Tres jóvenes de la localidad de Florencia en el norte santafesino, fueron detenidos por la policía, sometidos a brutales torturas durante una semana, como picana y submarino seco, además de haber sido filmados humillados y denigrados en poses sexuales por los mismos policías, y luego procesados en base a esos mismos testimonios, cuando aún tenían las marcas de la tortura en sus cuerpos. El hecho «de extrema gravedad institucional» se concretó frente a las narices del juez Virgilio Palud, que además no le dio intervención a la defensora oficial. Esta semana el diputado Eduardo Toniolli y el defensor general Gabriel Ganón, denunciaron el hecho ante la Corte Suprema santafesina. Pero luego de la presentación el juez Palud decidió una «sugestiva» medida: citó en la misma comisaría de Florencia donde fue torturado, al único de los tres jóvenes que estaba en libertad, para indagarlo por un supuesto hurto.
La mayoría de los delitos cometidos en Florencia -que es una población de unos siete mil habitantes- se los hicieron reconocer a estos tres jóvenes, que tienen entre 18 y 20 años. Si bien sus identidades habían sido preservadas, la reacción de los involucrados ante la investigación, hizo rever ese criterio. Se trata de Roberto Valenzuela, Lucio Prieto y Martín Gómez.
El defensor público general Gabriel Ganon definió lo ocurrido como «un hecho sumamente grave del que tomamos conocimiento con el diputado Toniolli, y que debido a la crudeza y la violencia de los hechos a los que había sido sometidos los tres jóvenes, decidimos interponer un Habeas Corpus Extraordinario ante la justicia».
Para el defensor «es un hecho de extrema gravedad institucional no solo por el tenor de las torturas, sino porque estas personas estuvieron detenidas e incomunicadas en la comisaría de Florencia durante
siete días, tiempo en el que no pudieron hablar con su familia ni tuvieron acceso a un abogado, ni cuando declararon ante al policial ni cuando lo hicieron ante el juez Palud, a pesar de que ellos mismos lo pidieron». Para el defensor, » tal vez esperaron ese tiempo especulando con borrar en parte las huellas de las torturas».
Para Ganón, «es una situación de extrema gravedad institucional, porque hay una flexibilidad en la normativa procesal, que continúa permitiendo que la policía indague a las personas privadas de su libertad por supuestos delitos cometidos. Esta es la utilización clara de la tortura con fines de investigación criminal».
De igual manera el defensor general calificó el accionar del juez Palud como «contrario al estado de derecho: porque es un juez que no aseguró que una persona sometida a un proceso criminal entre en contacto inmediato con un abogado antes de prestar declaración».
Crudos testimonios.
De acuerdo a los dichos de Roberto Gustavo Valenzuela (18 años de edad) el día 13 de mayo mientras dormía la siesta en su casa en Florencia, llegó la policía buscando unas motos robadas, hasta que su madre Susana Aquino les entregó una moto aunque aclarando que su hijo «no andaba robando con armas». El joven se presentó en la comisaría y comenzó su calvario. «Empezaron a pegarme en el calabozo y después me llevaron a una oficina con una computadora y ahí también me pegaban. Cuando me pegaban me decían que dijera que más tenía y dónde estaban las cosas porque en Florencia se perdieron muchas cosas más, ventiladores, camas y otras cosas y que tenía que hablar».
El joven identificó a un suboficial como el golpeador: «Pablo Fantín me dijo ‘no sabés con quién se metieron porque la gente que tiene plata paga`. Yo sé que es uno de los que me pegaban y en un momento le dijo a otro que busque una bolsita para ponerme en la cabeza a ver si me decidía a hablar». Continúa Roberto: «me pegaban cachetazos y me pusieron una picana en las nalgas, en las dos. La picana era un aparatito chico de color negro que hacía mucho ruido».
«Los golpes en la costilla fueron con puño y los de la cara con la mano abierta. A mi no me pegaron con la cachiporra pero a los otros sí, en la cabeza». Martín Gómez tiene moradas las orejas donde le ponían la picana y la lengua roja porque le pusieron la picana ahí. «Además vi cuando les pegaban apenas llegué a la comisaría porque ellos ya estaban. En la celda estuvimos todos juntos, y podíamos hablar entre nosotros. Cuando nos hacían hacer gimnasia era un rato largo hasta que no podíamos levantar mas el cuerpo y quedábamos tirados en el piso, nos hacían hacer con los brazos tirados en el piso 1 y 2. Yo vi cuando en otra pieza lo llevaron a los otros y les ponían las bolsas de nylon en la cabeza y sentía ruido a mesas que se movían y puertas. Cuando uno le ponía la bolsa en la cabeza otro se paraba adelante y le pegaba cachetadas en la cara. Atrás otro estaba parado, uno petiso, gordito, de pirinchitos (eso era el primer día) y el de adelante era Pablo Fantín. Después salió y entraba otro uno petiso rubio. El día que quedé en la comisaría recién me hicieron firmar unos papeles como a las 3 de la mañana pero nunca me leyeron nada. Y a las 6 del otro día me levantaron y me hicieron hacer gimnasia y me pegaban y me preguntaban que más tenía. Y al tercer día otra vez me pegaban y me hicieron firmar otro papel. Por día había otras personas también pero solo Fantin y otro más me pegaban. Fantin estaba todos los días y se vestía de civil no usaba uniforme».
Gómez relató también que «el domingo (13) ya le entregamos las motos y me seguían pegando, nos hacían hacer gimnasia y nos hacían bañar cuando estábamos transpirados nos hicieron bañar juntos y que nos besáramos con mis compañeros y mientras que nos filmaban con un celular (el que filmaba con un celular era uno petiso). Había una mujer policía (que trabaja en Florencia pero es de Guillermina y es una mujer de pelito cortito) que me ponía una cachiporra «en la boca y me la hacía chupar y filmaron todo. Me pusieron también una bolsita en la cabeza, me la pusieron y como yo la metía para adentro de la boca y la rompía con mis dientes me la cambiaban por otra. Me la pusieron como 3 veces. Después uno vino y me dijo: «si te querés ir a tu casa chupámela, chupámela» y hacía como que se iba a bajar el cierre pero después no se lo bajó».
El relato de Lucio Francisco Prieto (19 años de edad): «Cuando llegamos a la comisaría no pasó nada pero después más tarde empezaron a pegarme y no nos dejaban dormir y nos hacían hacer gimnasia en el calabozo o la oficina eran flexiones lo que hacíamos, y cuando no me podía levantar del cansancio me pegaban en la cabeza con la cachiporra. Me pegaron, me pusieron picana en la lengua y en la carretilla. Me hicieron comer tierra y cebo crudo. Todo esto pasó en varios días que estuvimos ahí. Me pusieron una bolsa blanca con manijas en la cabeza y querían que les diga que yo había vendido dos motos en Las toscas y yo les contestaba que no porque yo no lo hice. La bolsa me la pusieron en 3 o 4 veces. Me tenían sentado en una silla de madera en una oficina con las manos para atrás esposado y uno que estaba parado atrás me ponía la bolsa y otro se sentó adelante de frente y cuando el de atrás sacaba la bolsa me preguntaba si era yo el que había vendido las motos. También nos hacían bañar y nos filmaban desnudos y nos preguntaban si teníamos Facebook que iban a subir el video de nosotros dándonos besos porque nos obligaban. Nos hacían limpiar todo. La picana era un aparatito negro chiquito como con dos alambrecitos en la punta que se enchufa y se carga como un celular. Con lo que Fantin filmaba que yo lo ví era un celular medio grandecito negro marca Sansung creo. Tuve la lengua colorada y no dije nada ni al juez porque ellos me amenazaron».
fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-34177-2012-06-10.html