Submarino seco hasta casi perder el conocimiento. Picana en la lengua, las orejas y los genitales. Bañarse con agua fría y, a golpes, obligar a que los detenidos se besen unos a otros mientras los filman con un celular. Hacer ejercicios físicos y luego limpiar las celdas con un trapito. Todo durante una semana de detención en una comisaría de Santa Fe, al final de la cual, los tres adolescentes estaban dispuestos a confesar cualquier crimen. Los acusaban de robar unas motos, y querían achacarles todos los delitos de Florencia, un pueblo de menos de diez mil habitantes al norte de la provincia. Sucedió entre el 13 y el 20 de mayo. Los denunciantes tienen 18 y 19 años, detenidos luego de un procedimiento en la casa de uno de ellos, donde se llevaron secuestradas partes de un ciclomotor. Todos pidieron hablar con abogados, pero ese derecho les fue negado y, en cambio, se les tomó una declaración indagatoria. Ahora siguen detenidos. Y el principal testigo del caso se suicidó en circunstancias muy extrañas.
“Los golpes en la costilla fueron con puño y los de la cara con la mano abierta. A mí no me pegaron con la cachiporra pero a los otros sí, en la cabeza”, declaró Martín Gómez, según el diario Rosario 12. Todavía guarda en su lengua las marcas de la picana. “Además, vi cuando les pegaban apenas llegué a la comisaría porque ellos ya estaban. Cuando nos hacían hacer gimnasia era un rato largo hasta que no podíamos levantar más el cuerpo y quedábamos tirados en el piso, nos hacían hacer con los brazos tirados en el piso 1 y 2. Yo vi cuando, en otra pieza, llevaron a los otros y les ponían las bolsas de nylon en la cabeza y sentía ruido a mesas que se movían y puertas. Cuando uno le ponía la bolsa en la cabeza otro se paraba adelante y le pegaba cachetadas en la cara. Atrás, otro estaba parado, uno petiso, gordito, de pirinchitos y el de adelante era Pablo Fantín… Me hicieron firmar unos papeles como a las tres de la mañana, pero nunca me leyeron nada. Y a las seis del otro día, me levantaron y me hicieron hacer gimnasia y me pegaban y me preguntaban qué más tenía. Y al tercer día, otra vez, me pegaron y me hicieron firmar otro papel. De día había otras personas también, pero sólo Fantín y otro más me pegaban. Fantín estaba todos los días.”
Lucio Francisco Prieto, de 19 años, declaró que primero lo golpearon y luego lo sometieron a todo tipo de torturas. “No nos dejaban dormir y nos hacían hacer gimnasia en el calabozo o la oficina. Cuando no me podía levantar me pegaban en la cabeza con la cachiporra. Me pusieron picana en la lengua y en la carretilla. Me hicieron comer tierra y cebo crudo. Me pusieron una bolsa blanca con manijas en la cabeza y querían que les diga que yo había vendido dos motos en Las Toscas y yo les contestaba que no, porque yo no lo hice. También nos hacían bañar y nos filmaban desnudos y nos preguntaban si teníamos Facebook que iban a subir el video de nosotros dándonos besos porque nos obligaban. Nos hacían limpiar todo. La picana era un aparatito negro chiquito como con dos alambrecitos en la punta que se enchufa y se carga como un celular. Fantín filmaba con un celular medio grandecito negro, marca Samsung. Tuve la lengua colorada y no dije nada ni al juez porque ellos me amenazaron.”
Presentaciones. El primero en enterarse de la situación fue el diputado provincial Eduardo Toniolli, quien se comunicó con el defensor general de la provincia, Gabriel Ganón. Juntos hicieron una presentación ante la Corte Suprema de Santa Fe. El motivo: los tres chicos denunciaron ante la Justicia los vejámenes, pero la única causa que prosperó es la que los acusa de los robos que confesaron bajo tortura. El caso, explicó Ganón a los medios locales, incluye los condimentos de un pueblo chico. “No perdamos de vista –dijo– las cuestiones contextuales de la localidad de Florencia. Hasta los médicos que revisaron a los chicos tienen el mismo apellido que algunos de los implicados.”
Al momento de declarar, y a pesar de las torturas, los jóvenes pidieron un abogado, cosa de la que luego –ante una nueva oleada de torturas– tuvieron que desistir. Más tarde, frente a Ganón, y a pesar de haber sido amenazados para no contar nada, hicieron “una descripción completa y detallada de los policías que actuaron” y señalaron a varios de los implicados con nombre y apellido. El juez de Reconquista, Virgilio Palud, sólo se quedó con la confesión de los supuestos robos.
El defensor Ganón y el diputado Toniolli decidieron, entonces, hacer una presentación ante la Corte Suprema Provincial para garantizar la seguridad de los tres jóvenes, dar por tierra con el proceso y generar jurisprudencia para que la situación no se vuelva repetir. En opinión de Ganón, parte del problema es que la policía santafesina tiene facultades para tomarle declaración a cualquier persona como parte de la investigación y ello deriva en hechos como los que sufrieron los tres jóvenes.
El jueves, la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe rechazó el recurso de hábeas corpus con el argumento de que el caso tenía un tribunal natural. En cambio, los jueces de la corte pidieron que se termine de implementar el nuevo sistema procesal penal para evitar estos hechos. “El distrito Reconquista tiene 200 mil habitantes y un solo defensor oficial”, describieron en la resolución.
Suicidado. En el momento de las torturas, Emanuel Duarte también estaba detenido. Había confesado el robo de un quiosco con un método similar. Duarte era considerado uno de los principales testigos de las torturas. El lunes apareció muerto. La versión oficial es que se suicidó con una pistola de aire comprimido adaptada para disparar balas calibre 22. Su madre confirmó la noticia, pero contó que días antes de su muerte, el policía Pablo Fantín –señalado por los jóvenes como el principal torturador– lo había citado en la puerta del cementerio. Emanuel nunca quiso contarle a su familia de qué se habló allí.
“A Emanuel Duarte lo vieron discutiendo el domingo con Fantín, a quien le gritaba que él no iba a quedar preso para cubrirlo y que si lo volvían a arrestar se iba a llevar puesta a toda la comisaría porque pensaba cantar todo”, dijo una vecina de los Duarte a la prensa local.
El 20 de junio, pocos días antes del supuesto suicidio de Duarte, el padre del policía Pablo Fantín se encadenó en la plaza del pueblo mientras se preparaba el desfile cívico por el Día de la Bandera. El hombre protestaba contra el traslado de su hijo a otra comisaría. Apuntaba al intendente local, Rubén Quaín.
El propio intendente aclaró la situación, cuando contó que, dos años atrás, su hijo fue detenido por una pelea en un boliche de pueblo y, luego de pasar la noche en la comisaría con el aval de su padre, denunció golpes y malos tratos por parte de la policía.
Según el propio Quaín, la noche del martes 19 junio, cuando el caso por los tres chicos torturados ya era un escándalo –y con la prensa recordando aquel antiguo incidente– Fantín y su esposa fueron hasta su casa. “Me dijeron que si tenían cuatro revólveres, me los descargarían para matarme”, contó el intendente.
El chico que en teoría se suicidó, ¿habrá recibido el mismo mensaje?.
fuente http://sur.infonews.com/notas/torturas-en-la-segunda-mejor-policia-del-mundo