carrera de post grado de la Univ. Austral; Pablo Mutini, coordinador gral. De Caritas.

 

Fuente: http://www.ciudadsi.com/editorial.php?id_editorial=27