La policía es una fuente de información que, como todas, cuenta lo que quiere, cuando quiere y cómo quiere de acuerdo con sus propios intereses. Los medios, que en general hace rato dejamos de ser rigurosos chequeando datos por falta de recursos o de interés, repetimos lo que nos dicen los voceros policiales y lo único que hacemos es intoxicar a diario a las audiencias con nuestro aporte a la construcción de una realidad que, andando el tiempo, se cristaliza y vuelve inmutable.

A veces, una grieta aparece en el muro. Veamos el caso más reciente.

La noche del domingo 29 de abril fue encontrado el cuerpo sin vida de un conocido locutor neuquino, Adolfo “Fito” Salazar.

En la primera crónica ya figura el dato que marcaría la construcción de la noticia de allí en adelante: según la policía, Fito había sido “molido a golpes”.

Sin embargo, al momento de la aparición del cadáver la policía ya manejaba otra información que, por ser contraria a sus intereses, mantuvo oculta.

Sigamos. Dos días después, la hipótesis de la muerte violenta se consolida con crónicas como esta:

Tuvo que pasar una semana para que, a través de la justicia, se conociera un dato decisivo: la noche anterior a la muerte de Fito hubo tres llamados al 101 para pedir que vengan a prestarle auxilio porque se había golpeado, y nadie acudió.

 

Es decir que la noche del domingo 29 de abril, cuando la Policía les dijo a los familiares de Fito y a la prensa que el locutor había sido asesinado, ya se sabía internamente que un día antes dos mujeres habían llamado por teléfono al 101 para pedir ayuda, y que la policía no había acudido.

¿Cómo intentaron cubrir el error? Tratando de cimentar la hipótesis del asesinato.

Al quedar en evidencia, ¿cómo intentan disimular el error? Ofreciendo información como esta:

 

A la larga lista de prejuicios que la policía proyecta sobre la sociedad a través de los medios (el ejemplo más a mano: los feos, sucios y malos son siempre los mismos en la película que nos relatan) no debemos olvidar que también reescriben el argumento cuando su propia responsabilidad está en juego.