Nadie como Gabriel Kessler, doctor en Sociología, estudió los miedos urbanos, la victimización y las complejidades de la violencia. Es investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento. En su producción académica hay títulos como Sociología del delito amateur (2004) y El sentimiento de inseguridad (2009).
-¿Tiene solución el problema de la seguridad?
-Hay que poder descomponer el problema en los distintos aspectos que tiene. Algunos tipos de delitos son más desorganizados, donde las medidas de prevención situacional son eficaces; hay otros delitos más sociales, donde son necesarios abordajes sociales preferentemente territoriales. Otra parte del delito tiene que ver con mercados de delito: mercado de drogas, de robos de autos, etc. En esos casos habría que identificar cuáles son los mercados que tienen mayor violencia, y la solución no tiene que ver tanto con una acción policial ostensiva, sino más con un trabajo silencioso de desarticulación de los mercados y cortar las cadenas de distribución de bienes robados. La solución partiría de un plan integral donde aparezcan muchos temas, como políticas sociales, políticas urbanas y también una reflexión sobre las formas de policiamiento. No hay seguridad sin confianza en la policía, sin un trabajo policial eficaz de prevención. También es necesario ver la relación con las armas: mientras menos armas circulan en un país, menos hechos de violencia de todo tipo se efectúan.
-¿Hay un aumento de la llamada inseguridad?
-En el último año hay un aumento de la victimización: las personas que declaran que alguien del hogar fue víctima de un delito son un 5% más en el último año: 30 – 35%. Es una cifra alta. No es solo un problema de la situación argentina, sino en un tipo de vida urbana común a países del Cono Sur, donde hay mucha circulación de personas, entrecruzamientos cotidianos, bienes de valor, dinero circulando. Tuvimos un pico posterior al 2001, luego bajó y luego en los últimos años hay un leve incremento, también en el conurbano.
-¿Qué diferencias hay entre el delito en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano?
-La ciudad de Buenos Aires concentra muchas oportunidades de delito: hay dinero, hay turismo, hay autos, hay celulares, hay netbooks. El incremento de las oportunidades de delito por mayor consumo es un fenómeno común a grandes centros urbanos de todo el mundo. En la Provincia de Buenos Aires y en Gran Buenos Aires, hay una presencia de delitos de causa más social. Personas que cometen un delito dentro de sus barrios, donde la víctima conoce al victimario. Hay más delitos con una franja de edad menor a la de la ciudad de Buenos Aires, y es menos especializado: como pueden robar un comercio, pueden robar una casa. En la ciudad hay mayor especialización.
-¿Qué efectos tienen los reclamos por mayor seguridad?
-Un tema preocupante es que el incremento de la demanda por seguridad implicó un aumento del policiamiento: acciones llevadas a cabo por la Policía, por otras fuerzas públicas y privadas, que han generado un incremento de control sobre jóvenes de sectores populares. Desde muy chicos, varones y mujeres tienen que soportar ser parados una y otra vez todo el tiempo: una sensación de sobrecontrol sobre estos jóvenes. Si por un lado es cierto que hubo un intento de disminuir la violencia policial, por parte de agencias del Estado y de organismos de Derechos Humanos, siguen viéndose, persisten, las formas de hostilidad y de “microviolencia cotidiana” hacia esta población: se intensifica el control sobre los jóvenes. En el caso de Argentina como el delito no se percibe ligado al crimen organizado sino más amateur, esto hace que aparezca como sospechoso todo aquel que pueda ser identificado como potencial victimario. Hay una intensificación de la presunción generalizada de peligrosidad, es decir, de intentar decodificar, intentar detectar a cada uno por si tiene algún signo de ser sospechoso. Esto genera una fuerte sensación de discriminación cotidiana experimentada por los jóvenes de sectores populares.
-¿Qué rol juegan los medios de prensa?
-Los medios son plurales, no todos juegan de igual manera, pero sin duda el tema tiene una presencia muy fuerte. Esto pasa también en casi todos los países de la región. Los temas muchas veces no se tratan con presunción de inocencia para el victimario, con una relación cuidadosa entre el hecho y las cifras, con cuidado de contextualizar los hechos; hay un tratamiento bastante poco profesional de los temas.
-¿En qué situación está la Argentina comparada con otros países?
-A nivel de datos objetivos Argentina está en una posición incomparable con la mayoría de los países de América Latina. Nuestros datos de homicidios son muy bajos y no tienen comparación con lo que sucede en países que tienen mayores niveles de violencia. Argentina es más comparable con lo que pasa en Uruguay, lo que pasa en Chile, en Costa Rica, pero no es solo una relación cuantitativa sino también cualitativa: en otros países hay más relación con conflictos internos, escenarios de posconflicto bélico interno, crimen organizado. Una ventaja de Argentina es que mientras en otros países hay una gran preocupación por la militarización, que da a pie a otros problemas, aquí está prohibido por ley.
-Usted habla del sentimiento de inseguridad. ¿Qué significa?
-El sentimiento de inseguridad se compone de una articulación entre dos cosas: que la tasa de victimización es alta (30, 35%), o sea que las personas fueron víctimas de algún delito en un año. En la mayoría de los casos esos delitos no son necesariamente violentos. Pero el repiqueteo constante de esos muchos delitos pequeños más aquellos que tienen un desenlace fatal, con mayor presencia mediática, se articula con el temor a que un hecho menor puede tener un desenlace fatal. Esa articulación es la que repercute en el sentimiento de inseguridad.